El castillo de San Miguel se encuentra junto a las piscinas del Caletón, en Garachico, un pequeño pueblo pesquero de la isla de Tenerife, en el archipiélago Canario.
La construcción de esta fortaleza comenzó a partir del 25 de julio de 1575, cuando la Real Cédula de Felipe II autorizó su edificación al alcalde del lugar, y más tarde regidor de Tenerife, Fabián Viña Negrón. Las obras se prolongaron hasta el año 1577, y en su diseño intervino el ingeniero Francés de Álava.
Desde la conquista de Tenerife hasta 1706, Garachico fue el principal puerto de Tenerife, dada su amplia rada natural, por lo que debía ser protegido por esta fortificación y otras similares. Pero en el año 1706 Garachico fue casi totalmente destruido por la lava de la erupción del volcán de Arenas Negras. La lava rellenó gran parte de la rada y el puerto perdió las características que lo hacían tan importante. El sobreviviente más famoso de esta erupción volcánica fue el castillo de San Miguel.
Se trata de una fortificación renacentista de planta cuadrada que cuenta en su interior con dos cámaras cubiertas por sendas bóvedas de medio cañón. Posee, además, garita y espadaña de campana.
Sobre la puerta de entrada se muestran algunos escudos. El que se encuentra en la zona central, considerado el principal y el de mejor talla de todos ellos, corresponde a las armas heráldicas del emperador Carlos I de España y V de Alemania, usadas también por su hijo Felipe II.
La fortaleza de San Miguel es de propiedad municipal, ocasionalmente acogía exposiciones de arte, y actualmente constituye un Centro de Información Patrimonial dependiente de la Red de Museos del Cabildo Insular de Tenerife. El mini museo, abierto todos los días de 10 a 18 horas, y situado en un espectacular enclave, entre el mar y la lava, propone al visitante una atractiva muestra con paneles informativos acerca de la historia de la zona. Destaca la descripción de la erupción volcánica que arrasó la villa y el entonces primer puerto de la Isla, así como la visión de Garachico aportada por nombres ilustres como el de Hermann Christ u Olivia Stone, en el siglo XVIII.
Fuente: CastillosNet
Yo es ver un castillo y disfrutar como un enano. No sé qué misterioso poder de atracción tienen sobre mí: una estética, un misterio, una historia...Cuando viajo por ahí, si veo un castillo he de visitarlo y hacerle fotos como un poseso. Hace poco, en tierras portuguesas, tuve la ocasión de conocer uno estupendo. El castillo de Marvao. Una auténtica ciudad fortificada con enormes espacios en su interior. Una preciosidad, te lo recomiendo.
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