10 de febrero de 2009
El nacimiento de una adicción
Los primeros españoles que llegaron a Cuba fueron Luis de la Torre y Rodrigo de Jerez, enviados por Cristóbal Colón para explorar la isla. Allí fueron agasajados con danzas y festejos y vieron por primera vez a los indígenas fumando tabaco.
Rodrigo de Jerez se convirtió él mismo en fumador, y tras su vuelta a España fue acusado de brujería y encarcelado por la Inquisición; la Iglesia consideraba que sólo el diablo podía dar a un hombre el poder de expulsar humo por la boca.
Los primeros cronistas de Indias también condenaron el uso del tabaco. Fray Bartolomé de las Casas hablaba del poder narcótico y curativo del tabaco. Los colonos españoles lo incorporaron a sus costumbres independientemente de su valor medicinal.
La planta se introdujo en Europa a través de España. En un principio sólo consumían tabaco los marineros y los habitantes de los barrios portuarios; lo fumaban o mascaban elaborado con hojas desecadas anárquicamente.
Todo cambió cuando se propagaron las maravillosas virtudes medicinales del tabaco. El médico sevillano Nicolás Monarde, cantó las excelencias de la planta americana en un tratado de medicina que publicó en 1571. Monarde afirmaba que el tabaco era eficaz para combatir un sinfín de males: piedras en el riñón, lombrices, mal aliento, heridas, jaquecas, asma y dolores de parto. Ante tales virtudes, la planta enseguida hizo furor entre las clases altas.
Otro personaje clave en la difusión del tabaco fue Jean Nicot, quien curó con rapé las jaquecas de Catalina de Médicis. A Nicot debemos el nombre que recibió la planta, nicotiana tabacum, del que procede la palabra nicotina.
A principios del siglo XVIII el polvo de tabaco o rapé se convirtió en una moda. La preparación del rapé era considerada un ejercicio de estilo, y el estornudo que provocaba su inhalación un arte.
En Inglaterra, que es esta época era enemiga de España, el tabaco se conocía gracias al saqueo constante de las colonias españolas. El corsario Sir Walter Raleigh fundó en 1584 la colonia de Virginia, donde pronto surgieron plantaciones de tabaco para su exportación.
El tabaco fue introducido en el Vaticano en 1585, y los monjes comenzaron a cultivar la planta en sus huertos para la preparación de remedios médicos. Pero de la medicina al placer sólo había un paso y era frecuente que los curas desaparecieran de la iglesia para fumar a escondidas.
Pronto hubo tantos adictos que los gobiernos intervinieron para prohibir el tabaco. En algunos estados alemanes los fumadores eran castigados con multas y prisión; en Rusia el consumo por parte del clero se consideró pecado mortal, y en Turquía llegó a amenazarse con la pena de muerte.
Otros países, en cambio, se mostraron más permisivos al darse cuenta los gobiernos de los beneficios que podían obtener si gravaban el producto con impuestos. En 1636 España, que ya había aplicado diversos impuestos sobre el tabaco, estableció un monopolio estatal sobre este producto.
El vicio de fumar hermanó a gentes de toda edad y condición. En los anales de la Humanidad no figuraba ninguna costumbre que se hubiera propagado con tanta rapidez.
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Madre mia, que cuidado habia que tener: te acusaban de brujeria hasta por fumar! Que barbaridad.
ResponderEliminarY fijate, todo para acabar cultivando plantitas hasta en el Vaticano.
Muy curiosa la historia, me ha encantado.
Un saludo
Diana de Méridor
Los españoles, como no... xD
ResponderEliminarSiempre es bueno saber el origen de las cosas, gracias de nuevo a tu blog.
Salu2.
Madame, le comunicamos que le hemos otorgado un premio en nuestro blog, y que puede pasar a recogerlo cuando desee.
ResponderEliminarEnhorabuena y un saludo de Guiomar y Diana.