28 de abril de 2011

Pirro de Epiro, el terror de Roma

Pirro de Epiro había crecido en el mundo político que sigue a la muerte de Alejandro Magno, en el que la audacia y la fortuna proporcionaban coronas y creaban reinos. Las fuentes antiguas lo caracterizan como uno de los mejores estrategas de su tiempo. Los motivos que le empujaron a acudir a Tarento permanecen oscuros; tradicionalmente se considera que la empresa era un paso previo para una supuesta unificación de Italia bajo su hegemonía, intentando en Occidente las conquistas que se le habían impedido en el mundo griego. En cualquier caso, en el 280 a.C., Pirro, con un ejército reclutado y equipado con todos los adelantos de la técnica militar helenística, desembarcaba en Tarento.

El primer encuentro de Pirro contra las fuerzas romanas, cerca de Heraclea, resultó favorable al caudillo griego, que utilizó con eficacia la táctica de la falange macedonia y el uso de elefantes, animales desconocidos para los romanos. Las asustadizas ciudades griegas, que Roma había ganado a su causa, abandonaron a su reciente aliado mientras los pueblos itálicos del sur se apresuraban a unir sus fuerzas a las de Pirro. Pero las ciudades de Campania y el Lacio permanecieron fieles a Roma, y la victoria militar no tuvo resultados prácticos.

Un segundo encuentro, al año siguiente, en Ausculum Piceno, a orillas del Ofanto, volvió a demostrar las dotes estratégicas de Pirro, pero de nuevo sin resultados decisivos. Pirro, consciente de haber vencido sólo una batalla pero no la guerra, intentó un acuerdo diplomático que le permitiera abandonar Italia para acudir a la más prometedora Sicilia, donde las ciudades griegas de la isla solicitaban su concurso para combatir a Cartago. Y, aunque Roma no cedió, Pirro pasó con su ejército a la isla, mientras Roma firmaba con Cartago un tratado de alianza.


Así, mientras Roma -con el apoyo cartaginés- continuaba la guerra contra los pueblos itálicos del sur y contra Tarento, Pirro comenzaba su campaña siciliana de la que sólo interesa su rotundo fracaso: el entusiasmo inicial con el que fue recibido el caudillo griego, dio paso rápidamente a la desilusión y, finalmente, al enfrentamiento cuando Pirro exigió los primeros sacrificios y la incondicional sumisión de las ciudades a su autoridad. Amargado y desilusionado, hubo de regresar a Italia.

De nuevo, el rey epirota enfrentó su potente máquina militar contra Roma. Cerca de Benevetum el ejército romano resistió con éxito y Pirro comprendió las dificultades que le esperaban si continuaba la guerra. Decidió así abandonar Italia mientras los romanos asediaban Tarento, que capituló en el 272 a.C.

El episodio de Pirro significó para Roma la aceleración del proceso de unificación de Italia. En los años siguientes se produjo la definitiva sedimentación de las conquistas y el ensamblaje de las distintas piezas en una unidad política bajo hegemonía romana. Con ello, la ciudad del Tíber se convertía en potencia mediterránea.


Fuente:
Historia de Roma - José Manuel Roldán Hervás

4 comentarios :

  1. Interesante entrada, no conocía a este aventurero y estratega que de haber conseguido su objetivo de invadir Roma habría cambiado la historia del mundo.

    Un saludo.

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  2. O sea que Pirro de Epiro se dio "el piro". Jejeje.
    Un saludo.

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  3. Estaria bien que indicaras la frase que hizo famosa la definicion Victoria Pirrica (es cuando ganas por la minima y con gran esfuerzo)

    "Si sigo ganando a este precio, perdere la guerra" - Pirro de Epiro - al ver como victoria tras victoria mermaba su ejercito por las bajas.

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  4. Sinceramente me parece una burrada eso de "las asustadizas ciudades griegas". Cuando esas tus asustadizas ciudades griegas osaron a orinarse sobre la toga de uno de los senadores hasta que este exclamara "con su sangre han de lavarla"... La legión demostró superioridad contra Piro los romanos morían de frente caso contrario que los persas que salían huyendo ante el paso de las falanges. El escutum y la gladius fueron el terror de los griegos solo los elefantes dieron la victoria a Pirro. De estratega más fortuna que otra cosa en sus tres batallas contra Roma.

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