A pesar de la idea oscura y tenebrosa que muchos tienen de la Edad Media, lo cierto es que en esta época también hubo vislumbres de genio y ciencia. Por ejemplo, se inventó el botón, las gafas o los espejos. Y alrededor del año 1000, incluso nació el que sería tal vez el primer científico europeo. Un científico que, además, acabó siendo Papa.
Su nombre fue Gerberto de Aurillac. Antes de convertirse en el Papa Silvestre II, Aurillac viajó a España y tuvo acceso a la gran biblioteca del califa Abderramán III, donde aprendió mucha ciencia árabe, especialmente matemáticas y astronomía.
En 969 viajó a Roma acompañando, en una peregrinación, a su protector el conde Borrell II, lo que le permitió conocer al entonces papa Juan XIII y al emperador Otón I, quien le nombró tutor de su hijo, el futuro Otón II. Tras la muerte de Gregorio V, el 18 de febrero de 999, Gerberto de Aurillac fue nombrado papa y consagrado el 2 de abril con el nombre de Silvestre II.
Enseguida destacó como inventor de ábacos, planetarios, instrumentos musicales y varios relojes, además de realizar multitud de investigaciones, lo que le mereció ser acusado de brujo y de nigromante. Para otros contemporáneos, sin embargo, fue “luz de la Iglesia y la esperanza de su siglo”. Uno de sus logros más trascendentales para la historia fue la introducción en la Europa cristiana del número cero y de las cifras árabes, así como el sistema decimal que otros estudiosos perfeccionarían posteriormente.
También difundió el astrolabio, de origen árabe. Fabricó una nueva versión del monocordio, un instrumento musical consistente en una caja de resonancia sobre la cual se tensaba una cuerda de longitud variable con la que se medían las vibraciones sonoras y los intervalos musicales. Estos cálculos le permitieron clasificar las distancias entre las diferentes notas en lo que luego se ha llamado tonos y semitonos. También se le atribuye la introducción del péndulo y la invención de un reloj de ruedas dentadas.
Silvestre II, además, fue el precursor de una especie de sistema taquigráfico o criptográfico (porque su serie de símbolos no podían ser leídas por profanos), inspirado en una escritura abreviada que recuperó de los antiguos sabios romanos. Se le conocía como apuntes tironjanos.
Tal era su capacidad como científico, que sus colegas acudían a él para solventar problemas científicos incluso cuando ya había sido nombrado Papa.
Además, con el cambio del milenio hubo mucha gente que propagó miedos y terrores, Apocalipsis y cosas semejantes. Habladurías que Silvestre II se encargó de apaciguar.
Al misterioso Papa del Año 1000, se le acusó de tener un pacto con el diablo y de inspirarse en obras de autores herejes. Algunos historiadores románticos del siglo XIX presentaron el cambio de milenio que coincidió con su papado, como un tiempo de oscurantismo, de guerras, de epidemias y de terror. Insistieron en sus contactos con el mundo árabe, ya que se presume que durante sus estudios de matemáticas en Barcelona bajo la protección del conde Borrell, mantuvo contacto con sabios musulmanes que le iniciaron en los conocimientos mágicos y místicos, y en sus pactos con el diablo.
Fuente:
Xataka Ciencia
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Un hombre inteligente que supo distinguir lo religioso y místico de la ciencia, aunque no fuese comprendido por sus contemporáneos, en un 95 % analfabetos y fáciles de hacer convencer por teorías de brujería y maleficios al no caber en su mente ciertos fenómenos facilmente explicables por la ciencia y que hoy nos parecerían burdos.
ResponderEliminarNo era algo muy frecuente durante la Edad Media que un hombre científico fuera además cabeza religiosa. Dos cargos muchas veces opuestos: fe y razón.
ResponderEliminarUn saludo.
Posiblemente introduciría el cero aprendido de las matemáticas estudiadas en la España árabe.
ResponderEliminarMe gusta la nueva apariencia de tu blog.
Muy luminoso. Un saludo, Kassiopea.