El juicio a dos mujeres apodadas 'Las Cañitas' está recogido en el libro del mismo título del historiador Federico Garza Carvajal, y recoge un largo proceso por lesbianismo a principios del siglo XVII entre Valladolid y Salamanca; el peregrinaje y calvario de dos mujeres que se amaron contra todo lo imaginable, que lucharon por estar juntas y se defendieron como pudieron en una época oscura y hostil.
En junio de 1603, Inés de Santa Cruz, una mujer que fue “monja-beata-priora”, y su compañera Catalina Ledesma, resultaron detenidas y juzgadas en Salamanca por “bujarronas” [todos los entrecomillados proceden de la rigurosa transcripción de documentos históricos].
Según el frágil y amarillento legajo de hace más de 400 años, “trataba la una a la otra con un artificio de caña en forma de natura de hombre”. A su manera, Inés y Catalina se inventaron (y fabricaron) una especie de consolador, objeto tan antiguo que la arqueología data algunos con más de 25.000 años. En los tiempos de Las Cañitas, eran muy populares y de diversa factura. La descripción de las relaciones íntimas de las dos mujeres llega a detalles como estos al referirse a Inés: “Con sus manos la abría la natura a la dicha Catalina hasta que derramaba las simientes de su cuerpo en la natura de la otra por lo cual las llamaban Las Cañitas y esto es público y notorio entre las personas que las conocen”. El escribiente no se cortó en detalles: “Había mucho escándalo y murmuraciones en el barrio”. Aquel había sido el punto más sórdido y doloroso de la historia, pero en realidad, la lucha de Inés y Catalina venía de lejos. Como señala Garza Carvajal, “a efectos judiciales no era la primera vez que Catalina e Inés estuvieron detenidas por tener relaciones lésbicas”. Y hay un proceso anterior en Valladolid en 1601 a las mismas mujeres que también ha sido sacado ahora a la luz, como dos siniestros capítulos del mismo drama.
Facsímil de la copia del proceso a Las Cañitas. Archivo General de Simancas |
La cuidada edición del sumario, que se puede calificar de paleográfica, recoge los tres procesos —dos en Valladolid y uno en Salamanca— que se incoaron contra Inés y Catalina entre los años 1603 y 1606. Desde entonces, el mote de Las Cañitas rozó el mito y se sumergió en la oscuridad. Garza Carvajal rebusca en las biografías de las dos mujeres y las sitúa en el tiempo exacto, las tormentosas circunstancias y vicisitudes que culminaron, después de múltiples apelaciones, con la drástica separación de las dos amantes, que insistieron en reencontrarse. Catalina Ledesma e Inés Santa Cruz fueron azotadas y condenadas al destierro. Años más tarde llegó un perdón real.
Entre las dos mujeres, todos los contrastes de personajes novelescos: una de solvente cuna, la otra de baja extracción. Inés de Santa Cruz, relata Garza Carvajal, tenía incluso influencias familiares en la Real Cancillería de Valladolid, mientras Catalina Ledesma era analfabeta y ejercía como sirvienta, además de estar casada.
Fuente:
El País
Y es que es muy difícil poner puertas al campo.
ResponderEliminarUn saludo.
si es que no hay nada nuevo bajo el sol..
ResponderEliminarbesos,