En los momentos finales del reinado de Ramsés III, una de sus mujeres llamada Tiyi conspiró en palacio para lograr que su hijo, Pentaur, le sucediera en el trono. Para lograr su objetivo, Tiyi buscó la ayuda de un mayordomo llamado Pebakkamen, que fue quien reclutó a los hombres que se rebelarían contra el rey. Gracias a ellos y al apoyo que recibió de otras mujeres que vivían en el atestado harén de Ramsés III, Tiyi estuvo a punto de desalojar del trono a su marido. No hay datos que arrojen luz sobre cómo se frenó el complot, pero sabemos quienes fueron los traidores. También conocemos que se constituyó un tribunal para juzgar a los imputados en la conspiración y que ciertos miembros de la comisión de investigación intentaron boicotear el proceso para no inculpar a algunos familiares suyos. Tras ser descubiertos, la ira del faraón cayó sobre sus cabezas. Los verdugos les cortaron la nariz y las orejas, castigo que se reservaba a los prefectos y magistrados que abusaban de sus funciones.
En los jeroglíficos se describe de forma un tanto ambigua la condena que aplicó el tribunal a los cabecillas del fallido golpe de estado: “Los han puesto en su lugar. Ellos solos han muerto”. ¿Les obligaron a suicidarse? En realidad, su final fue mucho más lento y terrible. Una momia hallada en Deir el Bahari, que corresponde a un varón de unos 25 años bien formado y sin lesiones, aporta pistas sobre el ajusticiamiento de los traidores. La momia es de un hombre que fue introducido en su sarcófago sin habérsele practicado las operaciones usuales del embalsamamiento. Su rostro desvela una horrible agonía, lo que sugiere que el desafortunado joven fue enterrado vivo.
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Desde el Neolítico para acá, desde que empezaron a existir oficios y cargos diferenciados (división social del trabajo), qué poco ha cambiado la humanidad. Las mismas traiciones, las mismas miserias.
ResponderEliminarUn saludo.
El ser humano tiene la capacidad de ser vil desde siempre...lamentablemente.
ResponderEliminarEnterrado vivo...y sin movil. Terrible.
ResponderEliminarEn serio, nada en lo esencial nos distingue de aquellos hombres cuando se trata de buscar el poder: traición, violencia, represión, pena. Un saludo.