Para los piratas muchas veces era más fácil conseguir un abundante botín que lograr llevárselo consigo. La falta de espacio en sus barcos, el temor a caer en manos de los navíos de guerra y la lógica desconfianza en piratas de otra hermandad hacían muy complicado el trámite de guardar los tesoros.
Por lo general estas riquezas terminaban en manos de los taberneros o de las prostitutas o en el fondo del mar, después de algún naufragio. Han sido pocos los piratas que lograron retirarse a tiempo para gozar de los capitales adquiridos con sus numerosas andanzas.
Todo esto llevó a que numerosas islas del Pacífico y del Caribe tengan la reputación de contener formidables tesoros enterrados en sus playas o en recónditas cavernas. El archipiélago de las Galápagos, el archipiélago de Recilla-Gigedo, las islas de Malpedo, Clipperton, Bancs, o la isla de Cocos han sido escenario de numerosas búsquedas, de excavaciones y de dinamitaciones en procura de esos legendarios tesoros enterrados.
De esos supuestos tesoros enterrados siempre aparece un antiguo mapa que muestra el lugar exacto del entierro, el cual está marcado con una "X", pero la localización nunca es precisa y contiene direcciones ocultas que es necesario descifrar.
Muchos buscadores de tesoros han sido engañados con falsos mapas que aseguran tener la localización correcta para comenzar a excavar. De todos modos, la lista de supuestos tesoros enterrados y en las zonas en las que operaban estos ladrones del mar es larga y las leyendas al respecto empezaron a aparecer mucho antes de que se hicieran investigaciones científicas al respecto.
Hasta hoy los buscadores exploran concienzudamente las costas guiados por rumores, diarios de a bordo o declaraciones sumariales de marinos de los siglos XVII y XVIII. Pocos tesoros han sido desenterrados y, casi siempre, los gastos implicados se revelan demasiado elevados para proseguir con esas excavaciones.
En las costas de Carolina del Norte y Virginia se siguen buscando los tesoros escondidos de Barbanegra, aunque sólo se han recuperado algunos cañones de su mítico barco.
Uno de los tesoros más ambicionados es el de Francis Drake. Se dice que el mayor de sus botines fue enterrado por él en Coquimbo, Chile.
Se dice que Morgan, celoso de sus tesoros, no permitía que ninguno de sus hombres les pusiese la vista encima. Y cuentan crónicas lejanas que, habiendo reunido el fruto de sus años de rapiña en un inmenso cofre, lo había enterrado en una isla desierta que no figuraba en ningún mapa. Tiempo después, fue capturado y conducido hasta Inglaterra por haber saqueado Panamá después de que Inglaterra hubiese firmado un tratado con España. Pero el rey Carlos II, convencido de su lealtad, concedió a Morgan el título de sir y le nombró vicegobernador de Jamaica. Muchos dicen que tras este nombramiento Morgan regresó a su isla en busca de su tesoro. Hay leyendas que cuentan que lo trasladó a Jamaica donde sigue enterrado, y otros afirman que lo dilapidó.
Fuente:
Breve historia de los piratas - Silvia Miguens
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Yo creo que las leyendas de tesoros enterrados de piratas no es más que romanticismo procedente de (entre otras) obras como La Isla del Tesoro. Es difícil imaginar cómo uno de estos hombres de la mar pudiese esconder un tesoro y no gastárselo, teniendo en cuenta la vida de rapiña y saqueo continua que llevaban a cabo.
ResponderEliminarHay más leyenda que realidad. La búsqueda del tesoro, como la de El Dorado, ha alimentado siempre la imaginación y ha sido tema frecuente de narraciones románticas y aventureras.
ResponderEliminarUn saludo.
No se diga más. A Coquimbo, Chile!!!
ResponderEliminarMás leyenda que realidad pero que bonito sería participar en una búsqueda del tesoro...
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