En términos generales la sociedad vikinga se dividía en dos clases básicas: las personas libres y los esclavos. Los primeros tenían derecho a portar armas y voz en la Asamblea, mientras que los esclavos carecían de derechos, aunque solían ser bien tratados y podían alcanzar la libertad e, incluso, status dentro de la sociedad nórdica.
Los hombres libres podían ser campesinos, que eran la base económica de la comunidad y eran expertos ganaderos y apicultores. Otra actividad era la de los artesanos y su apreciación variaba en función de su habilidad y del oficio siendo algunos más apreciados que otros, por ejemplo el de herrero y el de constructor de barcos.
Dentro de la sociedad vikinga tenían también un lugar muy especial los escaldos o juglares, poetas y narradores profesionales. Su situación social era muy respetada y un buen narrador siempre podía encontrar acomodo y asiento distinguido en la mesa de cualquier señor.
Los berserks eran guerreros que, mediante la ingesta de algún tipo de droga o por autosugestión, entraban en un trance de furia que sólo terminaba con la muerte del último enemigo o con la propia. No llevaban armadura, se creía que tomaban su fuerza del oso y eran los únicos que podían llevar ropas hechas con la piel de este animal. Al entrar en trance echaban espumarajos de baba, temblaban, lanzaban aullidos aterradores y mordían los escudos con fiereza. Imprescindibles para la guerra y las incursiones vikingas, podían ser muy molestos en tiempo de paz.
En cuanto a las mujeres, tenían un poder y ascendiente sobre los hombres difícil de comprender para otras culturas. Eran quienes manejaban la granja en las periódicas y prolongadas ausencias masculinas.
Cuidaban mucho su aspecto, llevaban largos vestidos de lino y túnicas de lana, gustaban de usar muchas joyas y cuidaban su larga cabellera que en ocasiones recogían con un moño en la nuca. Los cabellos, trenzados o en cola de caballo eran protegidos de ordinario con una pieza de tela anudada en la nuca. Este uso distinguía a la mujer casada, las solteras llevaban el cabello suelto.
Las mujeres vikingas solían casarse entre los 12 y los 15 años, mantenían su apellido y en señal de autoridad, llevaban colgadas de un cinturón o de un broche las llaves de la casa, incluidas las de los arcones donde se guardaban los objetos valiosos de la familia.
Como en todas las sociedades medievales, los matrimonios solían ser de conveniencia, acordados por los padres siguiendo criterios que supusieran una ventaja económica o de prestigio para su familia. De hecho, sólo las viudas podían gestionar su propia boda. Debido a las largas ausencias de los hombres, podían tener amantes y poseían un arma terrible contra los hombres: la facultad de divorciarse alegando homosexualidad del marido o impotencia. Ambos alegatos suponían de hecho la muerte civil del marido.
El gobierno de los vikingos tenía una distribución piramidal, pero con fuertes prácticas democráticas, ya que los liderazgos dados por riqueza o prestigio personal finalmente se decidían en la Asamblea.
La primera instancia de gobierno era el caudillo que debía su importancia al tamaño de la tierra, a los vínculos familiares o a su prestigio personal como líder. Este, a su vez, respondía a un jarl que era un señor con poder sobre un territorio más extenso y que podía responder a un rey o tener el mismo poder que él. En algunos casos la ruptura con el monarca derivaba en el destierro y se realizaba la colonización de nuevos lugares.
En algunas situaciones un jarl podía ejercer como hostzing que era un cargo equivalente a un duque y podía tener funciones de regente en ausencia del rey.
Si bien no se puede hablar de reinos y reyes en la estructura vikinga, se considera que el siglo IX se crean los estados de Noruega con Harald el Rubio y Dinamarca con Grom el Viejo.
Los vikingos a su manera fueron fatalistas. En su concepto religioso creían en el destino y admiraban especialmente a aquellos que luchaban, especialmente a aquellos que lo hacían sin esperanza. Este concepto les viene de su propio panteón religioso. Odín, el más poderoso de los dioses, reúne en el Valhalla a los guerreros que han muerto en batalla para combatir en el Ragnarok, la batalla del fin del mundo contra los demonios en la que será derrotado, morirá y vendrá el fin de los días.
Este pueblo, con esta mentalidad guerrera, con los barcos que eran la tecnología naval más avanzada de su tiempo, dejará las tierras nórdicas para lanzarse al saqueo de Europa.
Fuente:
Breve historia de los piratas - Silvia Miguens
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