Según uno de los viejos anales vikingos, el Libro Flatø, el rey Harald Hardrade de Noruega visitó en una ocasión al noble caballero Halldor, cuya hija llevaba cierto tiempo muy enferma. Los síntomas principales eran fiebre, un abultamiento cada vez mayor del vientre, y una sed insaciable. Las ancianas murmuraban sobre una posible preñez de la joven pero ella negaba esta posibilidad con gran vehemencia. Dado que su estado iba de mal en peor también el rey fue consultado. El diagnóstico del monarca fue que la joven había tragado accidentalmente el huevo de una serpiente al beber agua y que el reptil creció en su estómago y estaba a punto de matarla. Para librarla de esta serpiente debían llevarla junto a una cascada, y allí la joven debería abrir bien la boca para que la serpiente pudiera oír el ruido del agua. Cuando la serpiente se deslizara por su garganta y asomara la cabeza entre las mandíbulas bien abiertas de la joven, su padre la cortaría con una espada.
Esta historia dramática de las leyendas noruegas ilustra la vieja creencia en que serpientes, ranas, lagartos y otros animales pueden vivir como parásitos en el tracto gastrointestinal humano. Ya en antiguos manuscritos egipcios, asirios y babilonios, se hace referencia a una "serpiente cólica" como causa de dolorosos calambres abdominales. En De morbis vulgaribus Hipócrates describe el caso de un joven que había bebido gran cantidad de vino fuerte. Cuando cayó desvanecido al suelo una serpiente se metió por su garganta y causó su muerte de un ataque apoplético.
En su Contractae ex veteribus medicinae tetrabiblos Aecio enumera los numerosos síntomas atribuidos a la presencia de ranas, sapos o salamandras en el estómago humano. En su Historia natural Plinio menciona serpientes y ranas como parásitos intestinales en hombres y bestias, y el Talmud contiene varios relatos semejantes.
El erudito Alejandro de Tralles que vivió en Lycia durante el siglo VI, fue consultado en cierta ocasión por una mujer que estaba segura de tener una serpiente en el estómago. Él comprendió en seguida que la serpiente sólo existía en su imaginación. Le pidió que describiera con exactitud cómo creía que era ese animal y luego se procuró un espécimen parecido que luego colocó en su escupidera. La mujer fue completamente curada y quedó muy agradecida al médico sagaz que, probablemente, no abandonó la habitación de la enferma sin embolsarse una cantidad considerable.
En los tiempos medievales también se mencionaba con frecuencia la leyenda de la serpiente en el vientre, tanto en obras médicas como en los anales de los santos.
Fuente:
Gabinete de curiosidades médicas - Jan Bondeson
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Pues me imagino que a la pobre joven hija del rey de Noruega se le desencajarían las mandíbulas de tener tanto tiempo la boca abierta esperando que saliera la serpiente!
ResponderEliminarPobrecilla :)
Feliz dia, madame
Bisous
Desconocía esto. :)
ResponderEliminarA lo mejor, eran simples tenias...
http://javicrespo.blogspot.com
Hay que tener cuidado con lo que viene en los productos envasados. Jejeje.
ResponderEliminarUn saludo.
Yo creo que la explicación viene más bien de tenias o solitarias que pueden alcanzar gran tamaño y entonces no tenían explicación para estas cosas.
ResponderEliminarSaludos
Que interessante este post :) Me fez lembrar que minha mãe usava um desses para passar nossas roupas lá em casa. O fogão era à lenha, as brasas eram retiradas dele para abastecer o ferro de passar roupas. Velhos tempos...
ResponderEliminarUm abraço :)