La religión constituía un principio fundamental en el sistema de valores y de creencias de los judíos de época medieval, para quienes la religión no sólo era la principal referencia y guía de su actividad cotidiana sino que, además, actuaba como un importantísimo elemento de cohesión que les permitía conservar su identidad en el seno de la sociedad mayoritaria hispanocristiana, evitando su disolución como grupo social propio y diferenciado.
Miniatura en manuscrito sefardí, s. XIV
La familia
En las comunidades hebreas medievales el núcleo básico de organización social era la familia. Desde la más remota antigüedad, la familia judía se organizaba según un estricto régimen patriarcal. Su cabeza era el varón de mayor edad y dignidad, a quien correspondía la suprema autoridad familiar, en tanto que el papel de la mujer se orientaba al cumplimiento de las obligaciones derivadas de su condición de esposa y madre, así como a la realización de las tareas domésticas.
Los varones dedicaban la mayor parte del día a sus ocupaciones profesionales, las mujeres a sus tareas domésticas, y los jóvenes y los niños a sus estudios y juegos. Los momentos de ocio y reposo se ocupaban con el simple descanso y la conversación, o con diferentes juegos, como los dados, las tablas, la gresca, el ajedrez o los naipes. No obstante, las autoridades rabínicas condenaban severamente el juego por dinero, al que achacaban la ruina de los hogares.
La familia era también centro de profundas relaciones afectivas entre sus integrantes. La fortaleza de los lazos que unían a padres e hijos se manifestaba en la vida diaria en multitud de ocasiones. Del mismo modo, la mujer se veía rodeada del respeto y el cariño de su marido y sus hijos.
Uno de los acontecimientos más importantes en la vida de cualquier familia era el nacimiento de nuevos miembros. Por este motivo, todo nacimiento era acogido con júbilo, dando lugar en los días siguientes a diversas ceremonias religioso-familiares, que contribuían a reforzar los lazos de cohesión dentro del grupo.
La alimentación
La alimentación estaba basada en las complejas prescripciones fijadas por la religión judía, que se explicitan en las llamadas leyes kashrut, que tienen su fundamento en el Levítico y el Deuteronomio, así como en el Talmud y en otros diversos códigos de la Ley rabínica. Esta normativa establece una rígida separación entre los alimentos kasher, o aptos para su consumo por los judíos, y los no kasher (cuadrúpedos no rumiantes o sin pezuña hendida, animales marinos sin aletas o sin escamas, sangre, mezcla de productos cárnicos y lácteos, etc.).
El menú cotidiano de los judíos españoles se componía, principalmente, de cereales, legumbres, verduras, ovolácteos, carne, pescado, aceite y vino.
El vestido
Los hábitos de vestir de los judíos hispanos se asemejaban mucho a los de sus contemporáneos cristianos. Por este motivo, y dentro de la oleada de creciente antisemitismo que marca la Baja Edad Media en toda la Europa occidental y central, diversas bulas pontificias, cánones conciliares y sinodales, ordenamientos reales y estatutos municipales obligaron a los judíos al uso de determinadas prendas de vestir o a colocar sobre sus vestimentas ciertas señales que permitieran su fácil identificación.
En los niveles sociales inferiores la prenda de vestir común entre los varones era una saya o jubón, que cubría desde los hombros hasta las rodillas, y que se ajustaba a la cintura mediante un cordón. Entre los sectores más acomodados se utilizaba, normalmente, una saya más larga y más ancha, que cubría hasta los tobillos. La ropa interior consistía en una camisa de tela blanca, que llegaba hasta las rodillas, y en las bragas o calzón, que cubrían los muslos y que se sujetaban a la cintura mediante un cinto.
Las mujeres vestían habitualmente una saya larga y lisa, que cubría desde el cuello hasta los pies, amplia en el busto y sujeta a la cintura mediante un cordón; las mangas eran largas. Estas sayas se solían combinar con unas faldas amplias.
La vivienda
Las viviendas de las juderías solían ser pequeñas; su fachada principal daba directamente a la calle, o a una pequeña plazuela interior que daba acceso a varias viviendas, y solía ser estrecha (de 5 a 7 metros), alargándose más en profundidad (de 7 a 10 metros) hacia un patio trasero. En altura disponían, generalmente, de una planta baja y otra superior, con un sótano que hacía las veces de almacén y bodega.
El material constructivo más empleado era la arcilla, en forma de ladrillo cocido o de adobe, en tanto que la madera quedaba restringida a techos, vigas, puertas y ventanas.
En las viviendas de los judíos no faltaba nunca la mezuzá; consiste en un pequeño trozo de pergamino en cuyo anverso están escritos dos pasajes del Deuteronomio (Deut. VI, 4-9, y XI, 13 21) en los que se exalta el poder absoluto de Dios, y en su reverso, en letras muy grandes, la palabra Shadday, uno de los nombres bíblicos de Dios. Este pergamino se coloca enrollado en una cajita alargada, con una abertura que deja leer la palabra Shadday; la cajita se fija en la jamba derecha de la puerta principal de la casa, y era costumbre al salir o entrar en la casa besar la mezuzá o tocarla con la mano derecha, acompañando este gesto con una bendición o con una
invocación a la protección divina.
Fuente consultada: Vida cotidiana de las aljamas judías en la Corona de Aragón y Castilla - Enrique Cantera Montenegro.
Muy buena entrada y preciosas fotos.
ResponderEliminarParece que nos hemos puesto de acuerdo en el tema, aunque con tratamiento diferente.
Un saludo.
Sobre este tema que estamos trabajando he hecho desde mi blog un enlace al tuyo.
ResponderEliminarUn saludo
Me ha hecho gracia ver la foto del Call de Barcelona por que ahora justamente estoy leyendo un libro "Te daré la tierra" que trata este tema de los judios en Barcelona.
ResponderEliminarGracias por el enlace Cayetano.
ResponderEliminarErika, ese libro lo tengo y está muy bien.
Que rollo que la religion regule hasta lo que se puede comer y lo que no. Menudo lio, madame, aunque supongo que en su origen estaría relacionado con temas de salud.
ResponderEliminarMe encantan esas viejas calles que nos muestra usted, con tanto sabor a Sefarad.
Feliz tarde
Bisous