La palabra druida procede del vocablo “drus”, que en griego significa roble, y de la voz indogermana “wid”, que significa sabiduría. Su significado se basa en que los druidas celebraban sus ritos en robledales, considerados sagrados.
En el año 100 a.C., y tras viajar a la Galia, el filósofo Posidonio de Apamea describía a los druidas con palabras griegas inequívocas, como “filósofo” o “teólogo”, lejos de la imagen que se tiene hoy en día, que ve a los druidas como sacerdotes de una religión ancestral, magos o incluso hechiceros. En esa época el término “druida” ya era conocido en el Mediterráneo oriental, y servía para referirse a “aquellos que mejor ven y perciben lo que vendrá”. En Grecia se comparaba a los druidas con los pitagóricos. Tenían en común que eran grupos cerrados y elitistas, que cultivaban el secretismo y prohibían poner sus enseñanzas por escrito, transmitiéndolas oralmente.
¿Cómo aparecieron los druidas en el mundo galo? La explicación puede estar en la comparación con las otras civilizaciones mediterráneas. Aquí y allá hubo personas que se dedicaron al estudio astronómico. También lo hicieron los druidas, que crearon un calendario basado en el doble recorrido del sol y la luna. Para llegar a esto tuvieron que estudiar los astros durante siglos, lo que les familiarizó con el cálculo y con las ciencias en general. Estos conocimientos adquiridos durante siglos, hicieron que, en un mundo en el que las élites gobernantes sólo se preocupaban de hacer la guerra, los druidas fueran considerados grandes sabios que debían ser respetados y escuchados. Así, a partir del siglo V a.C., alcanzaron una posición preeminente en los asentamientos galos.
Cuando Posidonio de Apamea visitó la Galia afirmó haber conocido a los druidas, de los que dejó una descripción muy precisa. Sabemos así que además de los druidas existían otras dos órdenes religiosas. De éstas, los bardos eran los más conocidos. Los bardos, en su origen, cantaban sus obras mientras tocaban una lira de siete cuerdas. Su palabra era sagrada y tenían un considerable poder sobre la población. Los druidas los consideraban rivales y se enfrentaron a ellos, reivindicando el conocimiento de los dioses y el universo en exclusiva. Parece ser que tuvieron cierto éxito: cuando Posidonio viajó a la Galia, los bardos ya no eran más que simples bufones a sueldo.
Con los druidas, la religión adquirió una función social y política. Sus conocimientos en astronomía y geometría les permitieron levantar santuarios, y los fieles se convirtieron en comensales que compartían la carne con los dioses en el marco de grandes banquetes. Estos festines eran muy apreciados por los guerreros, que ofrecían a los dioses la mayor parte del botín de guerra y a cambio los druidas los declaraban ciudadanos de pleno derecho.
Según los relatos de Posidonio, los druidas identificaban la divinidad con el cosmos entero y los hombres participaban en el ciclo perpetuo de la naturaleza. Se dedicaban principalmente a las ciencias naturales, la física, la química, la geología, la botánica y la zoología. En cuanto a la farmacopea, cabe destacar que los galos atribuyeron al muérdago numerosas propiedades, y las investigaciones actuales han demostrado que esta planta posee grandes poderes terapéuticos. Los druidas desarrollaron el abono con estiércol e inventaron el hierro forjado y la hojalata.
Los druidas ostentaban el poder en la sombra, gracias a sus recursos intelectuales. Establecieron las primeras leyes y prepararon las constituciones de algunos pueblos galos. Gozaban asimismo de un estatus privilegiado: no pagaban impuestos ni tenían que cumplir con ninguna obligación militar. Se federaron y una vez al año celebraban una gran asamblea en el centro de la Galia. En esta asamblea, los druidas impartían justicia y los pueblos galos acudían allí a exponer sus desavenencias.
Pero el extraordinario prestigio que rodeó a los druidas no duró eternamente. Poco a poco fueron perdiendo carisma espiritual ante sus compatriotas, y la creciente influencia de la cultura romana les afectó profundamente. Los últimos druidas auténticos acabaron desapareciendo, y los que reivindicaron ese título décadas o siglos después no eran sino adivinos de poca monta, que no habían recibido la educación oral que era el secreto de los druidas: veinte años de estudios en los que los aspirantes adquirían la sabiduría de sus mayores.
Fuentes:
- Caballeros Blancos de Armagedón
- Los druidas, artículo de Jean-Louis Brunaux. Historia National Geographic nº 121
Para saber más:
Los celtas y los druidas: Civilizaciones misteriosas
Los druidas, sacerdotes de los celtas
Druidas. Manuel Alberro. Ed. Dilema
Interesantísimo, una mezcla entre los chamanes de las tribus africanas, sudamericanas o austrlianas, y los matemáticos y estudiosos dle universo de la antigua Grecia. Imagen bastante distinta de la comics y películas.
ResponderEliminarUn saludo desde Reinado de Carlos II.