7 de diciembre de 2012

Los Cien Mil Hijos de San Luis

Tras la liberación de España de las tropas napoleónicas, en 1814 Fernando VII volvió a subir al trono aboliendo la Constitución de 1812 y reinando así durante 6 años, lo que se conoce como Sexenio Absolutista. Esta situación se mantuvo hasta 1820, cuando el coronel Riego inició una sublevación en Cabezas de San Juan (Sevilla). Fernando VII fue capturado y obligado a jurar la Constitución de 1812, lo que hizo pronunciando su famosa frase “marchemos, y yo el primero, por la senda constitucional”. De esta manera se introdujo en España un sistema liberal que duraría 3 años, el llamado Trienio Constitucional.

Rafael Riego
El levantamiento de Riego colocó a España a la vanguardia europea en lo que a libertades políticas respecta, algo que las potencias vencedoras de Napoleón no veían con buenos ojos. Desde Rusia se exigía la celebración de un congreso para tratar el 'caso español' y Francia veía con preocupación el desarrollo de un liberalismo que amenazaba con extenderse a su territorio si no se tomaban medidas para evitarlo.

En 1820 se celebró el Congreso de Lebach, donde los países adheridos a la Santa Alianza trataron el tema de la intervención militar en España, de la que Rusia y Francia eran partidarios. El resto de las potencias no lo veían tan claro. Por su parte, Fernando VII se pasó todo el Trienio Constitucional conspirando para volver a establecer una monarquía absolutista en España, olvidando las promesas y juramentos constitucionales que había pronunciado. Finalmente, en 1822 los Estados que formaban parte de la Santa Alianza aprobaron en Verona la intervención militar de Francia en España.

El 28 de enero de 1823 Luis XVIII de Francia pronunció un discurso en el que anunciaba que “cien mil franceses estaban dispuestos a marchar invocando al Dios de San Luis para conservar en el trono de España a un nieto de Enrique IV”. En Francia se alzaron muchas voces contrarias a la intervención, pero el gobierno galo tenía muy claras las ventajas que podría reportarle. Una interveción armada en favor de Fernando VII permitiría a los franceses mover los hilos de la política española con el fin de encauzarla por el camino de la Francia restaurada. Por otra parte había intereses económicos y comerciales de por medio.

El ejército francés que iba a invadir España, conocido como los Cien Mil Hijos de San Luis, sería comandado por el duque de Angulema. El gobierno francés preparó un dispositivo logístico para el abastecimiento del ejército encargando a Gabriel Ouvrard toda la operación de aprovisionamiento, que gestionó con proveedores españoles a los que pagaba al contado. Así, para estos proveedores la invasión no sólo no supuso ningún motivo de queja, sino que además fue un buen negocio.

Duque de Angulema
En total, el número de los componentes del ejército francés se elevaba a 95.062 soldados, divididos en cuatro cuerpos y uno de reserva. Por su parte, el ejército español que se dispuso a hacerle frente estaba dividido en cuatro cuerpos de 18.000 a 20.000 hombres cada uno. El Ejército de Operación, mandado por el general Ballesteros. El Ejército de Cataluña, mandado por el general Espoz y Mina. El Ejército del Centro, mandado por el general La Bisbal, y el Ejército de Castilla y de Asturias, cuyo general en jefe era Morillo. También hay que contar a los 52.000 hombres que formaban las guarniciones de las plazas fuertes, los cuales hacían elevar la suma total a 130.000 soldados. Sin embargo, la desorganización de la defensa y la escasa moral de la tropa, impedirían una resistencia eficaz contra el ejército comandado por Angulema.

El 7 de abril de 1823 atravesaron las tropas francesas el río Bidasoa. Se iniciaba así una campaña que tendría un desarrollo rápido y eficaz. La Bisbal capituló pronto y Morillo se retiró sin combatir. Ballesteros, después de haberse batido en retirada por todo el Levante y por la Andalucía Oriental, capituló también ante el general francés Molitor en Campillo de Arenas (Jaén). Sólo Espoz y Mina supo oponer una tenaz resistencia en Cataluña, hasta el punto de ser Barcelona la última ciudad que cayó en manos de los franceses.

Ruta de los Cien Mil Hijos de San Luis

Cuando llegaron a Madrid las noticias del rápido avance del ejército de Angulema, el Gobierno y las Cortes decidieron, por razones de seguridad, trasladarse hacia el sur. El rey y la familia real quisieron negarse a acompañarles, y a pesar de que los médicos certificaron que Fernando no podía ponerse en camino sin peligro para su salud, éste no tuvo más remedio que transigir ante las presiones de los liberales.

Cuando las tropas francesas llegaron a Madrid se creyó conveniente nombrar una Regencia para que se encargarse de administrar el país y de organizar el ejército, al mismo tiempo que debería ponerse de acuerdo con los aliados para liberar al rey. Una vez aprobada esta Regencia por el duque de Angulema, comenzó su actuación nombrando un gobierno y adoptando algunas medidas encaminadas a restablecer las instituciones del Antiguo Régimen.

El 10 de abril llegó la familia real a Sevilla. A partir de entonces y hasta el 11 de junio, la capital andaluza se convertiría en la sede de las más altas instancias de la nación y las Cortes seguirían desarrollando en ella su labor hasta el momento en que tuviesen que trasladarse a Cádiz ante el avance del ejército francés. Pero de nuevo Fernando VII se negó a trasladarse, en esta ocasión a Cádiz, pues confiaba en su pronta liberación por parte de las tropas enviadas por su primo Luis XVIII. Fue Alcalá Galiano quien, basándose en el artículo 187 de la Constitución que establecía el nombramiento de una Regencia provisional cuando el rey se encontrase en la imposibilidad de ejercer su autoridad por causa física o moral, consiguió que las Cortes forzasen al monarca y a su familia a partir para Cádiz.

El felón Fernando VII 
Cádiz ya no era la ciudad inexpugnable que había sido en tiempos de Napoleón y además Angulema contaba con varios barcos que podían cortar las comunicaciones marítimas de la ciudad. Las Cortes y los gobiernos que se sucedieron en aquel verano de 1823 no fueron capaces de encontrar soluciones para evitar su caída y la ayuda inglesa que se esperaba no iba a llegar.

Ante tales circunstancias, los liberales parlamentaron con Fernando VII y con Angulema por separado y aceptaron liberar al monarca si a cambio se prometía el olvido del pasado. Fernando, que incumpliría su promesa nada más verse liberado de sus captores, pudo por fin reunirse con el Duque de Angulema en el Puerto de Santa María.

Una nueva etapa, marcada otra vez por el signo del absolutismo, se abría a partir de aquel momento: era la última década del reinado de Fernando VII, quien se mantendría en el trono sin nuevas limitaciones hasta su muerte en 1833.


Fuentes:
- Historia de Iberia Vieja
- La Guía
- Claseshistoria.com
- ArteHistoria

Para saber más:
ArteHistoria - La Milicia Nacional
Aprendemos Historia - Sexenio absolutista (1814-1820)
Histórico digital - El Trienio Liberal
EcuRed - La Santa Alianza

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