20 de junio de 2012

La Biblioteca de Alejandría

Por el año 300 a.C. la ciudad griega de Alejandría, fundada por Alejandro Magno en la costa mediterránea de Egipto, era la urbe más grande del mundo. Tenía avenidas de 30 metros de ancho, un magnífico puerto y un gigantesco faro para anunciar a los marinos que allí se dirigían que se acercaban a su destino. El faro fue una de las siete maravillas del mundo antiguo.

Alejandría era una ciudad cosmopolita donde convivían en paz ciudadanos de muchas nacionalidades; era el lugar ideal para un centro internacional de investigación. Ese centro, fundado alrededor del año 300 a.C., era la biblioteca y museo de Alejandría. El museo, un lugar dedicado a las especialidades de las Nueve Musas, era el centro de investigaciones propiamente dicho. La biblioteca se guiaba por el ideal de reunir una colección de libros internacional, con obras griegas y traducciones al griego de obras escritas originalmente en otras lenguas del Mediterráneo, el Medio Oriente y la India.

A la muerte de Alejandro Magno en 323 a. C., Ptolomeo I Sóter, uno de sus generales más destacados, fue nombrado gobernador de Egipto. Con él se inició una larga dinastía que administró el país de los faraones durante más de trescientos años. Él fue el encargado de llevar a la práctica el sueño de Alejandro de hacer de Alejandría un centro de conocimiento y aprendizaje. Asistido por el arquitecto Demetrio de Falero, Ptolomeo I inició la construcción del denominado Museo (santuario de las Musas) hacia el 290 a.C., que fue concluido bajo el mandato de su hijo, Ptolomeo II Filadelfo.

Si bien se desconoce la ubicación exacta del Museo, se cree que estaba instalado en el nordeste de la ciudad, en el barrio palaciego. El Museo estaba compuesto por varias salas dedicadas a distintas ramas del saber, desde un zoológico, a un jardín botánico, un observatorio astronómico y un salón de anatomía. También disponía de habitaciones para alojar a los sabios y a los estudiantes, cuyos gastos eran costeados por la casa real, que acudían a Alejandría atraídos por el impulso intelectual.

La biblioteca fue, sin duda, el eje destacado del santuario, el de mayor crecimiento y difusión a lo largo de la historia. A medida que fue adquiriendo importancia y aumentando sus volúmenes, fue necesaria la construcción de un edificio cercano que albergara el resto de los libros. Así se edificó, durante el reinado de Ptolomeo III, la “biblioteca hija”, situada en una zona próxima al puerto, concretamente en el Serapeum (templo consagrado al dios Serapis).


Se calcula que la biblioteca llegó a albergar unos 700.000 manuscritos, cada uno de los cuales era catalogado, referenciado y colocado en el estante (bibliothekai) preciso destinado a ese saber. El primer catálogo temático de la historia (Pinakes) se atribuye a Zenódoto, el primer bibliotecario de Alejandría. Las personas que trabajaban en la biblioteca se afanaban en la búsqueda de libros de todas las culturas conocidas, la mayoría eran comprados o donados (como la biblioteca de Aristóteles), pero otros eran copiados. Todo buque que atracaba en Alejandría era registrado por la guardia, en el caso de que se encontrasen libros, estos eran confiscados y llevados a la biblioteca; en ocasiones, se compensaba a sus dueños por la pérdida; mientras que en otros casos los libros eran copiados y devueltos los originales. Las copias eran especialmente ricas por las anotaciones críticas que se hacían en los márgenes.

Se dice que la primera traducción al griego del Antiguo Testamento fue escrita en Alejandría. Ptolomeo II habría encargado a 70 sabios judíos que tradujesen y copiasen los libros de la Ley judía. La conocida como “versión de los 70” habría sido la base de muchas traducciones posteriores.

Durante la regencia de Ptolomeo II Alejandría y su biblioteca vivieron su máximo esplendor, inmersas en un trajín constante de libros y estudiosos. Entre los visitantes más célebres se encuentran Arquímides, Euclides, Hiparco, Claudio Ptolomeo y Galeno.


Se desconoce el motivo o momento exacto de su desaparición, pero todo apunta a que fueron diversos motivos los que la causaron. Hacia el 200 d. C. Alejandría se enfrentó a numerosos saqueos que contribuyeron a la paulatina destrucción de la biblioteca. En el 391 d. C. el emperador Teodosio prohibió el paganismo, los templos no cristianos fueron destruidos y los paganos fueron asesinados. Ese mismo año el obispo de Alejandría demolió el Serapeum y sobre sus ruinas construyó un templo cristiano. Ante el previsible ataque, los libros habrían sido dispersados.

En el 616, Alejandría fue invadida por los persas. La entrada del islamismo terminó por arruinar lo que quedaba de la biblioteca, seguramente ya muy reducida. La leyenda cuenta que los gobernantes musulmanes decretaron que su contenido debía ser destruido, tanto si contradecía la ley islámica como si la apoyaba, en cuyo caso los libros serían innecesarios.

Hoy sólo podemos especular con las maravillas del saber antiguo que la gran biblioteca de Alejandría llegó a alojar, pero su espíritu fue la inspiración directa de los actuales centros de investigación.


Fuentes:
- www.redescolar.ilce.edu.mx
- Papel en blanco

1 comentario :

  1. Qué perdida tan grande. La estupidez humana nos privó de conocer las maravillas del saber que custodiaba la biblioteca. Una pena.
    Saludos.

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