15 de diciembre de 2009

Rubens, el artista feliz

Pocos alcanzaron en vida tanto éxito artístico y personal como Rubens. Al fallecer era el pintor más apreciado y mejor pagado de la Historia. Había superado incluso a Tiziano en caché internacional, se lo disputaban los reyes y lo cantaban los poetas. “El flamenco ilustre / de Italia envidia y de su patria lustre”, le decía Lope de Vega. El triunfo en el arte era, sin embargo, sólo un aspecto de su feliz existencia. Había triunfado también en la vida, y eso es lo que explica la euforia de colores, la alegría en el trazo de su pintura. Para empezar, se hace pintor por vocación, algo insólito en su época. Eran los padres quienes decidían la profesión de los hijos, y a Rubens, como pertenecía a la pequeña nobleza flamenca, le destinan a una carrera cortesana. Tras estudiar en los jesuitas, entra de paje de la princesa de Ligne a los 12 años. Pero el niño impone su voluntad de ser pintor “por gusto” y pasa a formarse en varios talleres. A los 20 años es ya un pintor independiente y a los 22, en 1600, cumple el sueño de todo artista cultivado, marcha a Italia. Se empapa del arte clásico y del Renacimiento, desarrolla su formación humanista y el duque de Mantua le nombra pintor de corte. Cuando vuelve a Flandes en 1609 es ya un artista de prestigio. Los soberanos de los Países Bajos, (la infanta Isabel Clara Eugenia, que los ha heredado de Felipe II, y el archiduque Alberto) le “atan con cadena de oro”, en palabras de Rubens. Le nombran pintor de corte, apadrinan a sus hijos, le eximen de impuestos. Amberes vive un momento espléndido propiciado por la Tregua de los Doce Años. La barbarie iconoclasta protestante ha destruido las obras de arte de las iglesias, pero hay dinero a espuertas para sustituirlas. Y Rubens es el principal encargado –y beneficiario– de ello. No es sólo por la belleza de su pintura, es que es un erudito en historia, arte, filosofía y literatura, incluida la Biblia, único entre los de su gremio. En La Erección de la Cruz, una obra maestra, Cristo está inspirado en el Laoconte, cumbre de la escultura helenística, y los verdugos en Miguel Angel. Realiza 60 retablos y 600 cuadros religiosos, es el pintor de la Contrarreforma por excelencia, y se hace inmensamente rico. Levanta una mansión al estilo italiano, con una sala inspirada en el Panteón de Roma que es el museo de su notable colección de escultura clásica. Su taller es una auténtica fábrica en la que trabajan grandes pintores, incluidos genios como Van Dyck. Rubens se levanta al amanecer y pinta durante 12 horas mientras le leen en voz alta sus clásicos favoritos, Séneca, Marco Aurelio, Plutarco, Tácito y Tito Livio, o mantiene tertulias cultas con los principales intelectuales de Amberes. Rubens, adepto a la filosofía estoica, habla latín, español, francés, italiano y es, en fin, un hombre del Renacimiento: artista, humanista y político. También interviene en negocios de Estado, ya que su gran prestigio le da acceso a los soberanos. La reina madre de Francia, María de Medici, o Carlos I de Inglaterra le encomiendan grandes pinturas históricas de exaltación de sus dinastías, mientras que Felipe IV de España, más mundano, le encarga 112 cuadros mitológicos, la mayoría desnudos, para su pabellón de caza. Desde 1623, la infanta Isabel Clara Eugenia le asigna un sueldo fijo como “diplomático”. Felipe IV pide a Rubens que negocie nada menos que la paz entre España e Inglaterra. Su gestión le vale ser armado caballero por los dos reyes; Carlos I otorga al pintor el honor de poner en su escudo el propio símbolo de la realeza inglesa, la Rosa Tudor, mientras que Felipe IV le nombra miembro del Consejo de Flandes, que equivale a ministro. Y por si fuera poco, con derecho de traspasar el cargo a su hijo, como hará poco antes morir el 30 de mayo de 1640, a los 53 años –la ancianidad en la época– y de una enfermedad que podríamos llamar feliz, la gota, consecuencia de haber comido bien durante toda su vida. Deja una fortuna de 700.000 florines y descansa en su propia capilla, en la iglesia de San Jacobo, bajo un cuadro suyo en el que Rubens es San Jorge, su primera esposa, Isabella, la Virgen, y la segunda, Helena, María Magdalena. (Fuente: www.historiarte.net - Luis Reyes para la revista Tiempo)

4 comentarios :

  1. Caramba, 600 cuadros religiosos son muchos cuadros. No cabe duda de que el hombre era muy trabajador, ademas de talentoso. Por algo pudo dejar una fortuna a su muerte, que por lo que parece, y aunque desconozco cuál sería la equivalencia actual, no era desdeñable.

    Buenas noches, madame

    Bisous

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  2. Un hombre muy afortunado, qué envidia jajaja
    Saludos

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  3. NO ES DE MIS PREFERIDOS, PERO NO HAY QUE QUITARLE EL MÉRITO AL HOMBRE.

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