A partir de mediados del siglo XI, la cultura y la transmisión del saber experimentaron un profundo cambio, ligado a las transformaciones socioeconómicas sobrevenidas en Occidente entre los siglos XI y XIII.
En la Alta Edad Media, las escuelas monásticas fueron los centros del saber por excelencia, a los cuales se añadieron, a partir de Carlomagno, las escuelas catedralicias y episcopales, que poco a poco fueron superando en importancia a las primeras. En el siglo XII, la escuela catedralicia era la institución escolar urbana por excelencia. Bajo la autoridad del obispo y de su canciller, alrededor del claustro catedralicio se impartían unos conocimientos básicamente orientados a las preocupaciones religiosas. La calidad de esa enseñanza estaba determinada por los profesores, así como también por el prestigio de la catedral.
Prácticamente todos los hombres importantes del mundo de la cultura del siglo XII estuvieron ligados a ellas, ya como obispos, ya como responsables. Poco a poco, algunas de esas escuelas fueron adquiriendo notoriedad por alguna de las enseñanzas impartidas en ellas.
En algunas ciudades, además de la escuela catedralicia, había una escuela de otro tipo, que podríamos denominar laica, en la cual se daban conocimientos tales como el de la lectura y la escritura, y algunas nociones de matemáticas, útiles para los comerciantes, los mercaderes y sus colaboradores. Las escuelas de este tipo eran bastante numerosas en las ciudades más antiguas del sur de Europa, especialmente en Italia, donde la tradición de la instrucción laica sobrevivió entre los escribanos, notarios y hombres de leyes. Pavía era un ejemplo de este tipo de escuela, en su caso nacida en torno a la antigua escuela de retórica, que se convirtió en un centro de enseñanza del derecho lombardo, y cuyos iurisperiti eran célebres en el siglo XI. Hubo otras escuelas de características semejantes a las de Pavía en otras ciudades. A finales del siglo XI las más prestigiosas eran las de Bolonia.
Fuente:
Historia de la Edad Media – Salvador Claramunt, Manuel González, Ermelindo Portela
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Hola,
ResponderEliminarMe encantan este tipo de anécdotas. Gracias a los Premios Bitácoras estoy descubriendo muchos blogs de calidad. Este en especial se ha merecido uno de mis 3 votos en educación :)
Saludos!
Muchas gracias Pruden.
ResponderEliminarYa tienes mi voto en educación para los premios bitácoras. Fantástico tu blog.
ResponderEliminarMucha suerte.
Saludos.
Muchas gracias Fran.
ResponderEliminarEs posible que los religiosos fueran, prácticamente, los únicos con algo que enseñar en aquellos tiempos. Un saludo.
ResponderEliminarPues sí, porque la mayoría de la población era analfabeta.
ResponderEliminargracias
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