24 de octubre de 2010

La Segunda Internacional

La Segunda Internacional aglutinó a millones de trabajadores y potenció la expansión de los sindicatos y partidos socialistas. Su evolución quedó afectada por la configuración de dos tendencias, la reformista y la revolucionaria, por la Primera Guerra Mundial y por la escisión comunista.


Fundación y objetivos

La Segunda Internacional se fundó en París durante los actos conmemorativos del centenario de la Revolución Francesa (1889). Se configuró como una organización homogénea ideológicamente ya que sólo incorporó partidos socialistas. Se perfiló como una confederación de partidos nacionales autónomos, sin un Consejo General que centralizase la acción, a diferencia de la AIT. En 1900 se creó un Buró Socialista Internacional, con sede en Bruselas, para dar continuidad a los trabajos que debían realizarse en el transcurso de los tres años entre los congresos, y en los que se fijaban los objetivos y actuaciones del movimiento socialista internacional tanto a nivel doctrinal como pragmático.

Las resoluciones adoptadas en el Congreso fundacional reclamaban leyes para la protección de los trabajadores, la jornada laboral de 8 horas y la abolición del trabajo infantil. Condenaron la guerra, a la que consideraban consecuencia del orden capitalista, y llamaron a los trabajadores a afiliarse en los partidos socialistas. A partir de aquí, la Internacional estableció una serie de principios que se mantendrían a lo largo del siglo: la extensión de la democracia, la evolución pacífica hacia la toma del poder político, la regulación del mercado laboral, el fin de la discriminación sexual y de las demás desigualdades.

Cartel 1º de mayo
La Segunda Internacional creó algunos de los símbolos del movimiento obrero como el himno y la celebración del 1º de mayo, Día de los Trabajadores, en recuerdo de los obreros detenidos y ajusticiados en Chicago en 1886. La también llamada Internacional Socialista agrupaba a millones de trabajadores y sus debates tuvieron una notable repercusión. Impulsó una gran diversidad de organismos, entre los que cabe destacar la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas (1907), reflejo de su influencia en el incipiente movimiento feminista, o la Federación Internacional de la Juventud Socialista.

Los grandes debates

La Internacional fue el gran foro de debate de los problemas que afectaban al movimiento socialista, sobre todo desde el año 1900 (Congreso de París). En primer lugar, el revisionismo fue condenado y la presencia socialista en gobiernos burgueses sólo se admitió en caso de extrema necesidad. Se reafirmó la lucha de clases como base de la acción política y social. Sin embargo, ello no acabó con la confrontación entre las posiciones que defendían las prácticas reformistas y las que priorizaban la consecución del objetivo final.

El colonialismo configuró un segundo gran espacio de debate. Un sector lo denunciaba como una forma más de la explotación capitalista y defendía la obligación de combatirlo y potenciar en las colonias la revolución socialista. Logró imponer sus posiciones en el Congreso de Stuttgart. Pero otro grupo se limitaba a criticar la barbarie de los colonizadores sin cuestionar el sistema, y hasta defendía la colonización como factor positivo de civilización.

Finalmente, ante la espiral belicista se rechazó la guerra en los congresos de Copenhague (1910) y Basilea (1912). Considerada un producto del enfrentamiento entre los estados capitalistas, se debía impedir, y si a pesar de todo estallaba, se debería frenar con la huelga general o la movilización revolucionaria. Ahora bien, cuando se inició la I Guerra Mundial (1914) la mayoría de los partidos socialistas sucumbieron a la oleada nacionalista y abandonaron los postulados pacifistas y revolucionarios. La euforia patriótica les llevó a votar los créditos de guerra y a ponerse al lado de los respectivos gobiernos en lo que se llamó “la unión sagrada” de socialistas y los burgueses frente al enemigo de la nación.

Crisis y división

Las divergencias anteriores cristalizaron en dos concepciones opuestas sobre lo que debía ser el movimiento socialista: revolucionario o reformista según expresión de Rosa Luxemburg. Esta dualidad se agravó con el estallido de la I Guerra Mundial. Dentro de los partidos se forjaron tres grandes grupos, cuyo enfrentamiento
Rosa Luxemburg
culminaría en escisiones. Por una parte estaban los patriotas, partidarios de la guerra al asumir los criterios de defensa nacional preconizada por los partidos burgueses; por otra, los pacifistas moderados, contrarios a la guerra y que defendían la neutralidad; y finalmente, los revolucionarios que, como Rosa Luxemburg, Lenin o el italiano Antonio Gramsci, pretendían la conversión de la guerra en revolución proletaria.

Las tesis revolucionarias fueron materializadas por los bolcheviques dirigidos por Lenin, que conquistaron el poder en Rusia, en 1917. Entonces se rompió definitivamente la unidad del movimiento socialista. La Revolución Rusa se convirtió en el nuevo punto de referencia que obligó a las diversas tendencias socialistas a tomar posición. Se formalizaba así la escisión comunista y la decisión soviética de organizar una nueva Internacional (el Komintern) incidió en todos los grupos socialistas. La Internacional Socialista tal como había existido hasta 1914 había recibido el tiro de gracia y, a partir de entonces, su reconstitución se debería abordar sobre bases distintas.


Fuente:
Historia del Mundo Contemporáneo


1 comentario :

  1. La escisión se veía venir con el triunfo de la revolución bolcheviqe en Rusia. A partir de ahora,los comunistas irán por un lado y los socialistas por otro. Más tarde habrá también escisiones entre los propios comunistas: Los trotskistas harán la guerra por su cuenta con la 4 internacional.
    Un saludo.

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