9 de junio de 2010

El socialismo utópico y la forja del sindicalismo

Frente a la emergente sociedad capitalista, producto de la Revolución Industrial, se alzaron voces críticas que denunciaban las injusticias del nuevo sistema y que idearon otras formas de organizar la sociedad. Fueron propuestas innovadoras que, durante la primera mitad del siglo XIX, configuraron lo que se denominaría el socialismo utópico. Los modelos sociales que propugnaban y los medios para llevarlos a cabo presentaban diferencias.

Algunos, como Babeuf y Blanqui, consideraban que la igualdad social sólo podía alcanzarse por medio de la acción violenta de una minoría que impondría una dictadura revolucionaria. Pero la mayoría creía en una pacífica transformación social a través de la difusión de las ideas, de la educación y del propio ejemplo.

Charles Fourier (en la foto) defendió la creación de falansterios, agrupaciones comunitarias donde la propiedad era colectiva y hombres, mujeres y niños compartían todas las tareas.
Etienne Cabet diseñó Icaria, un país donde se realizaba el sueño comunista de una total igualdad social, proyecto que intentó realizar, sin éxito, en América. Robert Owen defendió la organización de los trabajadores en cooperativas sin propietarios ni salarios, y la llevó a la práctica en su fábrica textil de New Lanark (Escocia) hasta que las presiones del gobierno y de los empresarios le obligaron a trasladarse a Indiana (EEUU).

Con la experiencia de su lucha y el soporte de las ideas del socialismo utópico, los obreros sintieron la necesidad de crear organizaciones propias, independientes de los grupos burgueses. Así, se fueron constituyendo agrupaciones estables de trabajadores. Estas sociedades empezaron a formular alternativas a la sociedad capitalista: cooperativismo frente a competencia y colectivismo frente a individualismo. Eran dos concepciones económico-sociales contrapuestas, por una parte la de los trabajadores, por otra, la de los propietarios.

El primer tipo de organización obrera fueron las Sociedades de Socorro Mutuo, a menudo clandestinas. Actuaban como sociedades de resistencia y estaban, en muchas ocasiones, formadas por antiguos artesanos. Ayudaban a los trabajadores en caso de enfermedad o paro y organizaron las primeras huelgas gracias al cobro de cuotas, que permitían crear cajas de resistencia. A pesar de las prohibiciones, la formación de uniones locales de sociedades obreras se extendió desde 1820. Sus acciones, junto a las movilizaciones radicales, consiguieron la abolición en Gran Bretaña de las Combination Acts (1824) y la consolidación del derecho de asociación.

Pronto se planteó la necesidad de coordinar a todos los sindicatos de un país. Hubo distintos intentos entre los cuales destaca en Inglaterra la creación de la Asociación Nacional para la Protección del Trabajo (1830), formada por asociaciones de la construcción, textiles, metalúrgicas y mineras. Se dotó de un semanario The Voice of the People y apoyó la campaña a favor de la reforma electoral que incorporase el sufragio universal. Pero no se consiguió ya que la ley de reforma aprobada en 1832 no otorgó el voto a los obreros.


El fracaso de la acción política acabó con la Asociación, abrió un período de discusiones que llevaron a la formación en 1834, a nivel nacional, de la Great Trade Union (GTU). Esta organización agrupó a la mayoría de sindicatos, impulsó acciones reivindicativas y alentó, con la influencia de Owen, la creación de cooperativas de producción como medio para avanzar hacia una nueva sociedad. La reacción del gobierno (que precedió a la detención de dirigentes), de los empresarios (que se negaron a dar empleo a los afiliados) y el fracaso de las cooperativas (muy costosas) acabó con la GTU. Las dificultades para conseguir una organización que agrupase a nivel nacional los distintos sindicatos persistían.

En la década de 1830, empezó la expansión del sindicalismo, que culminó en Francia con la creación de la Unión Obrera (1843), y en España con la del primer sindicato, la Asociación de Trabajadores de Barcelona (1840).


4 comentarios :

  1. Una entrada muy interesante. Me ha gustado mucho.

    A veces no se le da la importancia necesaria a este movimiento. Seguramente porque ha sido eclipsado por sus predecesores, comunismo y anarquismo.

    Pero es totalmente necesario su conocimiento para poder comprender los acontecimientos que irán ocurriendo en el seno del movimiento obrero.

    Un saludo!

    ResponderEliminar
  2. Me alegro de que te haya gustado Pablo. Otro día también haremos una breve reseña del comunismo y del anarquismo.

    ResponderEliminar
  3. El socialismo utópico está en la base de los posteriores socialismos. Incluso algunos ideólogos de este movimiento entroncan de forma idealista con corrientes anarquistas.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  4. Kassiopea: un resumen excelente sobre los orìgenes del socialismo, de ese movimiento en pro d elos derechos obreros y del pueblo que en nada se parece al socialismo implantado hoy en Espana con recoertes sociales y contra toda defensa del trabajador...algunos deberìan aplicarse el cuento de sus orìgenes si es que quieren seguir denominàndose "socialistas y obreros"...

    Saludos.

    ResponderEliminar

Gracias por tu comentario.

Creative Commons License
Paseando Por la Historia está bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España.