22 de febrero de 2014

La voz del tiempo

Reloj en la torre dell'Orologio, Padua
El primer reloj mecánico conocido fue instalado en 1283 en la abadía de Dunstable, Inglaterra. Constaba de dos ruedas dentadas que se engranaban gracias a un mecanismo llamado escape, impulsado por una pesa. El movimiento constante del escape es la fuente del famoso "tic-tac", que se convirtió desde entonces en la voz del tiempo. Estos primeros relojes, conectados a una campana, no mostraban la hora, sólo la hacían sonar.

En el siglo XIV, la hora empezó a visualizarse gracias a la introducción de una aguja en el centro de una esfera numerada. Su inventor, el astrónomo italiano Jacopo Dondi, popularizaría este sistema al fabricar en 1344, en Padua, el primer reloj astronómico, que no sólo marcaba la hora, sino también los movimientos del Sol, la Luna y los planetas. De todos modos, los primeros relojes mecánicos eran caros e imprecisos. La temperatura afectaba a la expansión y contracción de sus piezas metálicas, haciéndoles sufrir variaciones de entre 15 y 30 minutos al día, por lo que era necesario regularlos diariamente. Por todo ello, los relojes de sol continuaron desempeñando un notable papel.

En España, el primer reloj mecánico fue el de la catedral de Barcelona. Conocido como el seny de les hores, data de 1393. Con la propagación de este tipo de relojes, poco a poco la vida cotidiana de las ciudades de Occidente se fue modificando. La jornada laboral de un agricultor siempre había variado mucho a lo largo del año, ya que estaba sujeta a la luz solar, que depende de la estación. En general, trabajaba de sol a sol. Los campanarios de las iglesias le habían ofrecido ciertos estándares horarios, pero tampoco eran muy regulares: los toques de prima y vísperas se hacían coincidir con el alba y el crepúsculo, y a partir de estos se establecía el resto de toques, con lo que sólo en los equinoccios se obtenían franjas temporales homogéneas. Además, los toques de campana podían variar de una iglesia a otra, lo cual causaba un gran desconcierto.

Reloj astronómico de Praga
Con la incipiente sociedad industrial de la Baja Edad Media, las ocho horas canónicas perdieron sentido. El trabajo ya no podía regularse por el tiempo pausado de la Iglesia, sino por horas concretas.

Se inició entonces una guerra no declarada entre la Iglesia y la burguesía por el control del tiempo. Una fecha clave en esta disputa fue el 24 de abril de 1355. Aquel día, el rey francés Felipe VI concedió al ayuntamiento de Amiens la facultad de indicar, a través del toque de una campana, las diferentes ocupaciones del día: el momento de ir a trabajar, el del descanso para comer, el de la reanudación de la actividad laboral y el de su finalización.

Los avances tecnológicos no tardaron en catapultar el oficio de relojero. Sus servicios eran muy demandados. No paraba de viajar de ciudad en ciudar construyendo grandes relojes mecánicos que instalar en las torres de los edificios civiles. Para entonces todos los gremios tenían claro qué toques de campana debían marcar su jornada laboral. Así, poco a poco, el tiempo se secularizó, se separó de lo religioso. Fueron muchos los pensadores del momento interesados en la construcción de relojes. Con el hombre como centro del universo en lugar de Dios, se trataba de un instrumento muy en sintonía con la máxima latina carpe diem, que vivió un momento de gloria en el Renacimiento. De esta época, uno de los relojes más famosos es el astronómico del ayuntamiento de Praga, creado en el siglo XV.


Fuente:
Antoni Janer Torrens, "El triunfo de los relojes". Historia y vida nº539

1 comentario :

  1. Gracias por subir esta entrada.

    Los relojes han tenido siempre un magnetismo que hipnotiza, a pesar de estar conscientes que son vulnerables e imperfectos como el propio ser humano.

    Frederick

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