15 de marzo de 2011
El hundimiento del Indianápolis
A la medianoche del 30 de junio de 1944, un submarino perteneciente a la Armada Imperial Japonesa disparó dos torpedos contra el barco perteneciente a la Armada Norteamericana USS Indianapolis que se hundió en doce minutos en el Mar de Filipinas.
De las 1196 personas a bordo, unas 300 se hundieron con el buque y las restantes 900 cayeron al mar sin botes salvavidas, sin chaleco ni comida ni agua.
Lo que muchos de esos marineros no sabían era que no se había notificado al Comando en Jefe del Pacífico acerca del hundimiento ni se lo notificaría nunca en razón a la misión que acababa de cumplir el Indianapolis.
El barco acababa de llevar a Guam una carga clave que cambiaría el curso de la guerra: uranio enriquecido necesario para la fabricación de las bombas atómicas que el Enola Gay dejó caer sobre las poblaciones civiles japonesas de Hiroyima y Nagasaki.
Al amanecer del primer día los tiburones aparecieron. Tan solo unos pocos tiburones tigre (Galeacerdo Cuvier) que fieles a su patrón de comportamiento comenzaron a rodear a los náufragos quienes percatados de la situación se congregaron en grupos que nadaban unidos confiando a que esta actitud alejara a los tiburones.
A media tarde cientos de escualos infestaban las aguas. Los marineros, cada vez que uno de los tiburones tigre comenzaba el ritual del círculo –el comportamiento común del tiburón tigre en el ataque es reproducir un movimiento circular en torno a la presa y repetir los círculos disminuyendo el diámetro de los mismos para previamente al ataque dar un círculo final amplio y finalmente lanzarse hacia la presa- comenzaban a patalear y a gritar esperando asustar a los tiburones ya que a veces se alejaban con eso. A veces no se alejaban. Al tercer día la situación se complicó aún más.
Además de aumentar el número de tiburones tigre, algunos náufragos comenzaron a tomar agua salada. Esta ingestión produjo en ellos vívidas alucinaciones lo que provocó que decenas de marineros se alejaran de los grupos para ahogarse y ser devorados por los tiburones.
A las once de la mañana del cuarto día, un joven piloto -Teniente Wilbur Gwinn- al mando de un bombardero PV-1 Ventura descubrió a los náufragos en forma accidental en un patrullaje habitual en búsqueda de submarinos. Reportó el incidente a su base en Peleiu con el siguiente radiomensaje -¡Muchos hombres en el agua! dando la posición de los náufragos.
La base envió un PBY (hidroavión) al mando del Teniente Adrian Marks con el fin de investigar la situación, quien en pleno vuelo solicitó a destructor USS Doyle que acudiera al lugar. El capitán del USS Doyle decidió dirigirse hacia allí sin esperar la autorización correspondiente. El teniente Marks, quien arrivó horas antes, descubrió una escena patética: por todos lados los náufragos estaban siendo atacados por tiburones y las muertes se daban minuto a minuto.
La tripulación del avión comenzó a arrojar botes salvavidas, pertrechos y alimentos. Ante esta situación, desobedeciendo expresas órdenes sobre no amerizar, el Teniente Mark descendió en las aguas y comenzó el rescate de los náufragos que estaban separados del grupo los cuales tenian mas posibilidades de ser atacados por tiburones. En ese momento -al rescatar a los primeros náufragos- el teniente cobró conocimiento de que los naufragos eran tripulantes del USS Indianapolis y requirió asistencia inmediata, a lo cual respondió el USS Doyle diciendo que estaba en ruta.
Al anochecer, el teniente Mark seguía rescatando náufragos. Una vez llena la capacidad del avión comenzó a atar los mismos a las alas del aeroplano con cordel de paracaídas mientras seguían esperando el rescate. Mark y su tripulación pudieron salvar a 56 hombres durante esa jornada. En plena oscuridad llegó el USS Doyle quien detuvo sus máquinas para no herir a los náufragos que podían encontrarse en la zona y comenzó a transportar a los hombres que Mark tenía en su avión hacia el destructor.
Despreciando su propia seguridad el capitán del USS Doyle mandó a encender faros para que los náufragos se guiarán hacia el barco y al mismo tiempo para ubicar a los restantes navíos que acudieron al rescate. Al día siguiente durante la mañana finalizó el mismo. Novecientos hombres cayeron al agua.
Tan solo trescientos dieciséis fueron rescatados. Los tiburones comieron.
Fuente:
Lareserva.com
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Impresionante crónica... :S Pone los pelos de punta imaginar la situación.
ResponderEliminarhttp://javicrespo.blogspot.com/
¿Tres días en el agua? ¿Un hombre aguanta tanto? Yo pensaba que en tan solo unas horas se muere de hipotermia, claro, dependiendo de la temperatura del agua, y en un mar abierto suele estar bastante fría.
ResponderEliminarDebió ser terrible. Qué pesadilla. Tres días en el agua y con tiburones. Qué horror.
ResponderEliminarSaludos.
Hola, soy Emilio, y me gusta la historia aunque no soy muy experto.Me ha gustado el blog y espero pasarme más veces Estoy preparando un post en mi blog de cine y precisamete, la película que estoy preparando es Tiburón de Steven Spielberg, donde se da cuanta de la tragedia del Indianápolis, me preguantaba si Kassiopea podría permitir enlazarla a esta entrada, para ilustrarlos ya que me ha parecido muy ilustrativa.
ResponderEliminarUn saludo.
Claro que sí Emilio. Todo lo que hay en el blog está a disposición de todos los lectores.
ResponderEliminarGracias por leernos. Un saludo.