Puede que la
lepra sea una de las enfermedades más antiguas e interesantes de nuestro planeta. Su origen antecede el registro histórico escrito y los testimonios que sobre ella perduran hoy en día son vastísimos. Ha sido inspiración para leyendas, cuentos, miedos y embustes. Sin embargo, es quizás en la Europa Medieval donde la lepra cobra su mayor importancia histórica y médica.
Al contrario de la creencia popular, la Edad Media no fue una época insalubre y plagada de enfermedades. De hecho, las enfermedades que habían causado grandes epidemias en el pasado, habían desaparecido por completo después de la caída del Imperio Romano, al desintegrarse los grandes núcleos urbanos y por lo tanto la posibilidad de contagios masivos. El que la lepra, un padecimiento de larga evolución, haya sido la enfermedad más importante de la Edad Media, indica que las condiciones de salud en Europa habían mejorado.
Hoy sabemos que la lepra es una enfermedad crónica causada por el bacilo Mycobacterium leprae, cuyos síntomas tardan muchos años en manifestarse. Cuando se presentan, sin embargo, son muy aparatosos y destructivos para los pacientes. Entre ellos se cuentan la formación de nódulos, la fascies leonina, la pérdida de sensibilidad de las extremidades, las deformidades articulares (mano del predicador) e incluso la ceguera y la parálisis facial. Su baja infectividad y la prolongada latencia de aparición de los síntomas, aunadas a las creencias religiosas y mágicas dominantes en la sociedad medieval, explican el que los leprosos fueran apartados de la colectividad y que su enfermedad haya sido considerada como algo sucio e impuro: un castigo de Dios.
La importancia de la Biblia en la sociedad medieval no puede relatarse con palabras ni medirse con números. Después de la desaparición del Imperio Romano, el cristianismo se apoderó de un mundo influenciable y débil que necesitaba desesperadamente algo en qué creer. Las ideas cristianas de salvación y perdón echaron raíces en este nuevo mundo, y llegaron a él en las páginas de la Biblia. Sobra por lo tanto decir que las ideas medievales sobre la lepra surgieron de los increíblemente erróneos preceptos bíblicos. La Biblia es, sin duda alguna, el libro en el que la lepra adquiere una mayor importancia histórica y social. La palabra que se usa en los evangelios para referirse al acto en el que Jesús alivia a los leprosos de sus males no es curar, sino limpiar. Esto indica, sin lugar a dudas, que la lepra no era considerada como una enfermedad sino como un signo de impureza y de suciedad.
No es raro, por lo tanto, que la sociedad medieval odiara y temiera a los leprosos. Tampoco es raro que los leprosos fueran segregados y apartados de los asentamientos humanos y considerados muertos en vida. Con la Biblia y sus enseñanzas como fondo histórico, se desarrollaron la vida y la muerte de los leprosos medievales.
La vida de los leprosos en la Edad Media fue de sufrimiento y horror. Los preceptos religiosos concernientes a la enfermedad eran categóricos en cuanto al aislamiento y la segregación de los enfermos con lepra. Una prueba de ello es que a finales de esta era en Europa existían 18.000 leproserías en las distintas áreas endémicas.
El procedimiento medieval en cuanto al diagnóstico e identificación de la lepra no distaba mucho de los conceptos levíticos. Cuando el paciente era diagnosticado como leproso ya fuera por el médico, por el sacerdote y, en algunos pueblos, incluso por el barbero, se emitía un decreto en el que se lo declaraba como leproso. Debido a las consecuencias sociales que esto podía ocasionar, el diagnóstico tenía que ser muy bien revisado y los síntomas correctamente descritos. El estándar de oro para el diagnóstico de la lepra era la presencia de una destrucción masiva de la cara del paciente y sólo en la presencia de este signo se debía hacer la afirmación de que se trataba de un leproso. Sin embargo, y como lo prueban muchos registros, esto no se aplicó en la mayoría de los casos ya que el mero rumor de que una persona tuviera lepra podía llevar a su reclusión en un hospital especial. La lepra fue, además, desde el año 757 hasta finales del siglo XIV causa legal de divorcio y de pérdida de todos los bienes comunes.
Cuando la enfermedad era diagnosticada en un paciente, el sacerdote iba a su casa y lo llevaba a la iglesia entonando cánticos religiosos. Una vez en el templo, el sujeto se confesaba por última vez y se recostaba, como si estuviera muerto, sobre una sábana negra a escuchar misa. Terminada la homilía, se le llevaba a la puerta de la iglesia, donde el sacerdote hacía una pausa para señalar:
"Ahora mueres para el mundo, pero renaces para Dios". Luego se le recordaban las palabras del profeta Isaías, aquellas en que se establecía una relación entre Jesucristo y la lepra, para reconfortar al enfermo. Una vez dicho esto, se llevaba al doliente a los límites de la ciudad donde se le recitaban las prohibiciones: se le prohibía la entrada a iglesias, mercados, molinos o a cualquier reunión de personas; lavar sus manos o su ropa en cualquier arroyo; salir de su casa sin usar su traje de leproso; tocar con las manos las cosas que quisiera comprar; entrar en tabernas en busca de vino; tener relaciones sexuales excepto con su propia esposa; conversar con personas en los caminos a menos que se encontrara alejado de ellas; tocar las cuerdas y postes de los puentes a menos que se colocara unos guantes; acercarse a los niños y jóvenes; beber en cualquier compañía que no fuera aquella de los leprosos; caminar en la misma dirección que el viento por los caminos. Además, se le ordenaba que cuando muriese debía hacerse enterrar en su propia casa.
Una vez proferidas todas estas prohibiciones, se le daba al leproso su ajuar completo: una capucha de color café o gris, zapatos de piel, un par de castañuelas para avisar a la gente de su proximidad, una taza, un bastón, un par de sábanas, un cuchillo pequeño y un plato. El leproso, solo y desamparado, debía caminar hacia el campo abierto y asentar su morada alejado de todas aquellas personas que no habían sido castigadas con la lepra. Allí viviría y moriría, con suerte acompañado de su esposa (si es que ésta no pedía el divorcio), y nunca más podría presentarse en lugares públicos. En algunos lugares de Inglaterra incluso se creó el concepto de las "ventanas para leprosos". Estas ventanas, colocadas casi a ras del suelo en las paredes de las iglesias, permitían a los leprosos ver la misa desde afuera.
La creación de las leproserías promovió aún más la discriminación y el miedo hacia los leprosos. Aunque pueda parecer absurdo, el desarrollo de las leproserías tuvo un efecto negativo en los enfermos y en su evolución. Esto se debió, en gran parte, a que la sociedad de la época (y los mismos pacientes), llegaron a considerar a estos hospitales como cementerios para vivos. Puede imaginarse el efecto que tenía, sobre el paciente, el estar encerrado sabiendo que el único modo de salir era morir. Asimismo, el miedo que se tenía en la Edad Media a los leprosos y a la enfermedad (ser infectado significaba un encierro eterno) aumentó considerablemente. La construcción de leproserías tuvo un crecimiento exponencial en la Europa medieval. Muchos de estos hospitales para leprosos se encontraban adosados a hospitales "normales" que se encargaban de todas las otras enfermedades. A estos establecimientos se les conoció también como lazaretos en honor a San Lázaro, el santo patrón de los leprosos. La orden de los caballeros de San Lázaro, se encargó de cuidar a los enfermos de lepra y de supervisar las leproserías. De hecho, muchos de sus caballeros estaban afectados por la enfermedad.
El aislamiento de los leprosos convirtió en realidad la idea de que la lepra fuera como una muerte en vida. Es posible que la existencia del leproso medieval se haya visto más afectada por los problemas psicológicos y sociales que por los problemas físicos que acarreaba su padecimiento.
Los tratamientos que se recomendaron en la práctica médica medieval pueden separarse en dos grandes categorías: los médicos y los quirúrgicos. Entre los tratamientos quirúrgicos más utilizados se encontraban la aplicación de sanguijuelas, la cauterización y la flebotomía que consistía en el corte de grandes venas para "limpiar el hígado y el bazo" de la sangre impura del leproso. En muchos textos se llega incluso a la recomendación de preparar ungüentos con la propia sangre del leproso para que fuesen aplicados en sus heridas. Otros autores argumentan que, al ser la sangre del leproso sangre sucia, estos linimentos deberían ser elaborados con la sangre de personas jóvenes y sanas.
Entre los tratamientos médicos más bizarros se encuentra la carne de serpiente. Esta idea de que las serpientes podían ser utilizadas para el tratamiento de la enfermedad surge de las enseñanzas de Avicena y es reforzada por Galeno. Aunque se ha pensado que el fondo teórico de la utilización de las serpientes como tratamiento es la idea de que "un veneno expulsa a otro veneno", esto se desmiente debido a la afirmación de Galeno de que era necesario retirar la cola y la cabeza de la serpiente porque contenían la ponzoña. Es probable que esta terapéutica fuera algo más simbólico, relacionando el cambio de piel de la serpiente con el cambio de piel que necesitaban los pacientes afectados por la lepra.
En las farmacopeas de la época se pueden encontrar, además de la carne de serpiente, otros 250 remedios para la lepra. Desafortunadamente el conocimiento médico medieval no permitía entender qué era la lepra y mucho menos curarla. De hecho, faltaban alrededor de quinientos años para que por fin se revelara el misterio detrás de la enfermedad, y otros cincuenta más para que dejara de ser incurable.
Fuente consultada: La lepra en Europa Medieval. El nacimiento de un mito - Enrique Soto Pérez de Celis
Cierto, era más que una enfermedad. Pobres leprosos.
ResponderEliminarSaludos
Una entrada muy interesante. Me quedo con el dato de que la Edad Media no fue una época tan insalubre como se piensa.
ResponderEliminarUn saludo
Pobre del que le diagnosticaran la lepra, realmente era la muerte en vida, que inhumanos .
ResponderEliminarBuena entrada,
ResponderEliminarEn efecto, una maldición bíblica. El leproso era apartado de la sociedad. Terribles tiempos para los que padecieran la enfermedad.
Saludos.
Madame, viendo algunos remedios valia mas estar enfermo, jiji.
ResponderEliminarEspero que hoy dia no tarden tanto en descubrir remedio a las nuevas enfermedades como ocurrio con la lepra!
Feliz dia
Bisous