2 de febrero de 2009

El portaaviones de hielo

Winston Churchill consideraba que los “aeropuertos flotantes” eran imperativos si se deseaba terminar con la guerra en menos de 5 años. Sin embargo, la falta de acero hacía imposible la construcción de portaaviones capaces de atender y soportar un número considerable de aviones, por lo que en 1942 una de las ideas más extravagantes de la historia bélica tendría lugar con el fin de construir un “aeropuerto flotante de hielo”. Meses antes a la orden de Churchill un comando británico había logrado capturar las esquemáticas y notas de diseño de varios proyectos alemanes, cuyos ingenieros han realizado proezas dignas de los libros de historia. Entre las tantas ideas extravagantes había una que aseguraba la creación de un “portaaviones imposible de hundir y pudiendo ser levantado sin requerir acero”. Para este fin inmensos icebergs eran utilizados como material, cortando su superficie en bloques y dándole la forma necesaria para que en su extremo expuesto existan varias pistas de aterrizaje. Dada la inmensa masa sumergida de estos no importaba cuan fuerte se bombardeara la estructura ya que siempre permanecería a flote. Otra de las ventajas era que al ser de hielo no importaba si se dañaban las pistas de aterrizaje durante los ataques enemigos, ya que solo debía de arrojarse agua y una mezcla especial en los baches para que luego al endurecer se alisaran quedando como nuevas. Deseoso de complacer a Churchill, Lord Louis Mountbatten se propuso construir un prototipo basado en esta idea, el Habbakuk. El científico Geoffrey Pyke se encargaría de desarrollar una sustancia eficaz y capaz de crear duros bloques de hielo de derretimiento lento, a la que llamó “Pykrete”. El trabajo comenzó bajo el mayor de los secretos en el Lago Patricia de Canadá y en menos de 2 meses 15 hombres lograron construir el prototipo para el cual se habían utilizado más de 1100 toneladas de pykrete. Sin embargo, ya era 1944 y los Aliados habían asegurado varias fuentes de acero y cerrado la brecha del Atlántico por lo que el gobierno prefirió un enfoque más ortodoxo y decretó que se construyeran portaaviones convencionales sobre los de hielo. Durante algún tiempo el Habbakuk en miniatura fue utilizado para experimentaciones y anduvo deambulando por las aguas sirviendo como “cama de pruebas” para práctica de bombardeo.
Construcción del prototipo en Canadá

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