Cuando nació, hacía dos años que su padre era faraón de Egipto. Es probable que todavía viviera su abuelo Yuya. Existen pocos datos sobre su infancia y adolescencia; aparece mencionado por primera vez cuando tenía dieciocho años y su padre, Amenofis III, celebraba sus veinte años de reinado. Sabemos que recibió el mismo nombre que su padre, Amenofis.
El faraón sentía cierta aversión por este hijo. Lo consideraba un engendro que algún día le causaría alguna desgracia. Lo llamaba "el eunuco". Dada su debilidad física, creció a la sombra de la figura de un padre poderoso que le impidió un desarrollo libre y nunca pudo superar los éxitos paternos en el terreno militar y en el económico. Eso explicaría su inclinación por el refinamiento intelectual, el sentimentalismo, la necesidad de rodearse de lujos y la devoción por la figura de su madre.
No había nada más alejado del interés del joven príncipe que la guerra y las destrezas físicas. Sus vocaciones fueron el arte y la literatura, para las cuales demostró estar ampliamente dotado. El interés por la religión lo llevó a Heliópolis, donde frecuentó a los sacerdotes del culto solar de Atón, originado en esa ciudad. Esa experiencia inspiró al príncipe para implementar su reforma religiosa posterior.
Tutmosis |
Pero cuando Tutmosis desapareció de la escena, Amenofis se convirtió en el sucesor de su padre.
Todavía se discute si hubo corregencia entre padre e hijo. Varios historiadores afirman que sí la hubo y que el gobierno compartido habría durado entre dos y doce años.
En el 1367 a.C. subió al trono como Amenofis IV, pero cambió su nombre por el de Akenatón durante el año 5 de su reinado, como homenaje al dios Atón y con el objetivo de diferenciar su nombre del de su padre. La coronación tuvo ligar en Hermonthis, ciudad situada unos doce kilómetros al sur de Tebas. Fue su primer acto de rebeldía frente al clero tebano, al transgredir la tradición de celebrar la coronación en Karnak o Luxor.
La apariencia de Akenatón sigue siendo materia de controversias y ha dado lugar a las más curiosas interpretaciones. No es para menos, pues el aspecto que muestran sus esculturas es inquietante: un cráneo inusualmente alargado, la nariz abultada aunque no tanto como sus labios voluptuosos, el mentón prominente y puntiagudo, ojos oblicuos con mirada ausente, hombros pequeños, cuello largo con apariencia frágil, enormes caderas afeminadas, vientre prominente, muslos abultados y piernas curiosamente delgadas.
Estatuas de Akenatón |
Una teoría atribuye el aspecto físico de Akenatón a una disfunción de la glándula pituitaria.
La posibilidad de que Akenatón fuera impotente y que el verdadero padre de sus hijas hubiera sido Amenofis III ha quedado descartada, pese a que esos deslices incestuosos eran práctica corriente en el Antiguo Egipto. De todos modos, en los títulos de sus hijas siempre aparece la aclaración "de las entrañas del faraón, nacidas de la reina Nefertiti", como para no dejar dudas de su paternidad.
Puede suponerse que la representación de sus deformidades físicas puede haber sido una idea originada en la mente de Akenatón, impuesta a los artistas que lo retrataron.
Fuente:
Akenatón el faraón olvidado - Jorge Dulitzky
Me encanta este personaje porque dio en las narices a los sacerdotes de Amón y restituyó el culto, prácticamente en plan monoteísta, al dios Atón, cambiando la capital de lugar. Lo único que acabará mal por esa osadía.
ResponderEliminarUn saludo.
A mí me encanta Akenatón. Estaba zumbadísimo, pero plantó cara a todo el clero egipcio, con un par.
ResponderEliminarEste es mi antepasado mas lejano de que tenga conocimiento :)
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