El escritor, filósofo, físico y matemático, Jean le Rond D'Alembert, nació en París el 17 de noviembre de 1717. Hijo natural de la escritora francesa Claudine Guérin de Tencin y del caballero Destouches, un general de artillería, fue abandonado por su madre, al poco de nacer, en las escalinatas de la capilla de Saint Jean-Le-Rond, contigua a Notre-Dame de París, circunstancia a la que debe su nombre. Tras un tiempo en el hospicio, fue adoptado por la esposa de un vidriero, a la que consideró siempre como su verdadera madre. A pesar de ello, su padre biológico y su familia paterna contribuyeron económicamente a su educación.
D'Alembert se matriculó en el Colegio Jansenista de las Cuatro Naciones, un magnífico centro para el estudio de las matemáticas, aunque estaba especializado en Teología. Posteriormente decidió estudiar leyes, aunque su gran pasión siempre fueron las matemáticas. Con tan sólo 22 años escribió su primer libro: Memoria sobre el cálculo integral, cuya publicación le valió el ingreso en la Academia de las Ciencias de París.
Su gran personalidad influyó en su trabajo científico. Siempre estuvo rodeado por la controversia, defendía sus posiciones con pasión y nunca admitía que podía estar equivocado.
En 1743 publicó el Tratado de Dinámica, en el que formuló el principio que lleva su nombre, y que extiende la tercera ley de Newton o ley de la acción y la reacción desde los cuerpos fijos a los que se mueven libremente. La aplicación de dicho principio a los fluidos dio pie a su Tratado del equilibrio y movimiento de los fluidos. También lleva su nombre la fuerza de inercia, que es igual al producto de la masa por la aceleración de un cuerpo.
D'Alembert se enfrentó a todos los miembros de la Academia de Ciencias de París, por lo que enviaba sus trabajos a la de Berlín, donde estaba Euler y con quien mantuvo numerosas polémicas e intercambios epistolares.
A menudo también intervenía en estas discusiones el matemático francés Lagrange. La mayoría de las veces, las discrepancias se producían por el afán de ser los primeros en alcanzar una demostración, aunque no estaban exentas de una cierta acritud, lo que produjo el deterioro de sus relaciones. Por ello, D'Alembert empezó a publicar sus trabajos por su cuenta bajo el título Opúsculos matemáticos.
D'Alembert abordó la Matemática a través de la Física con el Problema de los tres cuerpos (las relaciones entre las fuerzas y los movimientos correspondientes del Sol, la Tierra y la Luna). En su obra Reflexiones sobre la causa general de los vientos, desarrolló la teoría de las ecuaciones en derivadas parciales.
Mejoró el cálculo integral, fue pionero en el estudio de ecuaciones diferenciales y de su uso en la física, y uno de los primeros en comprender la importancia de las funciones. El Teorema Fundamental del Algebra recibe en algunos países el nombre de teorema de d'Alembert - Gauss dado que el matemático francés fue el primero en dar una prueba casi completa sobre dicho teorema.
También estudio la estática y la dinámica de fluidos y las cuerdas vibrantes, resolvió el problema de las perturbaciones de los movimientos de los planetas, debidas a la presencia de otros astros, y explicó la precesión de los equinoccios y la nutación del polo de la Tierra, movimientos de oscilación del eje terrestre similares al de una peonza cuando pierde su fuerza y está a punto de caerse.
D'Alembert escribió varios tratados sobre cuestiones de física, óptica, acústica, mecánica racional, cálculo, literatura, filosofía, astronomía y música. En 1750 trabajó con Diderot en la publicación de la Enciclopedia, para la cual escribió el prólogo y distintos artículos sobre matemáticas, filosofía, física y literatura. En 1772 fue nombrado secretario perpetuo de la Academia Francesa.
Su Filosofía se caracterizó por su tolerancia en general y su escepticismo en el campo de la Religión y de la Metafísica. Se especializó en la Filosofía natural y su pensamiento era una síntesis entre el racionalismo y el empirismo, influenciado por Descartes, Bacón, Newton y Locke. Creía en la unidad del saber y la fe en el progreso de la Humanidad a través de las ciencias, unificadas por una filosofía desprendida de mitos y creencias trascendentales.
D'Alembert representó un nuevo tipo de intelectual capaz de compaginar la pertenencia a la nueva red internacional de instituciones científicas y un ensayismo independiente y políticamente comprometido. Durante los últimos años de su vida, tuvo mala salud debido a una enfermedad de la vejiga. Murió en Paris el 29 de octubre de 1783, cuando aún no había cumplido los 66 años de edad. Fue enterrado en una tumba común porque era un conocido no creyente.
Fuente:
Nuria Martínez Medina - Rtve
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