Las mujeres comanches se encargaban de las tareas domésticas y de cuidar a los niños, una labor en la que también colaboraban los ancianos. Cuendo moría algún guerrero todos lloraban la pérdida, pero eran las mujeres las que se hacían cortes a lo largo de los brazos con sus dagas. Ellas eran las encargadas de cuidar los caballos, el bien más valioso de los comanches, y las que tenían que ensillarlos y desensillarlos. También curtían las pieles, preparaban la carne y transportaban los enseres más valiosos. Gracias a los equinos, los guerreros adquirían esposas y libraban batallas.
Cuando cazaban bisontes, ellas eran las que llevaban los rifles y cualquier utensilio que necesitaran los guerreros que iban a caballo. Tras la muerte del animal, las mujeres lo desollaban, cortaban la carne en trozos y transportaban todo al campamento. Para el hombre era indigno poner su mano sobre el bisonte caído. De los bisontes aprovechaban todo: carne, piel, vísceras, sebo y huesos. Sólo cazaban cuando era estrictamente necesario y nunca lo hacían por diversión. Tampoco abatían animales preñados, ya que eran conscientes de la importancia que tenía la preservación de especies. Era una sociedad que hoy día podríamos considerar machista y ecologista. Los comanches tomaban los recursos que les brindaba la naturaleza, pero sólo utilizaban lo que realmente necesitaban.
Antes de que concluyera la década de 1730, los comanches habían acumulado caballos suficientes para proporcionar monturas a todos sus guerreros. Realizaron migraciones estacionales en función de la disponibilidad de bisontes, pasto para los caballos, madera y agua.
Aquella expansión convirtió a los comanches en una superpotencia que ocupaba un territorio de más de 400.000 kilómetros cuadrados. La necesidad de ensanchar su economía de caballos y bisontes les había llevado a las praderas en torno a 1700. Setenta años después, en 1770, esa misma necesidad les llevó a las llanuras de Texas. Todo su mundo giraba en torno a su capacidad para sustentar el aumento de sus ya abultadas manadas de caballos, y fue este imperativo el que los atrajo hacia la Texas española.
Cuerno Verde |
Aquel territorio estaba salpicado de misiones, asentamientos y ranchos civiles mal defendidos, lo que lo convertía en un objetivo para los guerreros comanches. En 1779, el gobernador español de Nuevo México, Juan Bautista de Anza, reunió un ejército que incluía indígenas para enfrentarse al jefe comanche Cuerno Verde, cuyos guerreros atacaban los asentamientos coloniales. Anza tendió una trampa a Cuerno Verde y el jefe comanche y una treintena de sus guerreros fueron abatidos. Aquella pírrica victoria fue tan sólo una escaramuza más en la permanente guerra que enfrentaba a la Corona española y a los comanches, una guerra larvada que heredó México cuando se independizó en 1821.
Los comanches lograron explotar más a fondo que otras tribus las inmensas reservas bioenergéticas almacenadas en las manadas de bisontes. Al reinventarse a sí mismos como cazadores a caballo, dependieron totalmente de una única fuente de alimento, el bisonte, que les proporcionaba una acelerada ingesta de calorías, lo que facilitó el crecimiento demográfico de su pueblo.
El final de su imperio comenzó el mismo día que Estados Unidos derrotó a México. En 1848 ambos países firmaron el tratado de Guadalupe Hidalgo, por el que México cedió a Washington los territorios de California, Nevada, Nuevo México, Utah y Texas, y partes de Arizona, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma. Por aquellos años el presidente estadounidense James Monroe esbozó la política expansionista de su país y los planes de exclusión de las tribus nativas.
Una de las razones por la que los comanches tomaban cautivos era para incrementar su población. En general eran varones de entre 4 y 10 años, lo que facilitaba su integración en la tribu. En el caso de las mujeres, su captura respondía a la necesidad de nuevas féminas para llevar a cabo las tareas domésticas y el cuidado de los caballos.
Quanah Parker |
Destaca el caso de la estadounidense Cynthia Ann Parker, que siendo niña fue secuestrada por los comanches. Se casó con el jefe Peta Nocona y tuvo tres hijos. Años después fue liberada, pero ella se sentía una más de la nación comanche. Uno de sus hijos, el guerrero Quanah Parker, se convirtió en una pesadilla para la caballería estadounidense en las batallas que se sucedieron en la frontera de Texas. Los comanches se sentían furiosos con los cazadores blancos, que estaban masacrando las manadas de bisontes. Sabían que el exterminio de su animal sagrado sería el ocaso de su pueblo. En 1874 los comanches que encabezaba Quanah Parker se aliaron con indios kiowas, cheyennes y arapahoes para asaltar Adobe Walls, un antiguo puesto comercial ubicado al norte de Texas. Aunque apenas infligieron bajas a los blancos, el ataque fue un revulsivo que puso en pie de guerra a los nativos de las praderas. Desde Texas a Colorado las tribus se levantaron en armas. El gobernador les amenazó con la persecución hasta la muerte si no se avenían a presentarse en las reservas.
Quanah comprendió finalmente que seguir luchando era el suicidio para su pueblo. Se entregó en Fort Sill el 2 de junio de 1875. Él y sus guerreros fueron los últimos comanches que vivieron en libertad en las praderas meridionales de Texas. Su derrota fue el símbolo del triste final de las tribus indígenas en Estados Unidos.
Fuente:
Guillermo Soto. El Imperio Comanche. Amos y señores de las llanuras - Muy Historia nº 57
Más información:
Batalla de Cuerno Verde
Quanah Parker
American Indian Tribal Affiliation Study (en inglés)
Fieles a su estilo de vida hasta el final. Tienen un punto romantico sus luchas.
ResponderEliminarMuchas gracias por este artículo tan interesante. Me ha gustado mucho porque son cosas mayormente desconocidas :D
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