Los sirvientes circulaban entre las mesas, distribuyendo bebidas, flores y perfumes. Las jóvenes criadas, desnudas o con sencillos vestidos transparentes que dejaban entrever sus encantos, ofrecían a los invitados unos conos de color blanco que éstos se ponían en la cabeza. Mientras los comensales comenzaban a comer, los músicos interpretaban alegres composiciones. Esas orquestas incluían instrumentos de percusión, entre los que destacaban las matracas, los crótalos, los cascabeles y los tambores, que ayudaban a acompasar el ritmo de las canciones. Junto a ellos se encontraban los instrumentos de viento y de cuerda, con flautas simples y dobles, obóes y arpas. Desgraciadamente, es muy difícil saber con precisión qué tipo de melodías interpretaban los músicos que amenizaban las fiestas de palacio.

En los momentos culminantes de la fiesta, algún cantante improvisaba versos que alababan la generosidad de la familia real y la bondad de los dioses. Según cuenta Herodoto, en las mansiones de los ricos, una vez finalizado el gran banquete, el mayordomo exhibía un pequeño sarcófago esculpido y pintado de tal forma que simulaba con gran realismo una momia. De esa manera, los anfitriones mostraban a los invitados la realidad del final de la existencia: “Mírala y luego bebe y disfruta de la vida, pues una vez muerto serás como esta figura”.
Junto al faraón debía estar presente su esposa principal, que al comienzo del Imperio Nuevo actuaba como reina consorte y transmisora del linaje real. Su posición en palacio le permitía realizar determinados ritos en los templos y actuar como garante del faraón durante su reinado. Los egipcios creían que la Gran Esposa Real era la que realmente otorgaba la legitimidad al aspirante al trono. De ahí que algunos príncipes que no estaban en el primer puesto en la línea de sucesión intentaran legitimarse como faraones casándose con las hijas de su antecesor, que en muchas ocasiones eran sus hermanas o sus hermanastras, como fue el caso de Tutmosis II, que era hijo de una reina de menor rango.
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Muy Interesante
Con 18 vasos de vino la borrachera puede ser monumental, a menos que esté muy rebajado.
ResponderEliminarSaludos.
Pues no me hubiera importado a mi participar en uno de aquellos banquetes, en calidad de observador por supuesto :-))
ResponderEliminarInteresantes las antiguas costumbres, el arte de saber disfrutar la vida viene de antiguo.
Un abrazo y gracias Kassiopea.