12 de marzo de 2011

Los Eunucos

Un eunuco es un hombre castrado. La privación de los genitales externos masculinos (emasculación o eviración) podía efectuarse de manera parcial o total. La manera parcial era la castración propiamente dicha, es decir la extirpación (por corte) o la inutilización (por golpes) de los testículos. Otra manera parcial era la extirpación por corte del pene. La manera total era cuando se mutilaba radicalmente, cortando pene y testículos.

Históricamente, el convertido en eunuco, cambia así a una nueva condición de género social, quiere decir que la cultura en la que está inmerso el individuo -una vez producida la mutilación física de sus genitales externos- le asigna un trato diferenciado.

A pesar que una consecuencia es una "feminización" que de lo hormonal afecta la distribución lipídica corporal, biológicamente el macho humano castrado no se convierte en hembra en el sentido que no se produce cambio genético. En cambio, socioculturalmente, el eunuco no es ya hombre ni tampoco es mujer, se le considera así de un nuevo género. Y con ello usualmente se les encargan funciones especiales, en otras palabras, eran usados para la sodomía.

En la Grecia antigua eran muy temidas las Amazonas, un pueblo de feroces guerreras con una sociedad matriarcal, que según algunas versiones de la leyenda mataban o mutilaban hombres cuando no los necesitaban para la reproducción.

Son famosas las costumbres institucionalizadas de convertir hombres en eunucos que en etapas de su historia se practicaban en los imperios babilonio, chino, bizantino, árabe y turco. En estos casos, los hombres socioeconómicamente acomodados del país, encomendaban a los eunucos especialmente el cuidado de las mujeres del harén. Algunos eunucos llegaron a ser importantes funcionarios y alcanzar una considerable influencia política, los más hábiles incluso se las ingeniaban para decidir - ilegalmente - políticas de Estado que afectaban las relaciones internacionales con los países vecinos. En estos países hubo eunucos que alcanzaron en lo social mucha fama, en lo económico muchas riquezas, y en lo político mucho poder (especialmente ejercido a través de intrigas), pero no popularidad por parte de las masas.

Durante la invasión a Persia, Alejandro Magno conoció a un eunuco que lo cautivó por su belleza, Bagoas.

En tiempos de guerras santas y cruzadas, en tiempos de grandes emperadores modernos en España y Turquía, tiempos de piratas cristianos y moros, eran frecuentes los casos en que las poblaciones derrotadas en combate eran diezmadas por los vencedores: violando y robándose a las mujeres, y castrando y esclavizando a los hombres.

En China, los eunucos eran empleados en el Palacio Imperial (el lugar más importante del pueblo).

Al principio eran suficientes para cubrir la tradicional cuota de eunucos aquellos delincuentes o criminales que eran condenados a la pérdida de "sus partes", pero con el tiempo, al aumentar el tamaño del Estado chino y en consecuencia su burocracia imperial y sus diversificadas funciones, ya no se daban abasto.

Fue entonces que hubo de buscar y aceptar nuevos candidatos de diferente procedencia. Pese a ser servidores en distintos cargos, fueron aumentando su importancia y adquiriendo algunas ventajas (como holgura económica). Es así como en las aldeas muy pobres a veces algunos pocos se realizaban la automutilación con la esperanza de alcanzar una mejor posición social y económica. No eran extraños los casos en que el padre, la madre, los hermanos y las hermanas, acompañaban a un integrante de la familia a una cita con el barbero-cirujano. Éste, con técnicas rudimentarias basadas en la sabiduría de aquel entonces, procedía a la operación.

Según investigaciones y estudios realizados por europeos en los siglos XIX y XX, el barbero primero envolvía desde su base al pene y los testículos conjuntamente en una venda común que ajustaba fuertemente, lo que producía dolor y proporcionaba la forma de una especie de embutido. A continuación iba retorciendo hacia un lado el paquete así formado, tomaba un cuchillo curvo, lo alzaba a distancia calculando para un corte fuerte y veloz... llegados a este punto el barbero preguntaba una vez más si estaban seguros de una decisión que sería irreversible, si el futuro eunuco era mayor de edad, él debía responder por sí mismo, y si era menor entonces la respuesta correspondía a la familia allí presente. Si la respuesta final era afirmativa, entonces con un solo movimiento cercenaba los genitales. Luego junto con el inmenso dolor se producía una abundante hemorragia. El barbero aplicaba baños de sales y aceites para detenerla y luego aplicaba una pequeña cuña de metal, generalmente estaño, en el orificio uretral. Entonces venía lo más difícil, el nuevo eunuco debía estar andando despacio sin mayor descanso, y no consumir nada de líquidos por unos días.

Al cabo del tiempo, se le retiraba el tabique de metal antes colocado en el orificio uretral, si conseguía orinar, entonces la operación había sido un éxito y ya podía empezar a gestionar un empleo para servir en la Corte del Emperador. En caso contrario, una atroz agonía esperaba al nuevo eunuco antes de su lenta muerte... Los despojos genitales a veces eran reclamados por quien fuera su propietario, y entonces el barbero se los entregaba. Pero con frecuencia dichos despojos no eran reclamados y en ese caso el barbero los guardaba anotando cuidadosamente la fecha y a quien pertenecían. Esta conducta se debía a que si el eunuco era aceptado en el Palacio Imperial, y una vez allí conseguía hacer carrera, descubriría que para cada ascenso (y con ello más dinero) la tradición obligaba como requisito enseñar en un rito los restos de lo que fueron sus genitales. Entonces el eunuco volvía presuroso a intentar recuperar lo que en mala hora dejó abandonado, para lo cual el barbero lo esperaba dispuesto a entregarle lo suyo, previo cobro de una importante cantidad adicional de dinero. Los eunucos alcanzaron su máximo apogeo en la edad media, especialmente durante la dinastía Ming.

En muchos otros pueblos también existía la costumbre de convertir hombres en eunucos. Aún hoy existen en la India (conocidos como hijras), y hasta hace poco los había en Rusia (incluso sobrevivieron hasta mediados del régimen soviético); también los hubo en el barroco europeo utilizados para el canto y llamados castrati (en italiano, literalmente, "castrados"). En Yibuti, cuando un hombre quería solicitarle a una mujer que contrajeran enlace matrimonial, para ser aceptado debía demostrar primero su valor llevándole como obsequio y entregándole como regalo, envuelto, los genitales de otro hombre a quien previamente debía haber mutilado. Sin dicho obsequio no era aceptado, y las costumbres sociales incluían la burla por parte de la mujer pretendida con frases que ponían en duda la masculinidad del pretendiente por no ser capaz de cumplir valientemente con la tradición. Entre las formas de procurase tan macabro botín estaban, por ejemplo, la guerra colectiva o el asalto individual a extranjeros o ancianos. Desde hace varias décadas, la prédica de los misioneros religiosos poco a poco hizo desaparecer esta costumbre; sin embargo, las más ancianas aún conservan orgullosas como valioso recuerdo su tradicional regalo pre-nupcial.

Fuente:
http://actualcurioso.blogspot.com/2009/10/los-eunucos.html

11 de marzo de 2011

El tesoro de los nazareos (Jerónimo Tristante)

Rodrigo Arriaga es un caballero huido de la corte que se esconde en los Pirineos aragoneses y nada quiere saber de la corte ni de su antigua, y secreta, profesión. El que fue el mejor espía de su tiempo se oculta en un recóndito pueblo y ha renegado de su pasado como favorito del Rey. Sin embargo, las cosas cambian cuando Silvio de Agrigento, al servicio del Papa, llega buscando a Arriaga a su escondite. La Santa Sede tiene una propuesta que hacerle y Rodrigo, llevado por la necesidad de dar paz a los restos de su amada -quien murió en desgracia y a quien se le concedería una bula para ser enterrada en Campo Santo-, no podrá por más que aceptar.

Su misión consistirá en infiltrarse entre las filas de la orden del Temple, convertirse en uno de ellos, ganarse la confianza de cada uno de esos soldados de Dios y descubrir qué ocultan bajo su fachada de bondad y caridad. Roma tiene fundadas sospechas sobre las actividades y objetivos de estos caballeros y Rodrigo será el encargado, en un viaje que le hará recorrer Europa, de destapar la verdad.

10 de marzo de 2011

La lucha por Mesopotamia entre semitas y no semitas

Entre los pueblos de origen no semita que invadieron Mesopotamia se encontraban también elementos indoeuropeos. Desde Asia Menor llegaron los hititas que, bajo el mando de Murshili I avanzaron hasta la cuenca del Eufrates, atravesaron las regiones pobladas por los hurritas y hacia el año 1530 a.C. conquistaron la ciudad de Babilonia. Los hititas abandonaron de nuevo Mesopotamia y fueron los casitas, procedentes de los montes Zagros, los que se adentraron en su lugar en Babilonia. Estos dominaron el país durante cuatro siglos, mezclándose finalmente con la población semita autóctona, a la que se sometieron en el campo lingüístico y cultural. El acadio se convirtió incluso, en aquella época, en la lengua diplomática de todo el Oriente Próximo.

Entre tanto, también los vecinos del norte de Babilonia, los asirios, se habían hecho fuertes. Estos consiguieron, en la primera mitad del primer milenio a.C. dominar todo el Oriente Próximo y, temporalmente, incluso también Egipto.


Las victorias militares llevaron a Asiria numerosos prisioneros y así, sobre el suelo mesopotámico, coexistieron urarteos, escitas y cimerios, entre otros. Muy importante fue también el papel del estado Mitanni, principalmente en cuanto atañe al florecimiento del reino asirio, en los siglos XV y XIV a.C. Su civilización, principalmente hurrita pero en la que se perciben también influencias arias, amorreas y babilonias, influyó grandemente en los asirios.

Desde finales del segundo milenio a.C. los arameos ejercieron una gran influencia en Mesopotamia, especialmente en el terreno cultural. A mediados del primer milenio a.C. se puede hablar ya de una arameización del país. Finalmente, el arameo acabó suplantando la lengua acadia, siendo incluso sustituidas las típicas tablillas de barro por pergaminos y papiros.

Pero los arameos no fueron los últimos habitantes de la antigua Mesopotamia. Asiria fue saqueada por los medos que, con la ayuda de los babilonios, conquistaron el país hacia finales del siglo VIII a.C. Los babilonios, libres ya de la dominación asiria, vivieron un renacimiento que duró un siglo. Durante este último siglo de independencia política de Babilonia tuvo lugar una doble deportación de judíos desde Palestina. Babilonia les ofreció el aspecto de una enorme ciudad comercial y de un mercado donde se encontraban y mezclaban miembros de las más diversas razas y pueblos. El relato bíblico de la confusión de las lenguas "bajo la Torre de Babel" correspondería exactamente a la situación misma que los judíos vivieron aquí.

En el año 539 a.C. los persas pusieron fin definitivamente a la independencia babilónica. Pero la dominación persa en Mesopotamia no supuso el exterminio de la población semita autóctona sino su mezcla con el pueblo ario. Mesopotamia continuó atrayendo a otros pueblos por sus riquezas naturales y por su enclave dentro del Próximo Oriente.


Fuente:
Sociedad y cultura en la antigua Mesopotamia - Josef Klima

9 de marzo de 2011

El primer emperador de Roma

El año 27 a.C. fue el inicio de una nueva etapa en la historia de Roma. Es el año que Cayo Octavio (hijo adoptivo de Cayo Julio César, muerto en los idus de marzo) fue proclamado Augusto por el Senado y empezó así el nuevo periodo llamado Imperio, recibido por todos como el inicio de un camino hacia la paz y la prosperidad.

El recién nombrado emperador se dio cuenta del ansia de paz que tenía su pueblo, cansado de tantas guerras y tanto sufrimiento. De la capacidad que mostrara Augusto para devolver la tranquilidad a los ciudadanos dependería el éxito de su mandato.

Cuando el nuevo emperador asumió el poder, el Estado romano era un gran territorio regido por la colectividad de los ciudadanos romanos representada por un cuerpo gobernante de ciudadanos ricos y nobles, miembros del Senado. Una influyente clase de hombres de negocios y terratenientes formaba, con el orden senatorial, la clase superior en Roma y en las ciudades de Italia. La clase trabajadora estaba formada por comerciantes, artesanos, pequeños agricultores y una multitud de esclavos.

Los ciudadanos de todas las clases sociales coincidían en el deseo de ver terminadas las guerras y restablecida la paz. Sin embargo, la clase dirigente del Imperio no estaba dispuesta a aceptar una solución cualquiera. Los ciudadanos habían combatido por la restauración del Estado romano y no por la creación de una monarquía oriental más o menos disfrazada. No faltaban quienes veían tras la ambición de Augusto un deseo de despertar los fantasmas de la monarquía. Eso quería decir que estaban dispuestos a seguir a Augusto en tanto que él prometiera mantener todos los privilegios que entonces disfrutaban.

El Senado adoptó al principio una actitud sumisa ente Augusto. Le solicitó humildemente que aceptara todos los poderes, pero sobre todo dos. El de Imperator que le confería el mando de las fuerzas armadas, y el de Princeps que le ponía en el lugar de primer ciudadano. Esperaban de él que devolviera a Roma la prosperidad económica, que ahora estaba destruida por culpa de las guerras y de la corrupción.

Augusto determinó que los impuestos llegaran al tesoro central por encima de todo. Y dejó bien claro que se castigaría a todo aquel que tratara de faltar a sus obligaciones como ciudadano. La plebe de Roma constituía otro grupo de privilegiados. Los ciudadanos residentes en Roma vivían desde hacía mucho tiempo de los repartos gratuitos de trigo. Augusto tuvo buen cuidado de respetar este privilegio.

El emperador dio trabajo a miles de personas con su política de grandes construcciones. Embelleció Roma con sus propios fondos y cuidó del aprovisionamiento del agua. El retorno a las estrictas costumbres de los primeros tiempos romanos se reflejó también en la legislación en materia de matrimonio, herencia y lujo, destinada a frenar la tendencia de los ricos al celibato, a la ausencia de hijos y a una vida desenfrenada. Livia, su esposa, tuvo que llevar una vida de antigua matrona romana; pero su hija Julia se rebeló contra la disciplina paterna y su actitud le costó la libertad, pues fue desterrada a una isla solitaria.

En lo que respecta a la ciudadanía, todos los habitantes de Italia fueron considerados ciudadanos romanos de origen; su ciudadanía excluía cualquier otra y estaban sometidos exclusivamente al Derecho Romano. Augusto mandó hacer un empadronamiento y emprendió las tareas concernientes al catastro, para lo cual dividió el Imperio en cuatro partes. Mantuvo los impuestos sobre el suelo y el impuesto de aduanas. Añadió el impuesto de sucesión, que consistía en la vigésima parte de la herencia recibida. Amplió el impuesto a pagar sobre la venta de esclavos. Y aumentó en número de monopolios en su favor, entre los cuales destacó el de las minas de Dalmacia.

La población tendió a aumentar en Roma, pero en cambio disminuyó en las provincias. En las clases ricas había cada vez menos niños y más solteros, pues cualquier soltero podía rodearse con facilidad de cortesanas.

Augusto tuvo siempre muy claro el principal objetivo de su gobierno: estabilizar la sociedad romana, para lo cual era necesario convencer de dos cosas a los ciudadanos. Una, de la necesidad del matrimonio, y dos, de los males de la inmoralidad.

Augusto murió en el año 14 d.C. convencido de que dejaba a sus herederos un estado floreciente. El ejemplo del fundador creó un compromiso para todos sus sucesores, que llevaron el nombre de Augusto entre sus títulos. Esto lo convertía, inevitablemente, en un modelo a imitar.


Fuente:
Breve historia de la antigua Roma: el Imperio - Bárbara Pastor

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