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16 de febrero de 2019

La muerte de Felipe II

Hay datos muy conocidos en la biografía del segundo monarca de la Casa de Austria en España, Felipe II, nacido en Valladolid en 1527: su temperamento frío, su acendrada religiosidad, su vida familiar marcada por la tragedia –enviudó cuatro veces, perdió a seis hijos y vio morir a la mayoría de sus hermanos, incluido el bastardo Juan de Austria–, la fracasada expedición de su Armada Invencible contra Inglaterra o su delicada salud (padeció una posible sífilis congénita, asma, artritis, cálculos biliares, fiebres intermitentes y, desde los 36 años, gota; para evitar los terribles dolores de ésta solía ser trasladado en su famosa silla), que no obstante no impidió que fuera muy longevo para la época, ya que vivió 71 años.

Sin embargo, hay aspectos no tan del dominio público, como su personalidad obsesivo compulsiva. A juicio de varios expertos, ésta fue el fruto de tres factores: las ausencias de su padre, Carlos I de España y V de Alemania; la sobreprotección de su madre, la emperatriz Isabel, y la muy severa y estricta educación que recibió como heredero al trono. Y, entre las manifestaciones de esa personalidad obsesiva –exagerada adoración por la rutina, el orden y la puntualidad; pasión por el trabajo prolijo de carácter administrativo–, una de las más llamativas en una corte del siglo XVI fue su celo desmedido por la higiene personal. Un gentilhombre lo definió como la persona "más limpia y aseada que jamás ha habido sobre la Tierra".

Por eso, las circunstancias de su muerte tuvieron que suponer un calvario para un hombre como él. El golpe del fallecimiento de su hija Catalina Micaela lo llevó a una depresión, ya con 70 años, que complicó sus problemas de gota y de movilidad. Consciente de que su final se acercaba, ordenó que lo trasladaran a su amado Monasterio de El Escorial en el verano de 1598. Pero allí las calenturas, la hidropesía y otros males lo postraron, con lo que su cuerpo se llenó de úlceras y llagas purulentas, cuyo mal olor lo mortificaba tanto o más que los espantosos dolores que sufría. Y así transcurrieron 53 agónicos días hasta que el 13 de septiembre expiró, si bien no es cierta la leyenda de que murió infestado de piojos.


Fuente:
* Muy Historia


26 de noviembre de 2018

Lady Margaret Beaufort, maestra de la intriga política

Lady Margaret Beaufort nació el 31 de mayo de 1443 en Bletsoe. Era hija de Margaret Beauchamp y John Beaufort, duque de Somerset. Tuvo siete medio hermanos del primer matrimonio de su madre con Sir Oliver St. John y más tarde tendría otro medio hermano, del tercer matrimonio de su madre con Lionel de Welles. Margaret nunca conocería a su padre: murió el 27 de mayo de 1444.

Lady Margaret Beaufort

Muerto su padre, Margaret se convirtió en una rica heredera y su tutela pasó automáticamente al rey, como era habitual, concediéndosela éste a William de la Pole, conde de Suffolk. No obstante, Margaret permaneció en un primer momento con su madre, que habría sido responsable de su educación temprana.

En 1450, su tutor, William de la Pole, era un personaje muy impopular y el parlamento ordenó su arresto1. Entre el 28 de enero y el 7 de febrero hizo que su hijo mayor, John de la Pole, se casara con Margaret, pero probablemente nunca vivieron como marido y mujer. Solo tenían ocho y seis años. Este matrimonio fue el último clavo en el ataúd de William: Margaret era, después de todo, una potencial heredera al trono y a él se le acusó de traición. Intentó escapar pero su barco fue interceptado.

En abril de 1453, Margaret y su madre asistieron a las celebraciones del día de San Jorge en el castillo de Windsor. El rey costeó el vestuario de Margaret. También ordenó que se concediera su custodia a sus hermanstros, Edmund y Jasper Tudor. Tenía en mente el matrimonio de Margaret con uno de sus hermanos. Edmund era el mayor y fue él con quien se casó el 1 de noviembre de 1455. Tenía solo 12 años, mientras que Edmund tenía 24. Su matrimonio con De la Pole fue anulado y Margaret siempre se referiría a Edmund como su primer marido.

El matrimonio se consumó de inmediato a pesar de que, según sus contemporáneos, Margaret tenía poca estatura y no estaba suficientemente desarrollada. Quedó embarazada a principios de 1456, pero Edmund no vivió para ver el nacimiento de su hijo. Murió a los pocos meses a causa de la peste. El 28 de enero de 1457, todavía con trece años, Margaret dio a luz a su único hijo, Enrique Tudor. Fue un parto difícil que estuvo a punto de causar la muerte de madre e hijo. Se consideró un milagro que ambos sobrevivieran. Se cree que Margaret no pudo tener más hijos debido a las secuelas de ese parto. A las pocas semanas del nacimiento de su hijo, Margaret ya había arreglado su tercer matrimonio, para evitar que se lo impusiera el rey. Después de un año de duelo por Edmund se casó con Sir Henry Stafford, el 3 de enero de 1458. Fue probablemente un matrimonio feliz y Henry se refería a ella como su «amada esposa».

Los tiempos se volvieron problemáticos. Cuando el rey Enrique VI empezó a mostrar problemas mentales, las diferentes facciones empezaron a pelear por el trono2. La esposa de Enrique VI, Margarita de Anjou, fue derrotada en la batalla de Towton y conducida a Escocia. Al mismo tiempo, el trono pasó a la casa de York en la persona de Eduardo IV. El joven Enrique Tudor no constituyó una amenaza inmediata para el nuevo rey, aunque fue despojado de sus tierras y puesto bajo la custodia de William Herbert. No obstante, a Margaret no se le impidió ver a su hijo y se mantuvieron en contacto.

Gran parte de la vida de Margaret estuvo dedicada a la religión y era famosa, incluso en su vejez, por el ayuno. Su vida diaria estaba estrictamente regulada en torno a la oración y la devoción, y rezaba tanto que se lesionó las rodillas y la espalda.

Isabel Woodville
El año 1469 vio el breve resurgimiento de la casa Lancaster, pero para 1471 Eduardo IV estaba de vuelta en el trono. Sir Henry Stafford, el marido de Margaret, fue herido en la batalla de Barnet y murió a causa de sus heridas el 4 de octubre de 1471. El joven Enrique se exilió junto a su tío; su sangre Lancaster era una seria amenaza. Margaret también sintió el peligro y no perdió el tiempo. Pronto encontró un nuevo protector y marido. En junio de 1472 se casó con Lord Stanley, personaje prominente en la corte. Una vez que demostrase su lealtad, Margaret podría usar esa influencia para obtener el favor para su hijo. Fue ganando influencia al convertirse en dama de honor de la reina, Isabel Woodville. Estaba en el camino adecuado para asegurar el regreso de su hijo a Inglaterra, cuando el rey Eduardo IV murió repentinamente el 9 de abril de 1483. Su hijo y heredero, ahora Eduardo V, tenía solo 12 años y fue interceptado en su camino a Londres por el duque de Gloucester, su tío, y el duque de Buckinham. Isabel Woodville se sintió lo suficientemente amenazada como para coger al resto de sus hijos y refugiarse en la abadía de Westminster. Más tarde se vio obligada a entregar al pequeño duque de York, de nueve años. El matrimonio entre Isabel de Woodville y Eduardo IV fue declarado nulo y sin efecto, por lo que Eduardo V y sus hermanos se convirtieron en ilegítimos y el duque de Gloucester fue proclamado rey Ricardo III. Margaret y su esposo asistieron a la coronación de Ricardo.

Lo que sucedió a continuación sigue siendo uno de los grandes misterios de la Historia. El niño rey y su hermano desaparecieron de la Torre de Londres, donde estaban recluidos, presuntamente asesinados. Nunca se ha sabido quién fue el responsable de esto.

Margaret contactó con Isabel Woodville, que aún permanecía en Westminster, para hablar sobre un posible matrimonio entre su hija Isabel de York y el hijo de Margaret, Enrique, si éste lograba derrocar a Ricardo III. Una primera conspiración en 1483 fracasó y Margaret fue acusada de alta traición. Fue condenada a muerte y la pena le fue conmutada por cadena perpetua, siendo puesta bajo arresto domiciliario.

Enrique VII de Inglaterra
Su vida cambió de nuevo en agosto de 1485. Su hijo Enrique regresó con un ejército de aproximadamente 5.000 hombres y derrotó al rey Ricardo en la batalla de Bosworth Field. Enrique Tudor era ahora el rey Enrique VII y Margaret la madre del rey.

Aunque no era reina por derecho propio, Margaret ocupó un lugar prominente durante el reinado de su hijo. Hizo voto de castidad y se aprobó un edicto que le daba autonomía para actuar como viuda a pesar de que su esposo estaba vivo. Se ganó una reputación de suegra difícil para su nuera, Isabel de York. Isabel y Enrique se casaron el 18 de enero de 1486 y en septiembre nació su primer hijo, el príncipe Arturo. Margaret estuvo presente en el parto y también asistió al nacimiento de su segunda nieta, la princesa Margarita, en noviembre de 1489. Enrique e Isabel llegarían a tener ocho hijos, aunque solo tres sobrevivieron hasta la edad adulta.

El rey Enrique VII murió el 21 de abril de 1509. Margaret quedó devastada por su muerte y en las semanas posteriores su salud se deterioró rápidamente. Vivió para ver la coronación de su nieto el 23 de junio de 1509 y seis días después falleció.


Notas:

1. Cuando el reino de Inglaterra perdió casi la totalidad de sus posesiones en Francia, se culpó a William de la Pole.

2. Estalló la guerra de las Dos Rosas, una guerra civil que enfrentó intermitentemente a los miembros y partidarios de la Casa de Lancaster contra los de la Casa de York entre 1455 y 1487. Ambas familias pretendían el trono de Inglaterra, por origen común en la Casa de Plantagenet, como descendientes del rey Eduardo III.


Fuentes:
* www.historyofroyalwomen.com. Margaret Beaufort – My Lady the King’s Mother
* www.historytoday.com. Lady margaret beaufort


6 de enero de 2018

Rumi, el gran poeta persa

Rumi fue un poeta místico musulmán de Persia, cuyo nombre completo es Yalal al-Din Rumi. Aunque nació en Balkh (Korasán), su vida estuvo ligada a la ciudad de Iconio (actualmente Konya), en Turquía. Fue allí donde tomó el nombre de Rumi, sustituyendo a su original Mohamed, en honor del sultán Alauddín —comúnmente llamado Rumi— que invitó al padre del poeta a establecerse con su familia en la ciudad de Iconio cuando se vieron forzados a huir de la invasión mongol.

Tras morir su padre en 1231, Rumi viajó a Alepo y Damasco para estudiar ciencias naturales, pero fue en Iconio donde terminó sus estudios científicos y completó su formación literaria. En esta ciudad tuvo como maestro espiritual al místico Shamsuddín, cuyas enseñanzas lo impulsaron a convertirse él mismo en maestro, fundando la orden sufí de los mewlevís, cuyo sistema organizativo fue llevado a cabo posteriormente por su hijo Sultán Valad, también poeta místico. Entre las prácticas de esta orden ha llegado a ser muy conocida la danza ritual que realizan los derviches, girando sobre sí mismos y alrededor de un punto central hasta completar un total de cuatro movimientos distintos. Estos giros representan el movimiento de las esferas celestes y el encuentro del alma con Dios y consigo misma. Es un símbolo del amor de Dios hacia todas las cosas y el amor del sufí hacia Dios.

Rumi escribió numerosas composiciones poéticas (más de 40.000 versos) que recopiló en seis libros agrupados bajo el título de Mathnawi (“La búsqueda mística”). Las historias y los poemas que recogen sus enseñanzas calaron profundamente en el mundo islámico, lo que hace que éste considerado uno de los mejores poetas sufís de Persia. El Mathnawi es una colección de preceptos éticos dedicados muchas veces a los derviches; su gran calidad literaria y la profunda espiritualidad que reflejan lo han convertido en un libro venerado por los fieles sufís.

Como en otras escuelas del misticismo musulmán, Rumi consideraba el cuerpo y la vida terrenal muy inferiores al espíritu. En sus enseñanzas enfatiza la importancia del “espíritu divino” (ruh) presente en el hombre, ya que es lo que el ser humano recibe generosamente de la divinidad. Por eso el amor del hombre hacia Dios debe ser infinito.

La influencia de este hombre dentro del sufismo fue enorme, y ya desde el momento mismo de su muerte fue venerado como santo. Aún hoy en día su sepulcro en Konya (antigua Iconio) sigue recibiendo a numerosos fieles que acuden en peregrinación, y muchos de sus seguidores aseguran sentir su presencia cercana.


Fuente:
* http://www.mcnbiografias.com


4 de mayo de 2017

Averroes, el filósofo andalusí

Averroes
Abu-l Walid Muhammad ibn Rusd, nombre que se latinizó como Averroes, nació en Córdoba en 1126. Hijo de buena familia, su padre fue cadí de Córdoba y su abuelo había sido consejero de soberanos y príncipes.

Ya de joven, Averroes llegó a ser considerado un gran jurista. Además estudió teología y literatura y también se convirtió en un gran médico, sin olvidar sus estudios de astronomía y filosofía. Dicen de él que en toda su vida solo dejó de estudiar en dos ocasiones: el día de su boda y el de la muerte de su padre.

El primer califa almohade Abd al-Mumin (1130-1163) le confió varias misiones; su sucesor Yusuf (1163-1184) lo tuvo en gran estima. El soberano era entendido en filosofía y planteó problemas de esta disciplina a Averroes cuando le fue presentado por el médico de la corte Ibn Tufayl, otro filósofo hispanoárabe conocido en Occidente por la novela místico-filosófica Hayy ibn Yaqzan.

Al principio, Averroes se mostró reticente, porque conocía los riesgos de profesar la filosofía en un ambiente que tendía a identificarla con la herejía; pero cuando vio que el mismo califa planteaba un tema arriesgado, ya no vaciló y conquistó con su doctrina el ánimo de su interlocutor, quien le regaló una gran suma, un suntuoso abrigo de pieles y una bella cabalgadura. Lo nombró además médico de corte y le confió, en España y en Marruecos, una serie de misiones que culminaron en 1182 con el nombramiento de cadí de los cadíes de Córdoba.

Bajo el reinado del sucesor de Yusuf, Yaqub al-Mansur (1184-1199), continuaron los honores; pero en 1195, el califa, cediendo a las presiones de los teólogos y de los canonistas, que veían en las ciencias un peligro para la religión, publicó un decreto y confinó en Lucena a su protegido, que había sufrido el disgusto de ver cómo se quemaban sus obras en la plaza pública. Tres años después, en 1198, el califa volvió a llamar junto a sí a Averroes, que murió pocos meses después en Marrakesh.

Averroes fue conocido en Occidente como "el Comentador" por haber traducido y divulgado las obras de Aristóteles. De entre sus numerosas obras, destacan precisamente los Comentarios a Aristóteles, de los cuales existen el Comentario mayor (1180), en el que explica frase por frase el corpus aristotélico; el Medio, en el que explica el conjunto de los textos, y el Pequeño comentario o paráfrasis (1169-78), que resumía su significado general. También comentó La república de Platón.

Entre las grandes inquietudes de Averroes destacó la de delimitar las relaciones entre filosofía y religión. Para Averroes, la religión verdadera se encuentra en la revelación contenida en los libros sagrados hebreos, cristianos y musulmanes. Pero libros como el Corán, aun siendo base de la religión verdadera, están dirigidos a todos los hombres, y no todos tienen la misma capacidad de comprensión. La verdad auténtica sólo la alcanzan los filósofos, que basan sus conocimientos en demostraciones rigurosas y absolutamente lógicas. Es obligación de los filósofos descubrir, más allá del sentido literal del libro sagrado, la idea oculta bajo las imágenes y los símbolos.

En cuanto a la medicina, Averroes escribió diversos tratados entre los que destacan el Kulliyyât o Libro de las generalidades de la medicina, traducido al latín medieval bajo el título de Colliget y muy difundido en el Renacimiento, y los Comentarios a Galeno.

Por su reivindicación de la filosofía, por su valiosa contribución científica y por el espíritu innovador que inspira su pensamiento, Averroes parece más un intelectual renacentista o un filósofo moderno que un pensador medieval ligado a la tradición. Entre los precursores de la cultura europea moderna, Averroes ocupa, un lugar de primer orden. En Oriente, en cambio, la filosofía de Averroes pasó prácticamente desapercibida.


Fuentes:

* http://www.uv.es/charco/documentos/averroes.htm
* http://www.webislam.com/articulos/60932-averroes_y_sus_aportes_a_la_filosofia.html
* http://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/averroes.htm


12 de febrero de 2017

La hermana de Napoleón

Elisa Bonaparte
El 13 de enero de 1777 nació la cuarta de las hijas del matrimonio formado por Carlo Bonaparte, un acomodado abogado corso, y Letizia Ramolino. Libres de toda superstición, los padres quisieron llamar a la neófita Ana María, el mismo nombre que habían llevado las tres hermanas que la precedieron y que no habían logrado superar los primeros meses de vida. Para entonces el matrimonio ya tenía tres varones, José, Napoleón y Luciano. Fue precisamente este último quien, ante el temor de que tal nombre no deparara nada bueno para la pequeña, quiso llamarla Elisa, el apelativo con el que pasaría a la posteridad. Tras la pequeña Elisa nacieron Luis, Paulina, Carolina y Jerónimo.

Ana María/Elisa Bonaparte nació, pues, en una familia unida y pudiente de Ajaccio. Sin embargo, la prematura muerte del padre en 1785 acabó con la que había sido una vida plácida y sin sobresaltos. La situación económica de los Bonaparte cayó en picado, y su consolidada posición social se esfumó en el momento en que desaparecía el cabeza de familia. Letizia Ramolino se vio obligada a sacar adelante a sus ocho hijos, contando como único ingreso con el sueldo que los dos mayores, José y Napoleón, percibían como miembros del ejército.

La mayor de las hermanas Bonaparte siempre destacó por su inteligencia y su afición al estudio. De ahí que Carlo Bonaparte lograse que Elisa obtuviera una beca de estudios con la que ingresar en la Maison royale de Saint-Louis, un internado para jóvenes de origen noble pero con escasos recursos. Que Elisa fuera admitida en la institución ya sugería que la situación de la familia Bonaparte no era tan boyante como parecía.

Para la matriarca del clan Bonaparte debía ser un alivio que a la muerte de su esposo Elisa continuara en el centro. En primer lugar porque era una boca menos que alimentar, pero también porque sabía que la joven aprovecharía las enseñanzas que se impartían allí. Ello le abría la posibilidad de ejercer posteriormente como institutriz o maestra, y de esta forma aportaría un sueldo más a las arcas familiares. No obstante, en 1792, tras el estallido de la Revolución Francesa, la Asamblea Legislativa cerró la Maison y Elisa hubo de regresar a Ajaccio.

Los sueños de la matriarca de los Bonaparte no se cumplieron. Poco después de llegar Elisa a Córcega, en 1794, el líder nacionalista Pasquale Paoli, con apoyo británico, proclamó una efímera independencia de la isla. Dada la cada vez mayor notoriedad de Napoleón, se hizo recomendable que la familia Bonaparte saliera de la isla y se trasladara a la Francia continental. El destino elegido fue Marsella, donde se instalaron todos en 1795. Elisa, que ya contaba 18 años, conoció allí a un compatriota, Felice Pasquale Baciocchi, un militar miembro de una noble pero empobrecida estirpe de Córcega que servía a las órdenes de Napoleón.

Fue la primera vez que Elisa contrarió a su hermano. Bonaparte tenía serias dudas sobre el futuro de la pareja. Baciocchi no compartía el fervor revolucionario de su futuro cuñado y, a diferencia de este, era un hombre profundamente religioso. De ahí que, tras el matrimonio civil contraído en Marsella en 1797, quiera que la unión fuera bendecida por la Iglesia. El tiempo demostró que las reticencias de Napoleón eran infundadas. Elisa y Baciocchi formaron una pareja bien avenida de la que nacieron cinco hijos.

Felice Pasquale Baciocchi
Los Bonaparte actuaban como un clan unido y compacto, siempre bajo las directrices de Napoleón y, aunque en la sombra, de Letizia Ramolino, que actuaba como el eje aglutinador de los hermanos. De ahí que Baciocchi fuera rápidamente promocionado en el ejército y trasladado a Córcega, que desde 1796 volvía a estar incorporada a Francia. Allí residieron los recién casados hasta que tres años después, tras el golpe de Estado del 18 de brumario y la proclamación de Napoleón como primer cónsul, fueron a París.

Se instalaron en un palacete ubicado en el 125 de la calle Miromesnil. Pero fue en casa de su hermano Luciano, al que estuvo siempre estrechamente unida, donde Elisa abrió un salón artístico y literario, en el que brilló como anfitriona y se ganó una justa fama de mujer culta.

Si Luciano confiaba en el talento artístico e intelectual de su hermana Elisa, Napoleón lo hacía en cuanto a su intuición política. Así lo demostró cuando, en marzo de 1805, tras la ocupación del antiguo principado de Piombino, le confió su gobierno. Para entonces Elisa ya ostentaba el rango de princesa imperial, un tratamiento que había recibido tras la proclamación del Imperio, y Baciocchi había sido ascendido a general de brigada. Apenas unos meses después, en junio del mismo año, se anexionó al territorio la antigua república de Lucca. Se proclamó así el principado de Piombino y Lucca, bajo la autoridad de Elisa y con Baciocchi como príncipe titular, si bien este dejó el gobierno en manos de su esposa.

Fue el propio Napoleón el encargado de redactar la Constitución del nuevo estado. En ella se instituía un Consejo de Estado para asistir a la princesa en el gobierno y un Senado legislativo del que Baciocchi formaba parte. A partir de este momento Elisa se hizo con las riendas del poder, demostrando una aguda perspicacia política y sobre todo volcando en sus directrices de gobierno su mentalidad de mujer ilustrada. La princesa llevó a cabo una acendrada defensa del progreso y del imperio de la razón, al tiempo que su talante revolucionario se manifestó en forma de medidas sociales, como la implantación de consultas médicas gratuitas para los más necesitados o una profunda reforma de la enseñanza. Paralelamente, Elisa creó el Institut Élisa, que recogía el testigo de la Maison royale de Saint-Louis con la pretensión de facilitar la formación de las jóvenes de familias nobles sin recursos.

En este mismo orden de cosas, en 1806 nacionalizó los bienes del clero y clausuró todos los conventos y monasterios, a excepción de los que ejercían como centros hospitalarios o de enseñanza. Para administrar su joven estado, Elisa supo rodearse de ministros de su confianza y sobradamente competentes.

Su tarea de gobierno se vio interrumpida en 1807, cuando el Gran Ducado de Toscana pasó a manos francesas. El gobernador impuesto por Napoleón, Abdallah Menou, un militar francés convertido al islam, demostró ser totalmente incapaz de llevar adelante el nuevo dominio imperial. De ahí que tras comprobar el éxito de las reformas llevadas a cabo en Lucca y Piombino, el emperador decidiera confiar el gobierno a Elisa. El 2 de abril de 1809 la nueva gran duquesa de Toscana hizo su entrada en Florencia, donde fue recibida con la frialdad más absoluta. El rechazo, compartido por la aristocracia y el pueblo, se incrementó cuando tomó sus primeras medidas de gobierno: nacionalizar los bienes del clero y cerrar aquellos conventos que no se dedicaran a la enseñanza o actuaran como hospitales. El descontento se acentuó cuando Napoleón decretó una subida de impuestos. A partir de ese momento, Elisa comprendió que en su nuevo destino no solo no iba a contar con el favor de sus súbditos, sino que su autoridad iba a estar siempre mediatizada por París y, por tanto, iba a carecer de toda posibilidad de iniciativa.

Desde entonces, pese a los intentos de Elisa de demostrar a su hermano que secundaba sus decisiones, la relación entre ambos fue cada vez más tirante. El Gran Corso parecía empeñado en recordar a Elisa en todo momento que de él emanaba su poder. La situación se prolongó hasta 1814, cuando el avance sobre Roma de las tropas napolitanas coaligadas contra el gobierno imperial obligó a Elisa a abandonar Toscana. La caída del Imperio fue el fin de su gobierno. Pasó sus últimos años en Trieste, ostentando el título de condesa de Compignano y volcada en sus intereses artísticos y culturales.

El fin de las responsabilidades de gobierno le permitió desempeñar de nuevo su papel de mecenas, esta vez mediante el patrocinio de diversas excavaciones arqueológicas en la zona. Pero no pudo ver cumplidas todas sus ambiciones. El 7 de agosto de 1820, un cáncer acabó con su vida cuando solo contaba 43 años de edad.


Fuente:
* María Pilar Queralt del Hierro, "La hermana lista de Napoleón". Historia y Vida nº 582, pág. 72-77


9 de diciembre de 2016

Don Carlos de Austria, el príncipe sádico

Don Carlos de Austria

Se dice que la locura entró en la casa de los Austrias de la mano de Juana la Loca, que se casó con el primer Habsburgo de España, el conocido como Felipe el Hermoso. A partir de ahí, los matrimonios consanguíneos repetidos por razones de Estado fueron socavando el linaje de los Austrias.

Hijo de Felipe II y María Manuela de Avis, los cuales eran primos hermanos por parte de padre y madre, el príncipe Don Carlos sólo tenía cuatro bisabuelos cuando lo normal es tener ocho. Según estudios recientes, la sangre de Don Carlos portaba un coeficiente de consanguinidad de 0,211 -casi el mismo que resulta de una unión entre hermanos, sólo superado por Carlos II con un 0,254-.

Como le ocurrió a Felipe II, el príncipe heredero se crió lejos de sus padres. Huérfano de madre a los cuatro días de nacer, Carlos quedó bajo la custodia de sus tías, las hijas de Carlos V que todavía no tenían compromisos matrimoniales. Desde el principio revela el infante instintos singulares: no sólo mordía sino que, según se dice, se comía el pecho de sus nodrizas(1). Tres de ellas fueron víctimas de la bulimia del pequeño ogro. Hasta la edad de 3 años no sele oyó pronunciar una sola sílaba, al extremo de llegar a creerlo mudo. La primera palabra que salió de su boca fue ¡no!

Cuando contaba 11 años una plaga de malaria asoló la Corte y afectó al joven, quizá más vulnerable que el resto por sus deficientes genes. En esa época su régimen de vida estaba perfectamente reglamentado. Se dedicaba a los deportes en uso entonces: jugaba a los trucos, al tejo, practicaba algo de esgrima. Algunas veces montaba a caballo, pero como "era demasiado aturdido para hacerlo sin peligro"(2) raramente se le permitía practicar este ejercicio. La enfermedad provocó en el príncipe un desarrollo físico anómalo en sus piernas y en su columna vertebral. Tenía un hombro más bajo que el otro.

Don Carlos fue enviado a la Universidad de Alcalá de Henares, donde estudió junto a su tío, Don Juan de Austria, y Alejandro Farnesio, que contaban prácticamente su misma edad. No destacó en los estudios sino todo lo contrario, pero al menos participó del ambiente juvenil y saludable del lugar. En 1560 Felipe II, juzgando aceptable su comportamiento, le reconoció como heredero al trono por las Cortes de Castilla.

A los 18 años, cuando bajaba las escaleras de su residencia en Alcalá de Henares persiguiendo a una cortesana, el príncipe resbaló y cayó de cabeza. La violencia del golpe hizo que perdiera el conocimiento. Se le apreció una herida de una pulgada y contusión del pericráneo. Los médicos lo daban por muerto. No obstante, consiguieron salvarle mediante una trepanación con la que limpiaron la herida. En un convento cercano se veneraban los huesos de un fraile llamado Diego por quien Don Carlos sentía una especial devoción. Se sacó el cadáver del féretro y se colocó en la cama en la que yacía el príncipe, para que estuviera en contacto con el enfermo. Al manifestarse una mejoría en su estado, ésta se atribuyó al bienaventurado Diego.

Pero tras la caída nunca volvió a ser el mismo. Las fiebres que le afectaban periódicamente empezaron a repetirse con demasiada frecuencia. El embajador imperial en España designado en 1564 apuntaba que "Tiene un temperamento impulsivo y violento. A menudo pierde los estribos y dice lo primero que se le pasa por la cabeza".


La crueldad del príncipe

Existen datos de la crianza del príncipe, así como de sus aficiones, pero lo que más destaca de sus antecedentes es su extrema crueldad. Parece ser que gustaba de maltratar y torturar animales. Se distraía quemando liebres y conejos vivos, e incluso en una ocasión dejó ciegos a los caballos de las cuadras reales.

Arrojó por una ventana a un paje cuya conducta le molestó, e intentó, en otra ocasión, lanzar a su guarda de joyas y ropa.

Arrancó de un mordisco la cabeza de una tortuga que tenía como mascota porque le había mordido en un dedo.

Una noche que paseaba por la calle, no oyó la voz de aviso de alguien que vaciaba un orinal por la ventana, como era costumbre en la época. Ordenó que todos los habitantes de la casa fuesen muertos y la casa quemada. Afortunadamente aquella orden no se cumplió.

Mandaba azotar a muchachas de la Corte para su sádica diversión, teniendo que pagar después compensaciones a los padres de las chicas.

También trascendió su intento en público de acuchillar al Gran Duque de Alba, al que acusaba de inmiscuirse en los asuntos de Flandes.


Intento de fuga a Flandes

Los conflictos entre el rey y su hijo no tardaron en llegar. Felipe II nombró a Don Carlos miembro del Consejo de Estado en 1564, en un último intento de fingir normalidad y barajó la posibilidad de casarlo con María Estuardo o con Ana de Austria, la cual sería posteriormente la cuarta esposa del rey. Pero en la mente de Don Carlos las prioridades eran otras. Obsesionado con los Países Bajos -en ese momento en rebeldía contra Felipe II-, contactó con varios de los líderes rebeldes para organizar un viaje a Bruselas, donde pretendía proclamarse su soberano. En efecto, el rey en el pasado había sopesado la posibilidad de que su hijo gobernase allí, pero la salud mental del príncipe descartaba por completo esta opción. En una reunión mantenida con Don Juan de Austria, su tío y amigo, el príncipe le comunicó sus planes y le pidió ayuda para fugarse a Italia. Don Juan informó inmediatamente al rey.

El 18 de enero de 1568, el monarca más poderoso de su tiempo condujo a un grupo de cortesanos y hombres armados por los pasillos del Real Alcázar de Madrid hasta el aposento del príncipe Carlos. Al despertarse y hallarse rodeado de hombres armados Don Carlos exclamó: "¿Qué quiere Vuestra Majestad? ¿Quiéreme matar o prender?" "Ni lo uno ni lo otro, hijo", contestó Felipe II. El joven heredero fue arrestado y acusado de conspirar contra la vida de su padre.

El cautiverio, lejos de calmar a Don Carlos, empeoró su salud mental y terminó costándole la vida a los 23 años de edad. En medio de una huelga de hambre, el heredero se acostumbró a calmar sus calenturas volcando nieve en su cama y bebiendo agua helada, lo cual terminó consumiendo su quebradiza salud.

La propaganda holandesa acusó directamente al rey de ordenar el asesinato de su hijo y argumentó que lo único que quería Don Carlos era acabar con la tiranía de su padre en los Países Bajos.

Siglos después, Giuseppe Verdi compuso inspirado por este capítulo de la historia una de sus óperas más famosas: "Don Carlo".


(1) Relación hecha al Senado de Venecia el 19 de enero de 1563.
(2) Carta de don García de Toledo, de 27 de agosto de 1557.


Fuentes:
* http://gatopardo.blogia.com/2005/042301--i-la-locura-de-don-carlos-hijo-de-felipe-ii.php
* https://pacotraver.wordpress.com/2014/01/06/la-locura-de-los-austrias-don-carlos/
* http://www.abc.es/espana/20150122/abci-hijo-felipe-maldito-enfermo-201501211850.html
* http://historiasdehispania.blogspot.com.es/2008/01/don-carlos.html


11 de noviembre de 2016

Wu Zetian, la gran emperatriz de China

Wu Zetian, fue la única mujer en la historia de China que ocupó el trono imperial, llegando a proclamar su propia dinastía, a la que llamó Zhōu, Esta nueva dinastía interrumpió brevemente la dinastía Tang, que sería restaurada tras su abdicación forzada, meses antes de su muerte.

Wu Zetian
Nacida en el seno de una familia noble en la provincia de Shandong en el 625, durante la dinastía Tang (617-907), pasó a formar parte de las 122 mujeres que constituían el harén del emperador Taizong. Tras la muerte de éste en el 649, su hijo Gaozong (628-683) subió al trono y las concubinas —entre ellas Wu— fueron enviadas a un convento. El fin de la imagen pública de Wu estaba cerca si no hubiera sido porque el emperador Gaozong la trajo consigo a la corte imperial en el 654, lo que fue motivo de escándalo para los moralistas confucianos.

La consorte del nuevo emperador, la emperatriz Wang, apoyó a Wu Zetian para que ésta frenase a Xiao, otra ambiciosa concubina que pretendía medrar en la corte. La maniobra fue desastrosa. Wu aprovechó la oportunidad para alcanzar una situación de privilegio, logrando que el emperador Gaozong la tomara como esposa. En el 645 Wu tuvo una hija que apareció asesinada en extrañas circunstancias en las dependencias del harén. A raíz de aquel suceso, la emperatriz y la concubina Xiao fueron torturadas y ejecutadas.

A mediados del año 660, el emperador Gaozong enfermó gravemente a causa de un derrame cerebral y la emperatriz Wu comenzó a gobernar en la sombra, ordenando la ejecución de algunos ministros y nobles que cuestionaban su autoridad. También creó una fuerza secreta de policía para espiar a sus opositores. Al fallecer el emperador poco tiempo después, su sucesor fue su tercer hijo, Tang Zhongzong, pero pronto fue destituido por Wu, que ofreció el trono a su hijo Tang Ruizong. Tang Ruizong tampoco duró mucho como emperador, ya que su madre decidió que la solución idónea era que ella misma ocupara el trono imperial. En octubre del 690, la emperatriz acabó de un plumazo con la dinastía Tang, proclamando la suya propia. Por si fuera poco, asumió el título de “Huangdi” (emperador), lo que desató las iras de los confucianos más conservadores.

Wu Zetian decretó que el budismo fuera la religión oficial del Imperio. La religión budista era una importación llegada a través de la Ruta de la Seda, que ofrecía consuelo en el sufrimiento y la esperanza de una vida mejor en el próximo mundo. Hasta el 691 —año que Wu convirtió el budismo en religión oficial— la religión del estado chino seguía consistiendo en ceremonias de adoración a los ancestros. En el 664, el célebre monje budista Xuanzang, antes de morir, dirigió las últimas palabras a sus seguidores donde defendía el fin del mundo y la llegada del salvador de la humanidad, Maitreya, para impulsar una nueva era de paz. Estas palabras fueron redirigidas hacia la figura de la emperatriz cuando se descubrió que uno de los textos budistas —existen detractores que defienden la falsedad del documento— sugería que la próxima reencarnación de Buda tendría lugar en el cuerpo de una mujer. El sacerdote Huayi, afín a la emperatriz, era el principal artífice de esta creencia y partidario de que la reencarnación ya se estaba produciendo con Wu.

Con ochenta años de edad, un fatal golpe de Estado la hizo abdicar en su hijo Zhongzong, quien restauró la dinastía Tang. Cuando murió, sus restos fueron enterrados en el mausoleo Qian Ling, que alberga también los de su marido, el emperador Gaozong. La estela dedicada a Wu carece de inscripciones. Al parecer, la emperatriz quería que sus sucesores escribieran un epitafio que hiciera justicia a su reinado. Nadie se ocupó de ello.

Tumba de Wu Zetian, sin inscripciones

A pesar de su despiadado ascenso al poder, su gobierno fue benévolo. Redujo el tamaño del ejército, y reemplazó a los aristócratas del gobierno por especialistas. Fue justa con el campesinado, reduciendo los impuestos, aumentando la producción agrícola, y fortaleciendo los trabajos públicos. También hizo campaña para elevar el estatus de la mujer. Bajo su mandato, China se defendió de los ataques exteriores, experimentando unos años de gran estabilidad. La emperatriz también se ocupó de incrementar el rico patrimonio histórico chino.


Fuentes:
* http://www.viajesdechina.com/guia-de-viaje/cultura/wu-ze-tian.htm
* http://www.muyhistoria.es/edad-media/articulo/wu-ze-tian-la-emperatriz-emperador-611456215899
* http://www.temporamagazine.com/el-poder-de-una-mujer-wu-zetian-la-emperatriz-china-que-se-convirtio-en-un-dios-viviente


26 de junio de 2016

Personajes históricos: El Conde-Duque de Olivares

El Conde-Duque de Olivares a Caballo
(Velázquez)
Gaspar de Guzmán y Pimentel, más conocido como el Conde-Duque de Olivares, nació en Roma, donde su padre era embajador, el 6 de enero de 1587. Su padre, Enrique de Guzmán, conde de Olivares, estaba emparentado con la casa de Medina-Sidonia, grandes de España, aunque él no poseía este título. Su madre fue doña María de Pimentel y Fonseca.

De joven realizó estudios eclesiásticos en la Universidad de Salamanca, llegando a ser nombrado rector por sus compañeros en 1603. Dejó los estudios cuando sus hermanos mayores fallecieron y acudió a la corte con su padre. Al fallecer éste en 1607, se hizo cargo del mayorazgo y recibió el título nobiliario perteneciente a su padre.

Se estableció en Sevilla, donde se dedicó al mecenazgo de artistas. Contrajo matrimonio con Isabel de Velasco, dama de honor de la reina Margarita, lo cual le abrió las puertas del círculo cortesano, y en 1615 ingresó en la corte al servicio del futuro rey Felipe IV.
Protegido por su tío Baltasar de Zúñiga fue ganando poder y prestigio, ganándose el favor del futuro rey y observando la caída en desgracia del duque de Lerma y de los Sandoval, hechos que aprovechó para sus propios fines.

En 1621, siendo ya Felipe IV rey, es nombrado sumiller de corps y un año más tarde se le nombraba caballerizo mayor, puestos desde los que obtiene un poderoso control sobre la corte. Ya en 1623, durante la visita del príncipe de Gales aparece como valido del rey, cargo que obtiene mediante favores, regalos e intrigas, y después de una encarnizada lucha con otras facciones. El cargo de valido le proporcionó una gran fortuna, consiguiendo extensos territorios, rentas y títulos.

Felipe IV de España (Velázquez)
España se encontraba entonces inmersa en una gran crisis. La monarquía había perdido el poder que tuviera en el pasado y se habían ido perdiendo territorios en el continente europeo. Por ello, Olivares decidió poner en marcha el Gran Memorial, un programa centrado en tratar de recuperar el poder de la monarquía y concentrarlo en la figura del propio valido. Consistía en reorganizar el uso de los recursos para que todos los territorios sufragaran por igual los gastos, y no únicamente Castilla como venía sucediendo. Esto se haría mediante la Unión de Armas.

Las reformas no funcionaron debido a la oposición que se encontró en los diferentes territorios del reino. Por este motivo hubo que endeudarse para pagar la guerra de Flandes. En 1627 se produjo la bancarrota.

En 1629 tuvieron lugar los Sucesos de Mantua, que permitieron al Conde-Duque ejercer el poder de forma autoritaria. Así, durante los siguientes cinco años puso en práctica un gran programa de reformas. Sin embargo, tuvo que ponerles fin al romper las relaciones con Francia.

Debido a su mal gobierno estuvo a punto de ser depuesto en varias ocasiones, pero su don de gentes le permitió conservar el cargo. La victoria de Fuenterrabía le ayudó a mantenerse en su puesto, pero esto supuso un daño aún mayor a las arcas reales. Esto provocó el descontento entre la población y el levantamiento del pueblo catalán. Además, se produjo la separación del reino de Portugal en 1640. Finalmente, en 1643 Felipe IV decidió destituirle. Se retiró a Loeches para pasar sus últimos años y falleció el 22 de julio de 1645 en la localidad de Toro.

Fuentes:
* http://redhistoria.com/biografia-del-conde-duque-de-olivares/#.V26tmriLSUk
* http://www.artehistoria.com/v2/personajes/6250.htm
* http://www.phistoria.net/reportajes-de-historia/EL-CONDE-DUQUE-DE-OLIVARES-&-SU-EPOCA_98.html


6 de abril de 2016

Leonor de Aquitania, la reina rebelde (II y fin)

En otoño de 1145, el papa Eugenio III le pidió a Luis que dirigiera una cruzada para recuperar el reino de Jerusalén. El rey obedeció, pero no fue solo a la guerra. Leonor no sólo decidió unirse a su marido en la cruzada, sino que abrazó la cruz con más entusiasmo que él. Ofreció la ayuda de sus vasallos, que la Iglesia aceptó de buen grado. Sin embargo, no gustó tanto la idea de que Leonor, acompañada por 300 de sus damas, se uniera a los cruzados. La reina insistió en que ayudarían a cuidar a los heridos, pero es probable que la auténtica razón fuera que a la terca joven no le hacía ninguna gracia que su marido marchara a la guerra sin contar con ella. Se erigió a sí misma como jefa de sus soldados y partió al lado de su marido.

Las mujeres llevaban armadura y lanza, pero no luchaban. Aun así, la perspectiva de 300 mujeres marchando junto a los soldados les parecía algo escandaloso a sus contemporáneos. Pero a Leonor no la detenían las críticas. Aunque la Iglesia no acababa de dar su visto bueno, cuando el ejército llegó a Constantinopla la reina guerrera ya había causado una gran impresión, llegándosela a comparar a la mítica reina de las Amazonas.

Por desgracia, la cruzada no fue un éxito. A los franceses los había informado el emperador bizantino, Balduino III, que su aliado el rey alemán Conrado III había derrotado al ejército turco. Sin embargo, a medida que el ejército francés avanzaba en su viaje, apareció Conrado enfermo cerca de su campamento y supieron la verdad: los europeos habían sido masacrados. Con rapidez y torpeza los franceses, y lo que quedaba del ejército alemán, se dirigieron a Antioquía donde reinaba el tío de Leonor.
Los cruzados no sabían que los turcos acechaban. Los monarcas franceses decidieron separarse: Luis se colocó en la retaguardia y Leonor marchó delante con su vasallo Godofredo de Rançon. Aunque la vanguardia alcanzó la cima donde habían pensado acampar, Rançon decidió continuar un poco más. En la retaguardia estaban agotados, luchando por mantener el ritmo, y fue ahí donde los turcos vieron su oportunidad. Los franceses, entre los que había muchos peregrinos desarmados, fueron cogidos desprevenidos. Mataron a los que trataban de escapar, pero el rey, disfrazado de peregrino, logró huir. Se responsabilizó a Rançon de la masacre y, como era vasallo de Leonor, también se le atribuyó a ella la culpa. El hecho de que ella y sus soldados fueran delante y no sufrieran el ataque no aumentó su popularidad. La tensión entre la pareja real había alcanzado un punto intolerable.

Raimundo de Antioquía da la bienvenida a Luis VII
Cuando los soldados llegaron a Antioquía, eso le dio a Leonor la oportunidad de renovar su amistad con el príncipe de la ciudad, su tío Raimundo. Este no sólo tenía la misma edad que Leonor, sino que era, además, alto, guapo y encantador. De hecho, la joven pasaba tanto tiempo con su tío que enseguida surgieron rumores de una relación ilícita entre los dos. Raimundo quería que primero capturaran Edesa, una ciudad estratégica en Tierra Santa, pero Luis quería centrarse únicamente en Jerusalén. Cuando Leonor respaldó a su tío, fue la gota que colmó el vaso: el tímido, enamorado y dócil rey había llegado a su límite. Luis, por primera vez en su matrimonio, exigió a Leonor que lo siguiese. Su reina, indignada, puso en entredicho su matrimonio, declaró que ella y su marido eran parientes demasiado cercanos, y que eso bastaba para conseguir la nulidad del matrimonio. Eso no le gustó a Luis, y en un intento de establecer su autoridad separó a Leonor de su tío, se la llevó de Antioquía contra su voluntad y la obligó a que fuera con él a Jerusalén. Para una mujer que había nacido para dominar, mandar y controlar, eso era una humillación desmesurada. El resto de la cruzada consiguió muy poco, el ataque de Luis fue un fracaso y la pareja real volvió a Francia en barcos distintos.

Un matrimonio en el que se esperaba que Leonor fuera dócil y sumisa no iba a funcionar. La reina podía acostumbrarse a un marido sensible y generoso, pero el que volvió de las cruzadas era un hombre humillado que cada vez sospechaba más de la relación entre sobrina y tío. Aunque habían tenido dos hijas, Leonor no le había dado un heredero y Luis cedió a la presión de sus barones que cada vez veían a la reina con peores ojos. El rey no tuvo elección y en 1522 el matrimonio fue anulado. Luis perdió las tierras que su padre le había conseguido tan hábilmente. Leonor, con 30 años, volvía a ser una de las más deseadas herederas de Europa.
Sin embargo, ya no era una ingenua adolescente sino una mujer de mundo. Sabía que tendría que volverse a casar, pero lo haría en sus propios términos. Tras varios intentos de secuestro y de matrimonio forzoso, se las arregló para casarse con Enrique, duque de Normandía y futuro rey de Inglaterra.

Enrique II de Inglaterra
Políticamente era una unión muy poderosa. En 1154 Enrique se convirtió en Enrique II de Inglaterra y sus tierras quedaron unidas a las de Leonor. Inglaterra, Normandía y el oeste de Francia formaban un reino muy poderoso. Sin embargo, tanto Enrique como Leonor tenían un carácter fuerte y dominante. Enrique era el primogénito, también había nacido para reinar y tenía un carácter difícil y colérico. Leonor le sacaba 11 años, sabía lo que valía y no estaba dispuesta a obedecer las órdenes de un marido dominante. A pesar de su tormentosa relación la pareja tuvo cinco hijos y tres hijas, y gobernaron un impresionante imperio medieval.

No obstante, se acercaba una tormenta. Enrique era un hombre apasionado y eso le llevó a continuas relaciones ilícitas con numerosas amantes. Su relación con una en particular, Rosamund Clifford, fue de conocimiento público y llevó a su orgullosa y terca esposa al límite. Se fue a su nativa Aquitania llevándose con ella a varios de sus hijos, entre ellos Ricardo, el heredero. Estaba harta de los hombres, quería gobernar Aquitania y quería hacerlo sola.

Leonor no fue la única que había sido llevada al límite por Enrique. Varios de sus hijos habían heredado el carácter orgulloso de su madre y decidieron que ya bastaba. Enrique, el más joven, viajó en secreto a Aquitania y, tal vez animado por Leonor, se unió a dos de sus hermanos, Ricardo y Godofredo. Juntos decidieron rebelarse contra su padre. Para Leonor la rebelión era la culminación de años de infidelidades y su única oportunidad de gobernar Aquitania con su querido hijo Ricardo. Pero, como siempre le sucedía a Leonor, el destino no fue como ella había imaginado.

Ricardo Corazón de León
La rebelión fue reprimida y la mujer que iba a gobernar encerrada en prisión. Durante 16 años Leonor permaneció encarcelada en Inglaterra, distanciándose de sus hijos. A los 50 años, Leonor esperaba impotente la oportunidad de volver a reinar, que no llegaría hasta la muerte de su impetuoso marido.
Cuando Enrique murió en 1189 Ricardo se convirtió en rey. Aunque el hijo predilecto de Leonor se había vuelto más distante, lo primero que hizo fue sacar a su madre de la cárcel. Al final de su vida, Leonor por fin pudo desempeñar el papel que había buscado toda su vida. Mientras Ricardo I, que llegaría a conocerse como Ricardo Corazón de León se embarcaba en la tercera cruzada, Leonor se quedó gobernando Inglaterra como regente. El pueblo respetaba a su inteligente y fuerte reina y al final logró ser muy popular.

Sobrevivió a casi todos sus hijos y vivió hasta bien avanzado el reinado del más joven, Juan. No obstante, por muy testaruda que fuera, Leonor no podía evitar que le llegara su hora y se retiró a la abadía de Fontevrault. En 1204, a los 82 años, Leonor moría y era enterrada al lado de su hijo predilecto, Ricardo.

A pesar de lo frívola que había parecido de joven, demostró ser una gobernante inteligente y sabia. Como escribieron las monjas que convivieron con ella en sus últimos años, era una reina “que superaba a casi todas las reinas del mundo”.


Fuente:
* Vive la Historia. Núm. 27


3 de abril de 2016

Leonor de Aquitania, la reina rebelde (I)

Leonor de Aquitania
Cuando el papa Eugenio III pidió a Luis VIII de Francia que dirigiera una cruzada para reconquistar Tierra Santa, el monarca tomó la espada con entusiasmo. Pero Luis no partió solo. Su esposa, a la que él adoraba pero que otros muchos despreciaban, no iba a quedarse de brazos cruzados esperando a que volviera su marido.
La implicación de Leonor de Aquitania en la segunda cruzada llegaría a proporciones legendarias. Se cuenta que la reina cabalgó sobre un corcel blanco por las calles de Vézelay blandiendo la espada e instando al pueblo a que se uniera a la causa. Tanto si eso sucedió como si no, esa imagen de una reina guerrera ha perdurado hasta hoy, y su estrecha conexión con la segunda cruzada hizo que se le atribuyera a ella el fracaso de la expedición.

Leonor nació para gobernar. Era la primogénita de Guillermo X, duque de Aquitania, y su padre la adoraba. No le dio una educación para que se convirtiera en una reina sumisa, sino en una que gobernara. Además de habilidades “femeninas” como el bordado y la costura, también dominaba la historia y la aritmética, hablaba latín, cabalgaba con gran estilo y cazaba como un varón.
Creció en la corte de su abuelo Guillermo IX, rodeada de música, poesía, y sobre todo, amor cortés. Todo eso formó a una chica que era inteligente, animada, segura de sí misma y tozuda. No eran rasgos que entonces resultaran atractivos en una dama, pero constituían la personalidad de Leonor, y enseguida se convirtió en una de las más poderosas herederas de Europa.

Su único hermano murió en la primavera de 1130, al igual que su madre. Eso dejó a Leonor como heredera de uno de los más grandes dominios de Francia, más grande incluso que los del mismo rey. En 1137, cuando Leonor tenía 15 años, su padre salió en peregrinación y dejó a sus hijas al cuidado del arzobispo de Burdeos. En el viaje de vuelta, cayó enfermo y murió. Poitou y Aquitania estaban ahora en manos de una heredera de 15 años.

Luis VII de Francia
Era muy peligroso que el control de esas tierras lo tuviera una joven. En esa época los hombres sedientos de poder eran capaces de cualquier cosa por hacerse con propiedades y un título. Guillermo había estipulado en su testamento que su hija y sus tierras quedaran bajo la tutela del rey Luis VI de Francia, conocido como Luis el Gordo, hasta que Leonor encontrara un marido adecuado. El rey estaba enfermo, su obesidad lo mantenía confinado al lecho, pero no iba a desaprovechar la ocasión. A las pocas horas, Luis casó a la joven con su hijo, el príncipe Luis, y los vastos dominios de la joven pasaron al control de la corona francesa.

Luis VI creía que Leonor era la esposa perfecta para su hijo. No sólo traía tierras con las que reforzar su reino, sino que además era joven, hermosa, fértil y una dama de la corte. Sin embargo, Leonor no era precisamente una esposa callada y sumisa. El príncipe Luis era muy piadoso, un joven que en principio iba a dedicarse a la vida monástica, y Leonor había sido educada para mandar. Tenía más conocimientos que su marido, era fuerte donde él era débil, poderosa donde él fallaba y, lo más importante, en cuanto la vio, el príncipe se enamoró perdidamente de ella. Luis el Gordo murió poco después, el príncipe se convirtió en el rey Luis VII y Leonor fue reina de los francos.

Su energía y entusiasmo no fueron bien recibidos en la corte, la propia madre del rey pensaba que ejercía una mala influencia sobre su hijo. No obstante, a pesar de que el poco convencional comportamiento de Leonor confundía e irritaba al rey, éste le consentía todos sus caprichos.
Puede que fuera sensible y piadoso, pero Luis era también rey, y un rey en la Edad Media no podía evitar la guerra.


Fuente:
* Vive la Historia. Núm. 27


28 de enero de 2016

Personajes históricos: Confucio

Kung Fu-Tse o Confucio, fue un pensador chino que vivió entre 551 y 479 a.C. Procedente de una familia noble arruinada, a lo largo de su vida alternó periodos en los que ejerció como maestro con otros en los que sirvió como funcionario del pequeño estado de Lu, en el nordeste de China, durante la época de fragmentación del poder bajo la dinastía Chu. Fracasó en sus intentos por atraerse a los príncipes, limitándose su influjo en vida al que consiguió ejercer directamente sobre algunos discípulos.

La importancia del personaje procede de la difusión posterior de su pensamiento, conocido como confucianismo o confucionismo, contenido fundamentalmente en sus Entrevistas. Dicho pensamiento puede interpretarse como una respuesta al clima de desorden y de continuas luchas entre señores feudales que imperaba en la época histórica que le tocó vivir.

El confucianismo es fundamentalmente una ética y no una religión, pues apenas hay en él mención a la divinidad, ya que Confucio rehusó especular sobre el más allá. El centro de sus preocupaciones fue la moral personal, tanto por lo que respecta a la orientación de las conductas privadas como a las normas del buen gobierno.

Dicha moral, basada en el altruismo, la tolerancia, el respeto mutuo, la armonía social y el cumplimiento del deber, constituía en realidad una sistematización de ideas presentes en la cultura china, razón por la que se difundió con facilidad y contribuyó a modelar la sociedad y la política chinas sobre una base común. Se trata, en consecuencia, de un pensamiento conservador, y de hecho así lo presentó Confucio, situando en el pasado la «edad de oro» en la que habían imperado los buenos principios a los que los chinos debían regresar.

Confucio reforzó la importancia de la familia tradicional en la sociedad china, al insistir en el respeto de los hijos a los padres y en la obediencia de las mujeres a sus maridos. También reforzó la sumisión del pueblo a las autoridades, aunque rechazando la tiranía: los súbditos debían obediencia al soberano, ya que el Estado existía para buscar el bien de los gobernados; pero, por la misma razón, los gobernantes debían gobernar según rectos principios éticos, aplicando el ejemplo moral y no la fuerza. Soñaba con el regreso a un pasado idealizado en el que un emperador sabio y bondadoso (el «hijo del Cielo») gobernara y fuera obedecido como un padre por sus hijos, en un clima general de paz y de orden.

Confucio creía en la existencia de un orden cósmico perfecto, que debía ser imitado en los asuntos humanos, logrando la armonía de la tierra con el Cielo, fuerza inteligente que gobierna el mundo. A pesar de su talante netamente conservador, el pensamiento de Confucio tenía un potencial innovador en la medida en que exigía un gobierno moral y bienhechor: proclamaba que la nobleza no procedía del nacimiento sino de la superioridad moral; y dejaba abierta la puerta a la rebeldía contra los gobernantes inmorales.

Quizá por ello sus ideas no fueron aceptadas por los dirigentes de la época, mientras se iban extendiendo entre el pueblo llano; perseguido infructuosamente durante la época de la dinastía Ts'in (221-206 a. C.), el confucianismo se convirtió en la filosofía oficial del Estado bajo la dinastía Han (206 a. C.-220 d. C.). Desde entonces, el sistema de selección del personal al servicio del Estado mediante oposiciones convirtió el estudio del pensamiento de Confucio y de sus seguidores en uno de los pilares de la formación de un hombre culto, que abría las puertas de la burocracia y de la promoción social.

Esta doctrina moderada y fuertemente anclada en la mentalidad tradicional ha marcado la ética dominante en China al menos hasta comienzos del siglo XX y su influencia sigue siendo perceptible hasta nuestros días, a pesar del esfuerzo de las autoridades comunistas por erradicarla; su influencia se propagó también a Japón, Corea y Vietnam como parte del influjo cultural que en términos generales han recibido esos países de la vecina China.


Fuente:
* http://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/confucio.htm


24 de septiembre de 2015

Personajes históricos: Carlos I

Carlos I de España y V de Alemania
El 24 de febrero de 1500, fecha en que los estados flamencos celebraban su día en Prinsenhof, cerca de Gante, el archiduque Felipe el Hermoso y la archiduquesa Juana, más tarde llamada la Loca, rendían pleitesía al nuevo rey de Francia, Luis XII, a pesar del enfado del emperador Maximiliano y de los Reyes Católicos. En medio de la ceremonia, Juana corrió al evacuador (un excusado especial) y se encerró en él sin que Felipe se inmutara. Al cabo de una espera excesiva las damas de honor, alarmadas, hicieron derribar la puerta, y Juana mostró la razón de su encierro. Sola y sin ayuda había dado a luz a su segundo hijo. Lo bautizaron con el nombre de Carlos en honor a Carlos el Temerario, bisabuelo del niño.

Carlos era español por su madre Juana de Castilla y por sus abuelos Fernando e Isabel, los Reyes Católicos; alemán, por su abuelo paterno el emperador Maximiliano y borgoñón por su padre Felipe I el Hermoso y por su abuela María de Borgoña, esposa de Maximiliano I.

Carlos tuvo una esmerada educación. En 1505 su padre nombró como maestro del pequeño al español Luis de Vaca. Es evidente que Felipe el Hermoso ya estaba preparando a su hijo para que un día heredara la monarquía hispánica, máxime si se tiene en cuenta que en estas fechas ya había fallecido Isabel la Católica. En 1511, ya conde de Flandes, Carlos es puesto por la regente Margarita, bajo las enseñanzas de Adriano de Utrecht. Este personaje se convirtió en uno de los más importantes de la vida de Carlos y sin duda, en su profesor más influyente.

Pasó su infancia en los Países Bajos, y en sus estudios siempre mostró gran afición por las lenguas, las matemáticas, la geografía y, sobre todo, la historia. Paralelamente, sus educadores no olvidaron que un hombre llamado a tan altos designios debía poseer un organismo robusto, de modo que estimularon los ejercicios físicos del joven Carlos, quien sobresalía en la equitación y en la caza, al tiempo que se mostraba singularmente diestro en el manejo de la ballesta.

En 1509 Guillermo de Croy, Señor de Chièvres, sucedió a su primo, el príncipe de Chimay, como chambelán del conde Carlos. Chièvres se convertiría desde ese momento en uno de los consejeros más importantes de Carlos y en pieza fundamental de su política.

El 5 de enero de 1515 Carlos fue declarado mayor de edad, gracias a las gestiones que Chièvres realizó ante el emperador Maximiliano. En ese momento acabó la regencia de su tía Margarita, y Carlos se hizo con las riendas de los Países Bajos. Chièvres se convirtió entonces en el privado de Carlos, el único que tendría en su vida. De los consejeros de Margarita, Carlos conservó a Mercurio de Gattinara, otra de las piezas fundamentales de su política.

Cuando Carlos se hizo cargo del gobierno se produjo un cambio fundamental en la política exterior, pasándose de la hostilidad que Margarita había mantenido con Francia, a una alianza en toda regla. Esta alianza fue sancionada en 1516 en el tratado de Noyon, por el que Carlos se reconocía vasallo de Francia por sus señoríos de Flandes y Artois.

Juana la Loca con sus hijos
En 1516, con la muerte de su abuelo Fernando el Católico, se convirtió en Carlos I de España, pese a la oposición de los partidarios de su hermano, el príncipe Fernando, educado en España. Si bien Castilla dio su consentimiento al nombramiento de Carlos como rey de España, Aragón puso como condición que el nuevo rey jurara su Constitución en Zaragoza, lo que significaba que el monarca debía trasladarse de Flandes a España. Su viaje se retrasó de forma injustificada durante varios meses, y en este interregno había ejercido la más alta magistratura en España el cardenal Jiménez de Cisneros. Este último emprendió viaje, para recibirle, a las playas de Asturias, pero cayó enfermo y hubo de refugiarse en el monasterio de San Francisco de Aguilera, donde recibió la noticia de la llegada del rey con un séquito extranjero. El 18 de septiembre de 1517, después de una dificultosa travesía, Carlos V desembarcaba en el puerto asturiano de Villaviciosa. Lo acompañaban su hermana Leonor, el señor de Chièvres, el canciller de Borgoña y numerosos nobles flamencos.

Cisneros mandó con urgencia una recomendación al monarca rogándole que despidiese a su séquito, temeroso, y con razón, de que ello no haría sino irritar a los cortesanos españoles. Desatendiendo tan prudentes consejos, Carlos mantuvo a su lado a sus amigos y se dirigió a Tordesillas, donde estaba recluida su madre. Obtuvo de ella que abdicara en su favor, formalidad sin la cual le hubiese sido imposible gobernar. Antes de llegar a Valladolid, Carlos recibió la noticia de la muerte de Cisneros. El cardenal había muerto sin lograr entrevistarse con el mozo flamenco y atribulado por un inminente porvenir que él, mejor que nadie, preveía conflictivo.

De todos los países que heredó, España fue el más difícil de consolidar bajo su dominio. Carlos se propuso reinar con el exclusivo apoyo de sus compatriotas, repartiendo entre ellos prebendas y altos cargos, lo cual indignó sobremanera a la nobleza local. El partido formado alrededor de su hermano Fernando, su condición de extranjero y el desconocimiento de la lengua castellana pesaron en su contra. Los tropiezos comenzaron inmediatamente después de que la ciudad de Valladolid recibiese con grandes agasajos, fiestas, justas y torneos al monarca extranjero. En febrero de 1518, durante la primera reunión de las cortes castellanas, se exigió al rey el respeto de las leyes de Castilla y que aprendiera el castellano. Carlos no dudó en aceptar estas exigencias, pero a cambio pidió y obtuvo un sustancioso crédito de 600.000 ducados. Las cortes de Aragón se demoraron hasta enero del año siguiente para reconocerlo como rey, y lo hicieron junto a su madre. También le concedieron un crédito de 200.000 ducados.

En las cortes de Cataluña las negociaciones fueron más arduas. El rey se encontraba aún en Barcelona cuando recibió la noticia de que el 28 de junio había sido elegido emperador con el nombre de Carlos V. El título imperial le era imprescindible para llevar a cabo el gobierno de las numerosas posesiones bajo el signo de la unidad. La corona de su abuelo paterno, el emperador Maximiliano, no era hereditaria sino electiva, y la Dieta reunida en Francfort, tras la renuncia de Federico el Prudente, hizo recaer la designación en su persona. Para conseguirla, Carlos había invertido un millón de florines, la mitad del cual fue financiado por los banqueros Fugger, quienes vieron en él la clave del desarrollo económico de Europa.

Carlos regresó a Castilla a fin de preparar la coronación imperial y solicitar un nuevo crédito. La existencia de una fuerte oposición a concedérselo, que encabezaba Toledo, lo llevó a convocar las cortes en Santiago y a continuarlas en La Coruña. La multiplicación de oportunidades facilitada por los consiguientes aplazamientos de las sesiones y el curso itinerante de las mismas allanó las reticencias al crear el clima adecuado que permitió que los representantes de las ciudades fueran presionados y sobornados para la causa del rey. Después de violentas discusiones, los procuradores traicionaron el mandato de sus ciudades y otorgaron el nuevo empréstito. Tras esta votación, la mayoría no regresó a sus ciudades, y quienes lo hicieron fueron ejecutados. Carlos salió de España dejando tras de sí al reino castellano sumido en la «guerra de las Comunidades». Nunca recogió el dinero del préstamo.

El desprecio que los asesores flamencos del rey mostraban por los españoles, el favoritismo en el nombramiento de extranjeros para desempeñar cargos públicos de importancia, las grandes cantidades de dinero sacadas del reino y la designación de Adriano de Utrecht como regente durante la ausencia del rey fueron algunas de las causas de la revuelta de los comuneros. Ésta fue en un principio una verdadera rebelión contra la aristocracia terrateniente y el despotismo real. Fue ante todo una defensa de la dignidad y los intereses castellanos nacida como un movimiento burgués.

El 23 de octubre de 1520, Carlos V fue coronado emperador en la ciudad de Aquisgrán. En una ceremonia de gran pompa, le fue colocada la casulla de Carlomagno y recibió su legendaria espada Joyeuse, la corona, el cetro y el globo. A sus veinte años era el jefe de la cristiandad.

Isabel de Portugal
Carlos V regresó a España en 1522, una vez sofocada la rebelión comunera, y permaneció en el país durante los siete años siguientes. Durante esa etapa realizó un gran esfuerzo para comprender el carácter español y acercarse a las preocupaciones de sus súbditos. Aprendió a hablar el castellano e hizo de él el idioma de la corte. Los pasos políticos que dio en este periodo tendían a congraciarse con los españoles, a pesar de que ya no existía un peligro real para la corona. Su boda en 1526 con su prima Isabel, hija del rey de Portugal Manuel I, fue bien recibida. Igualmente lo fue, al año siguiente, el nacimiento del primogénito, el futuro Felipe II. Los españoles empezaron a reconocer en Carlos a un rey con autoridad moral, que aceptaba paulatinamente y de buen grado la españolización de su administración imperial.

Tanto en España como en sus otros reinos, el gobierno de Carlos V constituyó una monarquía personal ejercida a través de instituciones centralizadas, pero no unificadas. De este modo el monarca, antes que rey de España, lo era de Castilla, Aragón, etc., y su poder estaba condicionado por las leyes locales. Carlos se valió del Consejo Real, heredado de sus abuelos, los Reyes Católicos, y lo reorganizó en consejos especiales, según las distintas tareas administrativas. Había dos tipos de consejos, el de Estado y los que integraban el cuerpo administrativo propiamente dicho. La modernización de los órganos de gobierno requirió, conforme a los criterios del emperador, la progresiva exclusión de los consejos de los miembros de la nobleza y del clero, incluyendo en su lugar a consejeros procedentes de la clase media y juristas. Como dato revelador, en las cortes de Toledo de 1538 fueron expulsados nobles y eclesiásticos con el pretexto de su oposición a la sisa, impuesto directo sobre el consumo de carne, harina y otros alimentos.

Felipe II
En la práctica, Carlos V tenía contacto con los consejos a través de sus secretarios, motivo por el cual la figura de éstos cobró gran importancia durante su reinado. Como los otros órganos de gobierno, las secretarías se asentaban sobre criterios nacionales y no imperiales. Entre la masa de secretarios de Carlos, destacaron Francisco de los Cobos y Nicholas de Perrenot, señor de Granvelle. Carlos tuvo siempre plena conciencia del poder y las banderías de los secretarios. Así, cuando en 1543 dejó a su hijo Felipe como regente de España, le remitió las famosas Instrucciones Secretas de Carlos V a Felipe II, verdadero compendio de consejos para gobernar un imperio, en las que le indicaba cómo valerse de las rivalidades de los consejeros y de sus ambiciones personales. Asimismo, en ellas recomendaba a su hijo que no otorgara cargo importante alguno a ningún grande de España; sólo debía utilizarlos para asuntos militares.

Las guerras, las continuas amenazas y la mala situación financiera hicieron que el emperador abdicara en Bruselas el 25 de octubre de 1555, dejando el imperio alemán y las propiedades de los Austrias en Alemania a su hermano Fernando. Al año siguiente cedería a su hijo Felipe II España y sus colonias, Italia y los Países Bajos. Después se retiró al monasterio de Yuste en Extremadura, donde murió el 21 de septiembre de 1558.


Fuentes:
* http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=carlos-i-rey-de-espanna-y-v-emperador-de-alemania
* http://www.biografiasyvidas.com/monografia/carlos_v/
* http://www.cervantesvirtual.com/bib/historia/monarquia/carlos1.shtml


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