Las vacunas fueron descubiertas en 1771, por Edward Jenner, a partir de unos experimentos que realizaba con gérmenes de la viruela que atacaba a la vaca, pero que a los trabajadores de las granjas hacía inmunes hacia esta enfermedad. De ahí proviene su nombre, de la palabra latina vacca y este invento fue el inicio de todo un programa de inmunizaciones que ha permitido prevenir muchas enfermedades mortales o incapacitantes y evitar grandes epidemias.
Jenner nació en 1749 en Berkeley, Inglaterra. Sufrió la viruela en su infancia, lo que le dejó secuelas en su salud. Fue aprendiz de cirujano, realizó sus estudios y prácticas en un hospital, y publicó estudios detallados sobre varias enfermedades.
Durante la década de 1790, Edward Jenner buscó la forma de proteger a la humanidad contra la enfermedad que casi lo mata durante su infancia. Científicos anteriores habían planteado que la viruela de las vacas podía ser la solución, pero sin concretar de qué manera y sin hacer experimentos. Como médico rural, Jenner investigó a fondo la viruela de las vacas y a las personas que las ordeñaban. Observó que los ganaderos, que tocaban las pústulas en las ubres de las vacas enfermas al ordeñarlas, contraían la viruela bovina, que les provocaba ampollas en las manos. Sin embargo, cuando llegaban epidemias de viruela humana sus familias se contagiaban, pero ellos no.
El 14 de mayo de 1796, Jenner dio el paso decisivo: extrajo pus de las ampollas de viruela bovina de una campesina, y se lo inoculó al hijo de su jardinero. Éste, al cabo de una semana cayó levemente enfermo durante un par de días, pero se recuperó. Seis semanas después, Jenner le infectó deliberadamente con viruela humana, sin que se produjera efecto visible alguno. Luego repitió el experimento con otras 22 personas, ninguna de las cuales enfermó gravemente ni murió. La eficacia de la vacunación, como empezó a llamar a su método, quedó demostrada.
El descubrimiento de Jenner fue recibido con entusiasmo, pero también halló una dura oposición, científica e ideológica. Obispos reaccionarios y filósofos ilustrados se opusieron a la vacunación. Surgieron imitadores que desconocían los detalles del nuevo método, de tal manera que el lugar de evitar la enfermedad la provocaban. Jenner esperaba a que pasaran 7 días desde que aparecían las pústulas de viruela bovina para tomar sus muestras, con lo que la enfermedad resultaba menos virulenta. De esta forma abrió la puerta al desarrollo de otras vacunas contra enfermedades humanas, usando microorganismos atenuados o debilitados de algún modo.
Poco a poco la nueva práctica se fue imponiendo en toda Europa. En 1803 se creó en Gran Bretaña la Real Sociedad Jenneriana, que vacunaba gratuitamente contra una enfermedad que mataba a 80.000 británicos cada año.
La vacunación llegó a España en 1800, y tres años más tarde el Gobierno organizó una expedición que durante tres años llevó la vacuna a todo el imperio español de América, Filipinas, y después a Macao y China. En 1806, Napoleón ordenó la vacunación de todo su ejército.
En 1840, el Gobierno británico promulgó leyes para que toda la población fuese vacunada gratis. Sin embargo, aún no se comprendía la causa de la enfermedad. Para eso fue preciso esperar al descubrimiento de los gérmenes, gracias a Robert Koch y Louis Pasteur. Únicamente entonces fue posible crear vacunas contra otras enfermedades.
Fuentes:
- www.esmas.com
- Juan José Sánchez Arreseigor: La vacuna, la mayor conquista de la medicina. Historia National Geographic nº 121
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