31 de enero de 2014

Mahoma y la aparición del Islam

Península Arábiga
Los árabes son originarios de la Península Arábiga, territorio extenso situado entre el mar Rojo y el golfo Pérsico. Tiene un clima desértico, que sólo permite la agricultura en algunas zonas de la costa y en los oasis situados al interior. Los árabes se expandieron a costa de los imperios Bizantino y Persa.

El estallido religioso que unificó culturalmente la parte del mundo actual que va desde Yakarta a Samarcanda, pasando por Lagos, nació a principios del siglo VIII en la Península Arábiga. Esta península poseía una organización social basada en los clanes, las tribus (enfrentadas entre sí, sin ningún poder político que las uniese) y el sistema de valores derivado de la vida difícil del desierto. La mayoría de la población estaba formada por nómadas que se dedicaban al pastoreo. Sólo había dos ciudades importantes, la Meca y Medina, donde se concentraba un comercio muy próspero.

Cada tribu tenía sus propias creencias, a pesar de que todas consideraban a la Meca su ciudad sagrada. Las religiones de los distintos grupos eran politeístas y animistas. La cultura no estaba aislada, gracias a la intensa actividad comercial y, por lo tanto, conocían las religiones cristianas, hebraicas y mazdeístas.

Antes de la llegada del profeta Mahoma, en la Península Arábiga existían, junto con el cristianismo y el judaísmo, diversas creencias politeístas que se agrupaban alrededor de la Kaaba. Asimismo también había una antigua tradición monoteísta o, al menos, la creencia en una divinidad suprema.

Entre la organización tribal de los árabes se podían distinguir tres núcleos diferenciados:
  1. El norte peninsular, que mantenía relaciones estrechas con el Mediterráneo. En los siglos V y VI aparecen en las fronteras del desierto los estados de los lágmidas y de los gasánidas para proteger Bizancio y Persia.
  2. En el centro peninsular se encontraba el desierto, habitado por tribus nómadas y pequeñas poblaciones por donde pasaban las caravanas, como la Meca, Medina o Taifa.
  3. En el sudoeste estaba Yemen, muy fértil. Era un país agrícola que dominaba la canalización de las aguas, pero la destrucción del dique de Marib en el siglo VI provocó la desertización y emigraciones masivas al norte.
La arabización afectó también a los diferentes pueblos que habitaban en el norte de África. Al oeste, en el Magreb, la población era bereber. En los países del Nilo, al este de África, vivían representantes de las cuatro grandes etnias del continente. El terreno es semiárido y el Sáhara hace de frontera natural. El Nilo constituye una excepción de tierra fértil.

Dentro de este contexto apareció Mahoma, un comerciante de la Meca que desarrolló el monoteísmo de los cristianos y los judíos, y lo adaptó a las costumbres y leyes tribales. Su utilización del término “Alá” para referirse a Dios es la misma que ya usaban las tres creencias predominantes hasta entonces: en el caso de los politeístas era el nombre que daban a la divinidad superior, creadora de todas las cosas que existían.

Mahoma
La aparición y expansión del Islam en el siglo VII es un fenómeno de gran trascendencia histórica. El Islam sigue la tradición de las dos grandes religiones monoteístas que lo preceden, la judía y la cristiana.
Para los islámicos, Mahoma era el último de los profetas. Creen que Alá había iluminado anteriormente a Abraham, Moisés y Jesús, y a otros antepasados comunes de judíos y musulmanes, de ahí el respeto que muestran ante las llamadas “gentes del libro”.

Con anterioridad al año 610 no se sabe gran cosa de Mahoma. Nació hacia el 570 y era un comerciante de éxito gracias al dinero de su primera esposa, Jadiya. Recibió enseñanzas religiosas de un rabino o de un sacerdote cristiano y estuvo en contacto con la secta cristiana de los esenios. En el año 610 tuvo la primera revelación, decidió dejar su trabajo y empezó a difundir su doctrina, el Islam.

El Islam defendía que las personas debían someterse a Alá. Además, Mahoma creó el concepto de Umma o comunidad de creyentes, lo que daría lugar a una igualdad entre todos los musulmanes, independientemente de su origen. Esto tendría una importancia capital de cara a la unificación política de Arabia y la posterior expansión.

Su lucha contra la idolatría y el politeísmo, así como su apoyo a las clases más desfavorecidas, le hicieron ganarse la hostilidad de los mercaderes de la Meca, que vieron en sus prédicas una amenaza para el orden social. De esta forma Mahoma tuvo que huir el 15 de julio de 622 hacia Medina. Esta huida o hégira, marca el inicio del calendario musulmán.

En Medina sus doctrinas contaron con un fuerte apoyo popular. En esta ciudad estudió la Biblia y recibió una fuerte influencia judía, lo que se refleja en la elección de Jerusalén como ciudad santa, y en la creencia de que Abraham es el padre de los árabes, a través de Ismael.

Los habitantes de Medina reconocieron a Mahoma como profeta y legislador, y le dieron el poder. De esta forma obtuvo tanto la autoridad espiritual como la temporal. Sin embargo, esto supuso la oposición de los judíos que se aliaron con los coreixitas, haciendo estallar una revuelta. Mahoma salió victorioso y organizó un ejército con el que conquistó la Meca en el año 630. A raíz de esto expulsó a los judíos de Arabia.

Una vez conquistada la Meca y sometida al dominio del Islam, Mahoma consiguió ampliar su base militar, lo que le permitió unificar políticamente a los árabes. Las tribus se sometieron en masa, excepto los beduinos, que eran (y son) politeístas, y que fueron duramente reprimidos. Esta unificación marcó el inicio del expansionismo árabe, basado en un importante exceso demográfico y la promesa de conseguir una recompensa material.

Finalmente, el 8 de junio de 632, Mahoma murió por causas naturales en Medina, mientras parte de su ejército conquistaba Jerusalén. Cuando murió, prácticamente todos los árabes practicaban el Islam.

Mediante la guerra santa, obligatoria en teoría para todo musulmán, los árabes pretendieron difundir el Islam. Pero, excepto en raras ocasiones, esto no significaba la conversión forzosa de los habitantes de los territorios conquistados.

La religión islámica tiene una gran carga moral. Se regulaban todos los aspectos de la vida del creyente y su relación con los otros miembros de la comunidad. El Corán, el libro de la fe islámica, y la tradición proporcionan normas sobre numerosas facetas de la vida terrenal, como la organización social y política.


Fuente:
- Sàpiens. Ciències socials en xarxa. Vicente Moreno Cullell

Para saber más:
Hégira de Mahoma
Online Islamic Learning Resource (en inglés)
Biografía de Mahoma

1 comentario :

  1. Ni un profeta ni un iluminado, sino un hombre inteligente que buscaba la unidad de todas las tribus y vaya si lo consiguió.
    Un saludo.

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