Entre la vida terrena y la de los dioses, había para los romanos un fluido canal de comunicación de doble sentido. Tanto podían los dioses manifestar su voluntad a los hombres como estos interrogar a aquellos sobre la misma. Ahora bien, las respuestas se emitían codificadas, por lo que era precisa la intervención de un adivino para desentrañar su sentido.
El uso de las artes adivinatorias se dio pronto en Roma, aunque sus métodos no eran autóctonos. Estos fueron herencia directa de Oriente, o de los propios etruscos, y la creencia en su eficacia se prolongó a lo largo de los siglos, alcanzando a todas las clases sociales e incluso a aquellos personajes que ocuparon las más altas magistraturas del Estado.
El caso más notable quizá sea el de Alejandro Severo, emperador del primer tercio del siglo III, que dio a la astrología el tratamiento de ciencia reconocida por el Estado romano y la fomentó con la creación de escuelas y la dotación de becas para su estudio.
Una de las características propias de la adivinación romana fue su escasa fe en los oráculos, de hecho nunca hubo en suelo itálico un santuario semejante al de Delfos. La forma de adivinación preferida por Roma era aquella que nacía directamente de la divinidad, la inductiva, y no estaba ligada al subjetivismo del intérprete y de lo que pudiera creer que veía u oía. Esto no significa que los romanos, llegadas determinadas ocasiones, no acudiesen a los oráculos, pero fue en casos excepcionales y de especial peligro para el Estado, como en el transcurso de la Segunda Guerra Púnica.
Jamás hubo en la ciudad de Roma un oráculo, aunque sí en el resto de Italia, asociados a las colonias griegas. Uno de los más reconocidos y antiguos fue el de la diosa Fortuna, en Praeneste. Abría unos días determinados del año, siendo famoso por el rudimentario método empleado para responder a las cuestiones que se le planteaban. Un niño, a través del cual actuaba la divinidad, mezclaba y extraía aleatoriamente de un arca unas tablillas de encina en las que había escritas frases ambiguas. Estos pequeños listones eran denominados sortes, o suertes, y sus mensajes estaban redactados de forma tan enigmática y confusa que fácilmente se prestaban a la manipulación, sirviendo para responder a cualquier asunto que se planteara.
Otros oráculos conocidos en territorio itálico fueron: el de Fortuna en Antium, el de Hércules Víctor en Tibur y el de Iupiter Apenninus en Iguvium.
Sin embargo, y a pesar de la desconfianza romana en los oráculos, hubo una excepción. Existió una colección de profecías que gozaron de total crédito entre los romanos. Estas, se recogieron en los Libros Sibilinos.
Estos libros tuvieron un origen misterioso. Cuenta la leyenda que un día se presentó ante el último de los reyes de Roma, Tarquino el Soberbio, una mujer de aspecto misterioso para proponerle un negocio. Quería venderle nueve libros de profecías. El monarca se negó. Entonces, la mujer prendió fuego a tres de los volúmenes y le ofertó los seis restantes por una suma superior a la que pedía por la totalidad de los nueve. El rey, sorprendido, se negó de nuevo y la mujer repitió la quema con otros tres más, reiterando su oferta de venta de los tres restantes por un precio aún muy superior a los anteriores. El monarca, aconsejado por los augures, decidió dar a la mujer la cantidad que pedía. Esta vendedora era nada más y nada menos que la sibila de Cumas, una de las profetisas ambulantes más reconocidas de la Antigüedad.
Fuente:
Dioses, templos y oráculos - Francisco José Gómez Fernández
Los romanos eran expertos en desentrañar los augurios para decidir si eran o no propicios, especialmente el vuelo de las aves, las heces del vino y las vísceras de los animales.
ResponderEliminarUn saludo.
La sibila ademas de sibila era buena negociante. Y supongo que antepasada de Vito Corleone o algo asi, jiji.
ResponderEliminarMe gusta la del niño con su mano inocente sacando tablillas que contenian mensajes como los de las galletitas de la suerte. Claro, no era como para tener mucha fe en el sistema.
Buenas noches, madame
Bisous
Hace poco se ha desarrollado un estudio sobre la aeromancia y la lectura de vísceras. En la que se disertaba sobre los organos a examinar en un augurio y estos eran siempre hígado, riñones e intestinos, la razón según científicos era para vislumbrar la salubridad del ejemplar, pues esto indicaba si era propicio o no. La aeromancia se sigue usando en nuestro país, hace poco salía en un programa de estos de por la tarde entrevistando a un señor mayor (de las Islas, si no recuerdo mal) que lo aprendió de su abuelo y este a su vez de sus antecesores.
ResponderEliminarInteresante tema, sobre el que se podría profundizar un montón.
Cuales eran sus creencias?
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