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15 de noviembre de 2016

El reino latino de Jerusalén

Godofredo de Bouillon
El 15 de julio de 1099, el ejército cruzado mandado por Godofredo de Bouillon, duque de la Baja Lorena, tomaba por asalto Jerusalén a los musulmanes. Fue el remate de una empresa que se había iniciado con la concentración ante los muros de Constantinopla de los efectivos militares procedentes de distintos rincones de la Europa occidental, y que había proseguido, en medio de inenarrables peripecias, a lo largo de la meseta de Anatolia y del litoral sirio.

Las conquistas de los occidentales en Ultramar se articularon en cuatro pequeños Estados: el reino de Jerusalén, el principado de Antioquía y los condados de Edesa y Trípoli, dotados de un amplio margen de autonomía. En ellos encontraron su fortuna algunos miembros de las grandes familias de la nobleza europea: los herederos de Godofredo de Bouillon y los Lusignan en Jerusalén o ramas colaterales de los Hauteville normandos en Antioquía.

El reino latino de Jerusalén y sus apéndices fueron un campo de experimentación en Siria de las instituciones occidentales, aunque con los matices propios del medio en que hubieron de desenvolverse. Los “Assises de Jerusalén” son la mejor expresión de lo que fue esta “feudalidad de exportación”. Junto al monarca de Jerusalén se encuentran una serie de organismos, muestra de las fuerzas sociales en juego: la Cour de Liges, para solventar problemas entre los caballeros; la Cour de Bourgeois y la Cour de la Chaine, con idénticas funciones cara a los mercaderes; y la Cour de Rais, para solucionar los pleitos de la población indígena.

La defensa del territorio corrió a cargo de las órdenes militares, instituciones en las que convergían los ideales de la ascesis eclesiástica (castidad, pobreza y obediencia) y el ideal caballeresco (protección a los peregrinos y a los Santos Lugares): Orden de San Juan o del Hospital de Jerusalén, fundada en 1120; Caballeros del Temple, fundada en 1118 y Caballeros Teutónicos fundada en 1198.


Fuente:
* Emilio Mitre Fernández, Introducción a la historia de la Edad Media europea. Ed. Istmo, 1976


22 de octubre de 2012

Las Cruzadas (X): La Novena Cruzada (1271-1272)

La Novena Cruzada se considera la última gran cruzada medieval emprendida. Tuvo lugar en 1271–1272 después del fracaso de Luis IX de Francia para capturar la ciudad de Túnez en la Octava Cruzada.

La Novena Cruzada fue emprendida por el futuro Eduardo I de Inglaterra, y comenzó con las noticias de que el sultán mameluco de Egipto, Baybars, había reducido el Reino de Jerusalén, el más importante estado cruzado, a una pequeña franja de tierra entre Sidón y Acre.

En 1271 y principios de 1272 Eduardo luchó contra Baybars después de firmar alianzas con algunos de sus oponentes, como los mongoles. En 1272 Eduardo entabló contacto para firmar una tregua, pero Baybars trató de asesinarlo. Entonces Eduardo comenzó los preparativos para atacar Jerusalén, pero cuando estaba listo para el asedio llegó la noticia de la muerte de su padre, Enrique III de inglaterra. Eduardo, como heredero al trono, decidió regresar a Inglaterra y firmó un tratado de paz con Baybars. Así concluiría la Novena Cruzada y última de las cruzadas de las Edad Media.

La expedición organizada por el Príncipe Eduardo de Inglaterra estuvo falta de recursos y de tropas. Sin embargo, consiguió una tregua de diez años y casi veinte años de supervivencia de los reinos cristianos de Oriente. Después de concluidas las treguas, en 1291, los mamelucos conquistaron todos los territorios cristianos en Siria.

Con la Novena Cruzada acababa el período de las Cruzadas en "Tierra Santa", 208 años después de que el Papa Urbano II predicase la Primera Cruzada.


Fuente:
Historia Universal

8 de octubre de 2012

Las Cruzadas (IX): La Octava Cruzada (1270)

Entre 1250 y 1260, las disputas entre los mercaderes genoveses y los venecianos provocaron el abandono de los dos puertos sirios, lo cual fue aprovechado por los egipcios. Así, entre 1265 y 1268 los mamelucos, comandados por Baibars, conquistaron Galilea, Antioquía, Torón y Arsuf.

El entonces rey de Francia, Luis IX (futuro San Luis), se decidió a organizar una nueva cruzada tras el ofrecimiento del rey de Túnez, Muley Mostansah, de convertirse al cristianismo y crear una base militar en Túnez para atacar Egipto.

En 1270 se organizó la expedición que embarcó en el puerto de Aguas Muertas, Francia, con dirección a Túnez. Pero al llegar el rey Luis descubrió que el tunecino le había engañado, por lo que decidió sitiar la ciudad. Durante el asedio los cruzados sufrieron una epidemia de peste que provocó la muerte de muchos, entre ellos el propio Luis IX, su hijo y el legado pontificio.

A la muerte de Luis, el nuevo rey Felipe III asumió el mando de la cruzada. Logró un acuerdo con el rey tunecino por el que se establecía el libre comercio con Túnez y se garantizaba la residencia para monjes y sacerdotes en dicho territorio. Tras el acuerdo Felipe se embarcó y una tormenta destruyó varias naves pereciendo más de 4.000 cruzados. Los supervivientes se negaron a seguir al rey francés.

Poco después, en 1274, el Papa Gregorio X exhortó a otra cruzada, y aunque algunos soberanos prometieron participar en ella, nunca se llevó a cabo.


Fuente:
Las Cruzadas

31 de agosto de 2012

Las Cruzadas (VIII): La Séptima Cruzada

Al finalizar los diez años de tregua firmados durante la Sexta Cruzada, Ricardo de Cornualles y Teobaldo IV de Champagne se dirigieron a Jerusalén para mantenerla bajo su custodia. Sin embargo, en el año 1244 los turcos la saquearon, profanaron los restos de antiguos reyes cruzados y masacraron a más de 30.000 cristianos. Esto abrió la puerta para organizar la séptima cruzada y recuperar la Tierra Santa, nuevamente.

La séptima cruzada fue predicada por el Papa Inocencio IV durante el Concilio de Lyon, y su dirección fue encargada a Luis IX de Francia.

El rey Luis IX de Francia, a quien posteriormente se le conoció como San Luis, pasó tres años organizando el ejército cruzado, que llegó a tener 35.000 hombres. Partió desde Marsella en el año se 1248. Hizo escala en Chipre antes de atacar Egipto.

Los Mongoles conquistaron la ciudad de Bagdad, bajo el dominio de Al-Mustaim, último Califa de Bagdad. Esto puso fin a la dinastía Abasida. En junio de 1249, el ejército de San Luis recuperó la ciudad de Damieta e intentó conquistar la ciudad de El Cairo, con el único fin de controlar el paso en el Nilo. Los musulmanes reaccionaron tomando los suministros de alimentos de los cruzados. Esto provocó hambre y enfermedades.

Luis IX de Francia (El Greco)
En el Cairo se llevó a cabo la batalla de Mansurah o batalla del Campo de sangre, donde las tropas de Luis IX fueron atacadas por los mamelucos en una sangrienta batalla. A los cruzados no les quedó más opción que replegarse. Sin embargo, al ir en retirada, San Luis y su ejército fueron tomados prisioneros y llevados a Al-Mansur. La esposa del monarca, quien se encontraba en Damieta, tuvo que pagar un rescate de 800.000 piezas de oro, entregar la ciudad de Damieta y el territorio egipcio conquistado, para que el rey pudiera ser puesto en libertad.

Al salir de su cautiverio, San Luis emprendió su viaje hacia Palestina, junto a su hermano Carlos D´Anjou, Rey de Nápoles. Permaneció por cuatro años en Tierra Santa, tiempo durante el cual liberó a los prisioneros cristianos.


Fuente:
Las Cruzadas


15 de julio de 2012

Hallan en Israel más de cien monedas de las Cruzadas

Una pila de monedas de oro de mil años de antigüedad ha sido desenterrada en un famoso campo de batalla de las Cruzadas, donde cristianos y musulmanes lucharon por el control de Tierra Santa, según anunciaron arqueólogos israelíes.

El tesoro fue desenterrado de las ruinas de un castillo en Arsuf, un bastión estratégico durante el conflicto religioso de los siglos XII y XIII.

Las 108 monedas - una de las colecciones más grandes de monedas antiguas descubiertas en Israel - fueron encontradas en el interior de un jarrón de cerámica bajo un suelo de azulejos en unas ruinas en un acantilado a 15 km de Tel Aviv.

"Es un hallazgo no habitual. No tenemos mucho oro del que circuló entre los cruzados", dijo Oren Tal, profesor de la Universidad de Tel Aviv que encabezó la excavación.

Arsuf, con vistas al Mediterráneo, fue el lugar de una famosa victoria en el siglo XII de Ricardo Corazón de León sobre Saladino.

Unos 80 años después, en 1265, el ejército musulmán volvió con un general diferente, y asedió la ciudad durante cuarenta días. Cuando las murallas exteriores cayeron, los caballeros se refugiaron en el castillo, que finalmente fue destruido.

Las monedas, según Tal, pertenecieron a los Caballeros Hospitalarios que habitaron el castillo. Pudieron haber sido parte de la cantidad que tenían que pagar para arrendar la tierra, o quizás beneficios de actividades industriales, dijeron.

Las monedas de oro pesan unos 400 gramos en total. Algunas fueron acuñadas dos siglos antes en Egipto, y serán estudiadas durante el próximo semestre, dijo Tal.


Fuente:
Europa Press

22 de junio de 2012

Las Cruzadas (VII): La Sexta Cruzada (1228-1229)

Tras el fracaso de la Quinta Cruzada, el emperador Federico II de Hohenstaufen firmó el Tratado de San Germano (1225), por el que se comprometía a llevar una cruzada hacia Tierra Santa, pero por razones políticas había retrasado en varias ocasiones el inicio de su viaje a Jerusalén. Cuando en el año 1227, debido a una enfermedad se vio obligado a posponer la cruzada una vez más, fue excomulgado por El Papa Gregorio IX. Sin embargo, al año siguiente, Federico fue a Jerusalén, mientras que el Papa se refería a él como "Anticristo". Esta cruzada fue la única que tuvo éxito.

El emperador Federico II emprendió camino hacia Jerusalén con un ejército relativamente pequeño, habría llegado hasta Acre en septiembre del año 1228 y en febrero del año 1229 celebró un acuerdo con al-Malik al-Kamil, nieto de Saladino y sultán ayubí, con el que mantuvo relaciones diplomáticas y de amistad. Los cristianos recuperarían Belén, Nazaret, Sidón y Torón (Ahora Tibnin), además de Jerusalén, exceptuando la Cúpula de la Roca que es sagrada para el Islam, y los bandos beligerantes acordarían una tregua de 10 años. Por el contrario, los cristianos reconocerían la libertad de culto para los musulmanes en las ciudades cristianas. Debido a esto, el Papa excomulgó a Federico II una vez más.

El 18 de marzo de 1229 Federico II de Alemania recibió la corona de Rey de Jerusalén con motivo de su matrimonio con Isabel de Brienne, a pesar de la oposición del clero local y de casi todos los señores feudales. Esta coronación formal no era auténtica, ya que Federico II estaba marcado por la excomunión, lo cual no le permitía participar en ceremonias religiosas.

Federico II
El Tratado de Paz fue una demostración de apertura y tolerancia de Federico II hacia los árabes y el Islam. El Sultán al-Kamil también tuvo motivos políticos para negociar con los cristianos, ya qué estaba preparando una campaña contra su hermano al-Mu'azzam de Damasco y no quería ser perturbado por las iniciativas de los cruzados.

El Tratado fue de importancia mundial, ya que hubo un compromiso entre los intereses de Oriente y de Occidente. Entre sus consecuencias, se produjo un enorme aumento de los intercambios culturales y comerciales entre el levante y el poniente. Sin embargo, sólo podría mantenerse siempre y cuando el sultan al-Kamil permaneciera con vida y Federico II fuera capaz de ejercer su influencia en el Reino de Jerusalén. Los descendientes de estos líderes causaron un contraste entre el mundo cristiano y el mundo islámico.

Federico II prmaneció durante algunos meses en Tierra Santa, intentando, sin éxito, poner orden a la situación del reino de Jerusalén. La relación con el papado, sin embargo, no mejoró mucho. El Papa estaba decepcionado por la efímera victoria y una Jerusalén a merced de los musulmanes, desmilitarizada, sin murallas e indefendible. El Papa también se sentía decepcionado por la solución diplomática de Federico II, pero la razón quizás más importante de esta decepción fue el resentimiento del Papa por el nuevo éxito de aquel emperador que amenazaba su supremacía en la región de Italia.

La Sexta Cruzada fue un éxito: Jerusalén fue una vez más cristiana y Federico II demostró que los estados cruzados se podrían mantener por otros medios que no fuesen militares.

Pero quedaron atrás muchos problemas sin resolver. Las fortificaciones de Jerusalén no se reconstruyeron, y la ciudad estaría a merced de los musulamanes después de la culminación de la tregua de 30 años acordada.

Después de la partida de Federico II y del fin de la tregua, el Reino de Jerusalén fue reconquistado por las fuerzas islámicas en 1244.


Fuente:
Historia Universal

5 de junio de 2012

Las Cruzadas (VI): La Quinta Cruzada (1217-1221)

Hacia 1210, en el momento más esplendoroso del Medievo en Occidente, algunas voces empezaron a criticar la situación. El fiasco de la Cuarta Cruzada y el saqueo de Constantinopla, la persecución sangrienta contra los cátaros, los enfrentamientos entre Francia e Inglaterra, la inestabilidad política en Alemania y la atomización de Italia eran los principales problemas de la cristiandad, que parecía haberse olvidado de Tierra Santa. No obstante, allá seguían llegando peregrinos a los que había que atender, y con creces, pues muchos se quedaban un año e incluso más; buena parte de ellos pagaba su estancia enrolándose en el ejército como mercenarios.

Las órdenes de templarios, hospitalarios y del Santo Sepulcro mantenían sus actividades gracias a las rentas que les llegaban de sus encomiendas de Europa, pero daba la impresión de que el papado y los reyes cristianos habían renunciado a recuperar Jerusalén. La tensión fue en aumento y el ancestral odio que se profesaban mutuamente templarios y hospitalarios estalló de modo violento en 1217, produciéndose entre ambas órdenes enfrentamientos armados en las calles de algunas ciudades de Palestina, con muertos por ambos bandos. La animadversión recíproca ya no desaparecería nunca.

Inocencio III, tal vez a petición de los templarios, decidió predicar una nueva cruzada, ahora sí contra el islam, pero mientras la estaba preparando murió en 1216 sin haber llegado a convocarla. Lo hizo su sucesor, Honorio III. Los templarios fueron informados de inmediato y pusieron en marcha una gigantesca campaña en busca de fondos para financiarla. El éxito fue considerable. En apenas un año lograron recaudar la fabulosa cifra de un millón de besantes, la moneda de oro bizantina, con los cuales iniciaron la construcción de la que iba a ser su más imponente fortaleza en Palestina, el famoso castillo Peregrino, en la localidad de Athlit, unas pocas millas al sur de la ciudad de Haifa, donde hasta entonces sólo tenían una atalaya denominada torre Destroit.

Templario y Hospitalario
A la llamada del papa respondieron franceses, alemanes, austríacos y húngaros, con su rey Andrés a la cabeza, que además dejó su reino en custodia del maestre provincial de Hungría, un caballero templario llamado Pons de la Croix. El volumen de tropas era considerable, pero la logística fue un desastre. Nadie había previsto la manera en que tantos soldados iban a desplazarse al otro lado del Mediterráneo, de manera que cada cual hizo el viaje como pudo. Las tropas que lograron llegar se concentraron en Acre, donde templarios y hospitalarios aguardaban para unirse a ellas. Eran bastantes, y además cada grupo obedecía sólo a su señor, con lo que no hubo manera de organizar una fuerza homogénea. Además, el rey Andrés de Hungría se marchó enseguida: apenas tocó Tierra Santa, se dedicó a comprar todo tipo de reliquias -hasta una jarra con la que Cristo convirtió el agua en vino en las bodas de Caná-, declaró que había cumplido su voto de cruzado y regresó a su reino.

En las últimas semanas de 1217 siguieron llegando más y más cruzados hasta que su número fue considerado suficiente para emprender la campaña militar. Con muchas reticencias por parte de los nobles llegados de Europa, al fin se decidió que el rey Juan de Jerusalén dirigiera el ejército. La campaña militar de la Quinta Cruzada tenía como objetivo Egipto, donde radicaba el poder del Imperio mameluco. El plan consistía en destruir las bases musulmanas en el delta del Nilo e intentar la conquista de El Cairo. La ocupación de la ciudad de Damieta, en el gran brazo oriental del río, era vital para continuar hacia El Cairo. Los cruzados llegaron al delta en la primavera de 1218. Durante un año, en el que sufrieron todo tipo de penalidades, se mantuvieron firmes, hasta que el 21 de agosto de 1219 decidieron ocupar Damieta. Como solía ser habitual, templarios y hospitalarios fueron los primeros en lanzarse al asalto. El resultado fue cincuenta templarios y treinta dos hospitalarios muertos, y el ataque rechazado. Dos testigos de excepción estaban presentes ese año en el delta del Nilo. Por un lado, el templario alemán Wolfram von Eschenbach, a quien le impresionó tanto el arrojo de sus hermanos en la Orden que a su regreso a Alemania escribió el poema épico Parsifal, en el cual convirtió a los templarios en los guardianes del Santo Grial.

Honorio III
El otro gran personaje era Francisco de Asís, considerado como un santo en vida, que viajó desde Italia con el convencimiento de que mediante la palabra y la buena voluntad se podía poner fin a tantas muertes y tantas guerras. En aquella plétora de guerreros, mercenarios y aventureros, el santo de Asís debía de ser el único que creía realmente que los conflictos podían resolverse mediante el diálogo y el entendimiento mutuo. A los templarios, las ideas de Francisco de Asís debieron de parecerles como de otro mundo. Ellos eran los guerreros de Dios, los soldados de Cristo, y estaban allí para defender a la cristiandad y para matar musulmanes. Así constaba en el discurso que les dedicara San Bernardo de Claraval y eso era lo que les habían enseñado y para lo que estaban aleccionados.

El asedio de Damieta acabó de manera inesperada. Los defensores musulmanes, aislados y sin alimentos, fueron muriendo de hambre y de enfermedades. Allí falleció, víctima de la fiebre, el maestre Guillermo de Chartres el 26 de agosto de 1218. Cuando los cruzados se dieron cuenta de lo que estaba pasando, se acercaron con cautela a la ciudad y la tomaron sin apenas lucha. Ya no quedaban hombres vivos o sanos. El sultán de Egipto ofreció un pacto: entregarles Palestina a cambio de la paz y de la devolución de Damieta, además de reintegrarles la Vera Cruz.

No se llegó a un acuerdo y se reanudaron las hostilidades. Los cruzados dominaban parte del delta del Nilo, pero estaban atrapados en un terreno pantanoso que además se inundaba cada año con las crecidas del río. En el verano de 1220 los musulmanes abrieron los canales aguas arriba y toda la zona se inundó, causando un enorme desconcierto en los cruzados, que iniciaron una desordenada retirada. Miles de musulmanes cayeron sobre ellos provocando una matanza. Los cruzados capitularon y abandonaron Egipto. La Vera Cruz, que el sultán había ofrecido devolver a los cristianos, no apareció.


Fuente:
es.scribd.com

Para saber más:
Wikipedia - Wolfram von Eschenbach
Historia Universal - La Quinta Cruzada
Wikipedia - Honorio III

20 de mayo de 2012

Las Cruzadas (V): La Cuarta Cruzada (1202-1204)

La Cuarta Cruzada tuvo lugar entre 1202 y 1204 y es también conocida como la "cruzada mercantil" por haber sido desviada de su propósito original por el duque de Venecia, Enrico Dandolo, quien promovió el saqueo de la ciudad de Zara (actual Zadar, Croacia) primero, y luego de Constantinopla, donde se fundó el Imperio Latino de Constantinopla.

En el año 1198 el Papa Inocencio III comenzó a predicar una nueva cruzada para recuperar Tierra Santa de manos de los musulmanes. La convocatoria tuvo cierto éxito entre la nobleza europea y la cruzada fue emprendida por Balduino IX, conde de Flandes, y Bonifacio II, marqués de Montferrat. El traslado de los ejércitos cruzados se llevó a cabo desde Venecia, república comercial que en aquel entonces mantenía una gran tensión con Constantinopla debido a la masacre y confiscación de bienes que sufrieron en 1182 los comerciantes venecianos como represalia por sus excesivos privilegios comerciales.

Si por un lado la pretensión papal de esta cruzada apuntaba a la destrucción del poderío musulmán en Egipto y luego en Jerusalén, por otro lado la tensión entre Venecia y los bizantinos acabaría por influir en el transcurso de las operaciones militares, cuyos objetivos se centraron cada vez más en Constantinopla. La ciudad Estado de Venecia influyó de manera determiante en el saqueo de Constantinopla debido a la intención de vengar la masacre de sus mercaderes. Además, Egipto tenía buenas relaciones en todos los niveles con Venecia.

Inocencio III
Los caballeros cruzados estaban en dificultades económicas para pagar los 85.000 marcos de oro que Venecia había exigido por el transporte de sus ejércitos hacia Egipto. Las tropas cruzadas estaban acampadas en la isla de Lido en espera de una solución al pago de la travesía, cuando recibieron una propuesta del duque veneciano Enrico Dandolo quien les propuso aplazar el pago de su deuda a cambio de que en lugar de rescatar  Jerusalén con una incursión en Egipto, como era el plan original, ayudaran a los venecianos a reconquistar la ciudad de Zara.

Esta ciudad llegó a caer en el poder de los ejércitos cruzados en 1202, en contra de los deseos del papa Inocencio III, quién condenó enérgicamente la secularización de la Cuarta Cruzada e incluso excomulgó a los líderes venecianos.

Llegaron noticias Constantinopla de que el emperador Isaac II había sido derrocado por su hermano Alejo III. El hijo de Isaac II, de nombre Alejo IV, logró escapar y pidió ayuda a los cruzados para recuperar el trono, con lo que se tenían que desviar de su camino hacia Jerusalén e ir a Constantinopla. A cambio les prometió dinero y recursos del Imperio para la reconquista de Jerusalén.

En 1203 los cruzados tomaron Constantinopla y coronaron a Alejo IV como emperador de Bizancio junto con su padre, Isaac II. El papa Inocencio III acepta la situación, soñando con un acercamiento entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa. Los nuevos emperadores debieron establecer nuevos impuestos para el pago de las promesas hechas a los cruzados, lo que rápidamente produjo revueltas en todo el Imperio Bizantino.

Mapa de la Cuarta Cruzada

Alejo IV murió a manos de los bizantinos, lo que impulsó a Venecia para recuperar el poder en el Bósforo. Para ello contaron con el apoyo de los cruzados, que en abril del año 1204 atacaron Constantinopla de nuevo, lo que produjo tres días de masacres y saqueos en la ciudad.

Estatuas, mosaicos, reliquias y riquezas acumuladas durante casi un milenio fueron saqueados o destruidos durante los incendios. Se decidió crear un estado llamado Imperio Latino de Constantinopla, que sería sucesor del destruido Imperio Bizantino y heredero de él. Su primer monarca fue Balduino IX de Flandes.

Aunque debilitado el Imperio Bizantino no llegó a desaparecer. Recuperó su fuerza en el año 1261 cuando Miguel VIII Paleólogo, emperador de Nicea, toma el poder y hace renacer a Bizancio.

La tregua firmada durante la Tercera Cruzada (Cruzada de los Reyes) por Ricardo Corazón de León y Saladino en 1191 se mantuvo, a pesar de la desastrosa Cuarta Cruzada.


Fuente:
Historia Universal

Para saber más:
MundoCity - La Cuarta Cruzada y el saqueo de Constantinopla
Edadmedia.cl - Inocencio III y la Cuarta Cruzada

6 de mayo de 2012

Las Cruzadas (IV): La Tercera Cruzada (1189-1192)

Después de la infructuosa segunda Cruzada, la situación de los Estados cristianos de Oriente continuó suscitando serios temores. Las luchas intestinas entre los príncipes, las intrigas cortesanas, las disputas de las órdenes religioso-militares y los intereses privados, constituían causas de debilidad para los cristianos y favorecían la nueva ofensiva de los musulmanes. Antioquía y Jerusalén -los centros más importantes de las posesiones cristianas- carecían de fuerzas suficientes para defenderse sin ayuda ajena. Nur-ed-Din Mahmud, enérgico soberano de Siria, se adueñó de Damasco y en la segunda mitad del siglo XII amenazó Antioquía. Pero el verdadero peligro provino de Egipto, donde el kurdo Saladino, jefe de talento y político sutil y de amplias miras, había derribado al último Fatimita, fundando la dinastía Eyubida. A la muerte de Nuredin, Saladino conquistó Siria y gran parte de Mesopotamia, amenazando así el reino de Jerusalén por el Este, el Sur y el Norte.

En aquella época Jerusalén era presa de turbulencias que Saladino no desconocía. Informado de que una caravana musulmana, con la que viajaba su hermana, había sido atacada por los cristianos, Saladino pasó la frontera del reino de Jerusalén y en 1187, junto al lago de Tiberíades, en Hittin (Hattin), batió a las tropas cristianas. El rey de Jerusalén y otros príncipes reinantes cayeron prisioneros. Saladino ocupó varias plazas del litoral, como Beirut, Sidón, Jaffa y otras, impidiendo de este modo la llegada de refuerzos a los cristianos. Después marchó sobre Jerusalén, que sin gran dificultad tomó en otoño del mismo año (1187). De manera que todos los sacrificios de Europa y todo su entusiasmo religioso no habían servido de nada. Jerusalén había pasado de nuevo a manos de los infieles y se imponía una Cruzada más.

Mapa de la Tercera Cruzada

En 1187 el Papa Gregorio VIII convocó una nueva Cruzada. A la Cruzada pronto se unieron Enrique II de Inglaterra y Felipe II Augusto de Francia. Más tarde también se unió el emperador Federico I Barbarroja.

La respuesta al llamamiento a la Cruzada fue buena, porque había un gran fervor religioso en toda Europa. Los reyes de Inglaterra y Francia acordaron una tregua en la guerra que les enfrentaba, e impusieron a sus respectivos súbditos un "diezmo de Saladino" para financiar la empresa. En Gran Bretaña, Balduino de Exeter, arzobispo de Canterbury, viajó a Gales, donde convenció a 3.000 guerreros de que tomaran la cruz.

Enrique II de Inglaterra murió el 6 de julio de 1189, tras ser derrotado por su hijo Ricardo y el rey de Francia. Ricardo I, más conocido por su sobrenombre "Corazón de León", heredó la corona y de inmediato comenzó a recaudar fondos para la Cruzada.

Federico I Barbarroja fue el primer rey en partir hacia Tierra Santa, en mayo de 1189. Federico había reunido un ejército tan numeroso que no pudo ser transportado por el Mar Mediterráneo, y tuvo que atravesar a pie Asia Menor. El 10 de junio de ese mismo año, al atravesar el río Saleph, Federico cayó de su caballo y se ahogó por la pesada armadura. Su hijo Federico VI llevó a su ejército a Antioquía, y dio sepultura a su padre en la iglesia de San Pedro de dicha ciudad. En Antioquía, muchos de los supervivientes del ejército alemán murieron de peste bubónica.

Asedio de San Juan de Acre
Los cruzados ingleses llegaron a Acre desde donde se dirigen hacia Jaffa a través de la costa. Algunos kilómetros a las afueras de Acre la caballería turca de Saladino atacó la parte posterior de la formación cruzada pero el ataque fu repelido.
El avance de la columna cruzada se vería entorpecido por el continuo acoso sarraceno. El hostigamiento duró varios días hasta que llegaron a Haifa. El campamento cruzado fue instalado junto al río recibiendo las provisiones de la flota que avanzaba por la costa.

Al amanecer del 7 de septiembre de 1191 los cruzados levantaron su campamento y cruzaron el río Rachetaillee, encontrándose con un gran ejército sarraceno que bloqueaba su avance. El ejército sarraceno se dirigió hacia el flanco izquierdo cruzado y Ricardo procedió a la organización de su ejército en cinco divisiones.
La caballería turca de Saladino, apoyado por lanceros árabes y arqueros nubios, continuó su ataque al flanco izquierdo pero Ricardo aguantó y contuvo el ataque, esperando el cansancio de las monturas sarracenas.

Ricardo I 'Corazón de León'
A media tarde los caballeros hospitalarios y franceses no resistieron la presión y se lanzaron a la carga contra el ala derecha de la caballería de Saladino. Ante el éxito inicial Ricardo envió a los templarios, bretones y angevinos en una segunda carga hacia el flanco izquierdo sarraceno. Viendo los resultados del contraataque cruzado, Saladino envió a su guardia personal a la lucha. Los cruzados aguantaron una vez más el empuje y continuaron con su ataque lo que provocó la derrota de buena parte de las tropas sarracenas mientras que el resto se dispersó hacia las colinas cercanas a Arsuf. Las bajas de Saladino se cifraron en unos 7.000 soldados. 
Después de la victoria los cruzados se dirigieron hacia Jaffa sin oposición, alcanzando la ciudad en tres días. Desde allí se dirigieron a Jerusalén, llegando hasta 20 kilómetros de la Ciudad Santa. Debido a las fuertes defensas, a la cercanía del ejército de Saladino en la retaguardia y al mal tiempo reinante, el rey Ricardo decidió retirarse hacia Ascalón. 

La tercera Cruzada finalizaría con el pacto entre Saladino y Ricardo por el que se garantizaba a comerciantes y peregrinos el libre acceso a Jerusalén, manteniendo la ciudad en manos sarracenas. La franja de terreno entre Tiro y Jaffa quedaba en manos cruzadas al igual que la isla de Chipre.


Fuentes:
- Artehistoria
- Biblioteca Tercer Milenio. Historia del Imperio Bizantino (Alexander A. Vasiliev)
- www.erain.es
- Wikipedia

Para saber más:
Vidasdefuego.com - Biografía de Saladino, el defensor del Islam

28 de abril de 2012

Las Cruzadas (III): La Segunda Cruzada (1147-1149)

Mientras la primera generación de cruzados se asentaba en sus nuevos dominios de ultramar en un vano intento de afincarse definitivamente, los estados musulmanes se fueron cohesionando en el siglo XII. En el Oriente musulmán se crearon alianzas estatales más o menos importantes.

Los invasores de Occidente encontraban una creciente resistencia, aunque no sólo por parte del mundo musulmán. Cada año empeoraban las relaciones de los estados cruzados con Bizancio. Los gobernantes bizantinos veían con malos ojos al reino de Jerusalén, surgido en territorio que había pertenecido a su imperio. Sobre todo irritaba a las altas esferas de Bizancio la existencia del principado normando de Antioquía. La situación se hizo muy crítica en 1137, cuando el emperador bizantino Juan Comneno llegó con sus tropas a Antioquía y tomó la ciudad, aunque por poco tiempo.

Mientras, los selyúcidas asestaron a los cruzados el primer golpe de importancia. Zengi, emir de Mosul, tomó y destruyó la ciudad de Edesa en 1144, apoderándose luego de todo el territorio de ese condado. La caída de Edesa puso en serio peligro la existencia del resto de los estados cruzados.

Papa Eugenio III
Fueron enviados con urgencia embajadores al Papa Eugenio III, para pedirle que “el victorioso coraje de los francos” protegiese a Oriente de las nuevas desdichas. Eugenio III envió rápidamente un mensaje a Luis VII, rey de Francia, instándole a asumir “la defensa de la fe”. El Papa urgía el envío de tropas prometiendo a los participantes la bendición apostólica, la absolución de los pecados y la exención de impuestos.

Igual que medio siglo antes, en Occidente fue desplegada una gran campaña en favor de una nueva expedición a Oriente. El más enérgico inspirador de la cruzada y su promotor fue Bernardo de Claraval, prior de los cistercienses y uno de los líderes más reaccionarios del catolicismo de la época. En él recayó el encargo del Papa Eugenio de predicar la cruzada.

Al llamamiento de Bernardo de Claraval y de sus colaboradores acudieron numerosos pobres, principalmente de las regiones azotadas por el hambre. No obstante, en las masas campesinas apenas existía aquel entusiamo religioso de la primera cruzada. Por el contrario, las bulas papales y los sermones de Bernardo de Claraval fueron recibidos calurosamente por los señores feudales. Igual que la primera vez, numerosos caballeros guiados por la posibilidad de lucrarse abrazaron la causa. Personajes ilustres franceses como los condes Alfonso de Tolosa y Guillermo de Nevers, Enrique -heredero del condado de Champaña- y el conde Tierry de Flandes, se mostraron dispuestos a hacer la guerra a los paganos.

Bernardo de Claraval
En la segunda cruzada participaron por primera vez testas coronadas: el primero fue Luis VII de Francia y luego Conrado III Hohenstaufen.

La decisión definitiva de iniciar la campaña fue adoptada en una reunión de la nobleza francesa en Etampes, en febrero de 1147. En dicha reunión estuvieron presentes los embajadores alemanes. En el verano de 1147 fueron formadas las milicias de cruzados de Francia y Alemania. Cada una estaba compuesta por 70.000 caballeros aproximadamente, que fueron seguidos por muchedumbres de millares de campesinos pobres.

Cuando ambos reyes llegaron a Tierra Santa (por separado) decidieron que Edesa era un objetivo poco importante y marcharon hacia Jerusalén. Desde allí, para desesperación del rey Balduino III, en lugar de enfrentarse a Nur al-Din (hijo y sucesor de Zengi), eligieron atacar Damasco, estado independiente y aliado del rey de Jerusalén.

Los cruzados atacaron Damasco desde el oeste, donde las huertas les facilitaban un constante aprovisionamiento de víveres. Llegaron el 23 de julio, con el ejército de Jerusalén en vanguardia, seguido por Luis, y a continuación Conrado, en la retaguardia. Los musulmanes estaban preparados para el ataque y hostigaron constantemente al ejército, avanzando por las huertas. Los cruzados consiguieron abrirse camino y expulsar a los defensores al otro lado del río Barada y a Damasco; llegados al pie de las murallas, emprendieron inmediatamente el asedio de la ciudad. Damasco había pedido ayuda a Saif ad-Din Ghazi I de Aleppo y Nur ad-Din de Mosul, y el visir Mu'in ad-Din Unur.

Luis VII de Francia
Los cruzados no podían ponerse de acuerdo sobre a quién le correspondería la ciudad en caso de que la conquistaran. El 27 de julio decidieron trasladarse al lado este de la ciudad, que estaba menos fortificada pero era menos rica en comida y agua. Por entonces Nur ad-Din ya había llegado, y les fue imposible regresar a su posición anterior. Primero Conrado, y luego el resto de los cruzados, decidieron levantar el sitio y regresar a Jerusalén.

La expedición fue un fracaso, ya que tras solo una semana de asedio infructuoso, los ejércitos cruzados se retiraron y volvieron a sus patrias. Con este ataque inútil consiguieron que Damasco cayera en manos de Nur al-Din, que progresivamente iba cercando los estados francos. Más tarde, el ataque por parte de Balduino II a Egipto, iba a provocar la intervención de Nur al-Din en la frontera sur del reino de Jerusalén, preparando el camino para el fin del reino y la convocatoria de la Tercera Cruzada.


Fuentes:
- www.erain.es
- Historia de las cruzadas - Mijail Zaborov

Para saber más:
www.ranimirum.com - Segunda Cruzada
Reocities - San Bernardo y la Segunda Cruzada
Imperio Bizantino - La II Cruzada (el sitio de Damasco)

20 de abril de 2012

Las Cruzadas (II): La Primera Cruzada (1096-1099)

En marzo de 1095, el Papa Urbano II recibió una petición de ayuda del emperador de Bizancio Alejo I Comneno, que le solicitaba el envío de mercenarios cristianos para combatir a los selyúcidas, que se habían adueñado de Asia Menor y habían ocupado los Santos Lugares. Para debatir el asunto, el Papa Urbano convocó en noviembre de ese mismo año el Concilio de Clermont, donde pronunció un dramático llamamiento dirigido a todos los cristianos occidentales para que tomasen las armas y acudiesen a defender Tierra Santa.

Los terratenientes que participaran en la expedición tenían garantizada la defensa de sus tierras por parte de la Iglesia hasta su regreso. Los delincuentes verían perdonados sus delitos y los nobles de vida disipada verían olvidados sus deslices. En definitiva, todo aquel que cayera luchando por la verdadera fe, obtendría el perdón a todos sus pecados.

Los caballeros que oyeron la exhortación papal cortaron unos paños rojos en forma de cruz y se los colgaron en el pecho como signo de que querían participar en la expedición que proponía Urbano II. Al grito “Deus vult!” “¡Dios lo quiere!”, se ponía en marcha la Primera Cruzada.

Roberto II de Normandía luchando contra los musulmanes durante el
Sitio de Antioquía

Al mismo tiempo que Urbano II, varios predicadores entre los que destaca Pedro el Ermitaño, encendieron los ánimos de la gente más humilde llegando a reunir un gran ejército de campesinos, artesanos, mujeres y niños que pretendía conquistar Jerusalén por su cuenta. Este ejército desorganizado y sin ningún tipo de preparación militar fue duramente masacrado.

En junio de 1097 se conquista Nicea, capital de Rum, el sultanato turco de Asia Menor, que queda bajo soberanía bizantina. A esta primera victoria le sigue una durísima marcha hacia Siria, con el triunfo en la crítica batalla de Dorilea el 1 de julio. Luego, entre octubre de 1097 y junio de 1098 se estanca ante las murallas de Antioquia.

Cruzada de Pedro el Ermitaño
La victoria, el 28 de junio, facilita el camino hacia el sur, pero los príncipes, en lugar de avanzar, permanecen en la región mientras de disputan el botín. El gran triunfador es Bohemundo, que obtiene el gobierno de Antioquia en detrimento del conde de Tolosa. En vez de marchar hacia Jerusalén, tras la conquista de Antioquia los jefes cruzados pasaron meses disputándose el botín. 

El día 6 de julio, el provenzal Pedro Desiderio comunica que el obispo Ademaro se le había aparecido. Afirma que el eclesiástico insta a los jefes cruzados a ceder en su egoísmo, a ayunar y a marchar descalzos en torno a Jerusalén, tras lo cual conquistarán la ciudad al cabo de nueve días. El asalto comienza en la noche del 13 al 14 de julio, a cargo de 12.000 infantes y 1.200 o 1.300 caballeros. El viernes 15 de julio, el ejército cruzado conquista Jerusalén. Dos días después, los cruzados eligen al gobernante de Jerusalén Godofredo, cuyo enfrentamiento con Raimundo de Tolosa marcará el final de la cruzada. El nuevo patriarca de Jerusalén expulsó de la iglesia del Santo Sepulcro a todos los sacerdotes de ritos orientales.

La primera cruzada fue la única que triunfó de las ocho que hubo a lo largo de dos siglos. El despropósito duró tres años, empleados en la toma de Nicea, Antioquía y Jerusalén, logros a los que ayudó la división interna del enemigo musulmán. El gran desconocimiento geográfico de los cruzados hizo que se embarcaran ingenuamente en un viaje de proporciones que excedían a su imaginación.


Fuentes:
- Imperio Romano
- www.mgar.net
- Wikipedia
- Historia Universal

Para saber más:
Cruzadas. Trabajo sociales - La Cruzada popular
De Reyes, Dioses y Héroes - Pedro el Ermitaño
www.oocities.org - Discurso de Urbano II en el concilio de Clermont de 1095

18 de abril de 2012

Las Cruzadas (I): El origen

Las Cruzadas fueron una serie de campañas militares contra los musulmanes que habían conquistado Jerusalén en el año 1076. Para los cristianos Jerusalén era el lugar más sagrado que existía en el mundo y llegaron a llamarla “Ciudad de Dios”. Sin embargo, para los musulmanes también era un lugar de vital importancia, ya que allí se halla la “Cúpula de la Roca”, punto desde el cual Mahoma supuestamente ascendió a los cielos. Estas guerras duraron casi 200 años, desde el 1095 hasta el 1291 aproximadamente (los historiadores no se ponen de acuerdo sobre la fecha de finalización de la última cruzada).

El término “cruzada” tiene su origen en la cruz de tela que llevaban sobre la ropa los participantes en estas guerras, y ha sido utilizado desde la Edad Media hasta nuestros días para designar cualquier lucha emprendida contra los que la Iglesia ha considerado infieles, bien sean musulmanes, paganos, herejes, excomulgados e incluso los republicanos españoles durante la Guerra Civil.

El origen de las Cruzadas tiene mucho que ver con la expansión de los Selyúcidas en el Próximo Oriente y su conquista de Siria y Palestina. Otros pueblos turcos penetraron también en el Imperio Bizantino sometiendo a griegos, sirios y armenios, por lo que las Cruzadas fueron la respuesta del cristianismo occidental a estos sucesos, aunque también fueron el resultado de la ambición de unos papas ávidos de más poder político y religioso. Se podría decir que el ejército cruzado fue el brazo armado de la política papal.


Por otra parte, los historiadores ven como otra posible razón para la puesta en marcha de las Cruzadas el gran crecimiento de la población europea y de la actividad comercial entre los siglos XII y XIV. Las expediciones a Oriente darían salida al exceso de población y a las ambiciones de nobles y caballeros, ávidos de tierras y riquezas, aunque lo cierto es que participar en una cruzada no era nada barato para un caballero que se costease él mismo la expedición, ya que le suponía un gasto muy superior a sus ingresos habituales, eso sin contar los peligros a los que se exponía.

Sin embargo, a pesar de que las Cruzadas eran una empresa cara y peligrosa tuvieron gran aceptación entre la sociedad de la época. Era una sociedad de creyentes acérrimos manipulados por la Iglesia y los cruzados estaban convencidos de que su participación en estas guerras les garantizaba la salvación espiritual.


Fuentes:
- Historia Universal
- Wikipedia
- www.monografias.com

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