La poesía lírica de los trovadores provenzales, que nació en el mediodía de Francia y entre 1100 y 1290 se expandió por toda Europa, estuvo siempre estrechamente vinculada con la mujer, la mujer noble y casada, la domna. Esta relación se dio en tres aspectos: como destinataria de la dedicación literaria y amorosa del trovador, como patrocinadora de su actividad poética y como productora de poesías.
En la cansó de amor, el género trovadoresco por excelencia, el trovador reflexiona en tiempo presente sobre su amor, hacia una mujer que considera superior a él, a la que llama domna, señora, y que recibe el homenaje del vasallo, el trovador. Para expresar sus sentimientos el lenguaje de la relación vasallática pasa a convertirse en metáfora de la relación amorosa, mezclado con expresiones que proceden de Ovidio, de los goliardos y de otros poetas latinomedievales, y también de la poesía arábigo-andaluza. El análisis acerca de la naturaleza de la fin'amor, amor perfecto, se convirtió en una discusión poética que duró 200 años en la que fueron repitiéndose y, a la vez renovándose, unos deseos expresados a veces con ambigüedad por medio de particulares paradojas. El amor a la dama casada era considerado como norma de ética cortés, el gozo lo proporcionaba la lejanía social o física de la amada, se la alababa hiperbólicamente y se ocultaba su nombre bajo un senhal (pseudónimo); pero también concurría el deseo de besarla, abrazarla y poseerla expresado con un lenguaje de elevada sensualidad.
El duque de Aquitania, el primer trovador conocido, deja entrever unos deseos evidentemente eróticos en los gestos del homenaje feudal:
"Aún me acuerdo de la mañana en que pusimos fin a nuestra guerra y me dio un don tan grande: su amor y su anillo. ¡Que Dios me conceda tan larga vida que pueda tener mis manos bajo su manto!"
Si fueron más de 300 las damas cantadas por los trovadores, también algunas de ellas vieron en este movimiento poético elitista una ocasión para que su corte, y ellas mismas, destacaran. Garsenda de Folcalquier, condesa de Provenza, Ermengarda de Narbona, María, vizcondesa de Ventadorn, la condesa de Burlatz o Clara de Anduza, son algunas de estas patrocinadoras de trovadores, y los testimonios que nos aportan las Vidas y razós, biografías y comentarios sobre sus poesías escritos en el siglo XIII, nos permiten conocer con fidelidad el ambiente social y cultural en que se dio este importante movimiento poético.
Por el contrario, hubo otras mujeres en el mismo ambiente feudal occitano que compusieron canciones que seguían las pautas iniciadas por los trobadores y se convirtieron en trobairitz.
Entre los 2.500 textos poéticos de trovadores provenzales, existen unas 46 canciones que corresponden a una voz femenina que no se ha atribuido a ningún trovador. Estos textos se distribuyen entre 20 mujeres cuyos nombres aparecen en las rúbricas de los Cancioneros o en el interior del texto. Indudablemente hubo más trobairitz y, desde luego, canciones.
Las trobairitz pertenecían, pues, al mismo círculo familiar y social que se relacionó con los trovadores, que era el que podía acceder a la cultura, tanto hombres como mujeres. Y aprendieron una lengua que no hablaban y el lenguaje de la poética trovadoresca, a medir versos, a seleccionar rimas y a poner música a sus canciones, fijándose atentamente en la de sus colegas masculinos. Y se decidieron a divulgarlas, quizá cantándolas ellas mismas, como lo hacían muchos trovadores, o por medio de una juglaresa, y sin considerarse nunca como profesionales.
La iconografía representa muchas veces algunas mujeres con un instrumento musical en la mano o con actitud declamatoria, lo que apoya que la actuación femenina era considerada como un elemento no insólito en la vida cultural de la época.
Fuente:
- Breve historia feminista de la literatura española - Myriam Díaz-Diocaretz / Iris M. Zavala