A partir de 1936, en la Alemania nazi fue obligatorio para los chicos el reclutamiento por cuatro años en las Juventudes Hitlerianas, y después, por seis meses, en el Servicio de Trabajo del Reich. Tres años después sería también obligatorio para las chicas, lo que proporcionó a Alemania una auténtica Staatsjugend (juventud del Estado).
Junto a los padres y la escuela, las Juventudes Hitlerianas llegaron a ser reconocidas como una de las tres instituciones responsables de la socialización de los niños alemanes. Aunque las Juventudes Hitlerianas eran herederas del legado del movimiento juvenil alemán de comienzos de siglo, que había sido un abanderado pionero de la idea de “juventud guiada por juventud”, éstas constituían una organización mucho más militarizada. Las Juventudes Hitlerianas se deshicieron de la autonomía tradicional y los rituales cultivados de los grupos juveniles, para reemplazarlos con los uniformes estándares de una única institución que reclutaba a cientos de miles de niños y niñas y contribuía activamente a reducir la segregación social. Tanto las Juventudes Hitlerianas como el Servicio de Trabajo del Reich buscaban mezclar a los jóvenes burgueses y los de clase trabajadora, con el fin de derribar las barreras sociales que podían obstaculizar la formación de la conciencia racial nacional. Este empeño creó oportunidades para la camaradería, algo que muchos jóvenes de clase media apreciaron, pero al mismo tiempo sirvió de marco para el acoso que muchos jóvenes de clase media tuvieron que soportar.
Con sus largas jornadas (miércoles por la tarde, sábados todo el día) e implacable disciplina, las Juventudes Hitlerianas no consiguieron suscitar el entusiasmo ávido y desinteresado de los grupos juveniles de épocas anteriores. Incluso las excursiones parecían expediciones militares: “Todo se hacía de manera totalmente militar, desde el toque de diana, el primer desfile, la izada de bandera, el deporte y las abluciones matinales antes del desayuno, hasta los juegos de exploración, la comida y demás hasta la noche... todo se hacía en términos de órdenes y obediencia. Las marchas cerradas eran la fórmula más sencilla para inculcar el sometimiento al orden”, cuenta el historiador Hans-Ulrich Thamer.
La disciplina de estilo militar y las rígidas estructuras jerárquicas que imponía el esfuerzo de preparar a la próxima generación de soldados alemanes impacientaba a los chicos. El mismo hijastro de Goebbels, Harald Quandt, se quejaba de “la mala comida, el maltrato y el correo censurado”. Otros niños consideraban que el servicio era sencillamente aburrido.
Con todo, en 1939 las competencias deportivas nacionales organizadas por las Juventudes Hitlerianas reclutaron a siete millones de chicos y chicas, casi el doble de los participantes de 1935, y proporcionaron a muchos la ocasión de distinguirse. El simple hecho de que se hubiera asignado a los jóvenes una función en la reconstrucción de Alemania otorgaba legitimidad a las Juventudes Hitlerianas. La organización minaba poco a poco la autoridad de padres y maestros. A pesar de haber sido objeto de burlas por sus gafas y sus libros, un adolescente de clase media asumió el porte de las Juventudes Hitlerianas enfrentándose a sus padres -“vosotros los viejos habéis de ser erradicados para que sea posible dar comienzo a la nueva era”- y manifestando su veneración por “la lealtad incondicional al grupo y el principio del Führer”.
La conciencia generacional, así como la idea de que era necesario reemplazar lo viejo por lo nuevo, sin duda abrieron la mente de los jóvenes a los principios de la higiene racial, que de forma repetida se analizaban en talleres y conferencias. Los jóvenes, que habían sido el grupo más vulnerable durante la Gran Depresión, terminaron viéndose a sí mismos como la vanguardia de una nueva sociedad que prometía proporcionarles oportunidades y experiencias de las que había carecido sus padres. Más de un tercio de los graduados escolares de 1938 del Athenaeum Gymnasium de la ciudad de Stade, en el norte de Alemania, esperaban seguir una carrera como oficiales de la Wehrmacht o convertirse en líderes juveniles.
Las Juventudes Hitlerianas rechazaron las organizaciones confesionales, aunque insistieron en que eran cristianos o, al menos, que tenían una dispocición favorable hacia el cristianismo. Dirigidas por el ambicioso y agresivo Baldur von Schirach, pretendían nada menos que la incorporación de todos los grupos confesionales preexistentes al suyo. Esto no significaba que prescindiesen de la religiosidad cristiana.
Fuentes:
El Reich Sagrado – Richard Steigmann-Gall
Vida y muerte en el Tercer Reich – Peter Fritzsche
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El lavado cerebral de los niños es algo común en todo régimen dictatorial y militarista. Por ejemplo, aquí en Venezuela el régimen mal llamado "bolivariano" quiere instituir "los círculos infantiles bolivarianos" en las escuelas, con el fin de "discutir los problemas familiares con conciencia social" ¿Qué te parece?
ResponderEliminarSí Alí, en España también ocurrió durante la dictadura. Se impartía en las escuelas la asignatura de "formación del espíritu nacional", luego estaba la "Sección Femenina" para las chicas... por citar algún ejemplo.
ResponderEliminarSaludos.
Adoctrinar a los jóvenes era un objetivo fundamental de los movimientos fascistas. Aquí en España estaba la OJE, la Organización Juvenil Española, los "flechas", alevines de la Falange. Nosotros la denominábamos: Organización de "Jilipollas" Extraviados, así con "j".
ResponderEliminarUn saludo.
Tienen mucho peligro estos movimientos que trabajan con jóvenes pues el "lavado de cerebro", puede llegar a ser total tanto en régimenes de un color u otro como movimientos religiosos.
ResponderEliminarEn Argentina un proceso similar al chavista esta adoctrinando niños en las escuelas. La organización fascista que lo hace es La Cámpora, financiada por el gobierno tirano de Cristina Kirchner, con fondos que les quita a los jubilados. Es el gobierno más corrupto de la historia argentina.
ResponderEliminarEn Argentina un proceso similar al chavista esta adoctrinando niños en las escuelas. La organización fascista que lo hace es La Cámpora, financiada por el gobierno tirano de Cristina Kirchner, con fondos que les quita a los jubilados. Es el gobierno más corrupto de la historia argentina.
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