21 de noviembre de 2010

Sigrid la Soberbia

Sigrid, apodada la Soberbia, nació a mediados del siglo X en algún lugar de Suecia. Su padre, que había participado en varias expediciones vikingas, era un afamado guerrero y uno de los principales jefes suecos. Como podía ser un mal enemigo, el rey Erik decidió casarse con Sigrid para asegurarse la lealtad del viejo guerrero. La dama demostró que poseía una personalidad poco común cuando falleció Erik. La costumbre exigía que la reina se suicidara junto al cadáver del monarca, pero Sigrid se negó rotundamente.

La vida no resultó fácil para la joven Sigrid. Si bien gozaba de grandes derechos, como cualquier viuda nórdica con hijos, las grandes posesiones que tenía en Suecia y en Noruega atraían la codicia de los magnates vecinos. La primera dificultad la tuvo con su hermano de leche, un cabecilla noruego llamado Harald. Éste había pasado la primavera pirateando por el mar Báltico y a su regreso fondeó cerca de las tierras de Sigrid. La gentil viuda se apresuró a invitar a su casa a su pariente, quien aceptó de inmediato. Intuyendo que el hombre, cegado por la ambición, podía planear raptarla, la dama se las ingenió para hacer creer al vikingo que ella había dormido libremente con él, lo que impedía de forma automática el rapto.
Cuando el rey se desvistió y se fue a la cama, la reina fue a él. Le llevó un cuerno con bebida y estaba muy alegre cuando se la ofreció. El rey bebió sin mesura y también la reina. Luego, él se durmió y la reina se marchó, y también se acostó.
(King Olaf Trygvason's saga)
Lógicamente, Harald tenía una resaca horrible a la mañana siguiente y no se acordaba de nada. Sigrid, en cambio, estaba sobria y conversó alegremente con su pariente haciéndole algunas confidencias. Entre otras, le contó que gozaba de muchísimo más poder en Noruega que en Suecia. Una sutil advertencia que cayó en saco roto. El vikingo se obsesionó aún más al oír aquello y pasó todo el invierno cavilando la forma de hacer suya a la bella pariente.
Al verano siguiente, tras la incursión pirática de rigor, Harald volvió a entrevistarse con la reina y la solicitó en matrimonio. Sigrid se negó y el noruego, loco de furia, decidió tomarla por la fuerza. Se presentó en la casa de la reina con muchos hombres y pidió hospedaje. Sigrid se lo concedió de buena gana, albergándolo en la gran casa comunal. Una vez allí, el vikingo se encontró con una desagradable sorpresa: la reina le presentó a un individuo que, al parecer, pretendía hacer lo mismo que él.
Una situación embarazosa que la anfitriona resolvió de una forma prudente. Ordenó servir bebida en abundancia y muy pronto todos los presentes estuvieron borrachos perdidos y rodaron por los suelos. Al caer la noche, Sigrid mandó a su gente que incendiara el edificio. Los pocos que lograron escapar del fuego cayeron bajo las espadas de los suecos.

Sigrid no se tomó la molestia de justificar la masacre. Se limitó a afirmar que “estaba aburrida de los reyecitos que venían a cortejarla”. Nadie la criticó, pues todo el mundo sabía que llevaba razón al obrar así.

A la vista de su incendiario historial, la Soberbia debería haber disfrutado de una plácida y tranquila viudez. Pero, por lo visto, a los nórdicos les encantan las mujeres bravías y Sigrid se vio obligada a afrontar los tórridos embates de un nuevo pretendiente.
Esta vez el candidato gozaba de grandes prendas. Se trataba, ni más ni menos, que del mismísimo rey de Noruega Olaf Tryggvason, elegido por una asamblea popular el año 995.
Sigrid vio con buenos ojos la unión, quizá porque pensó que ya iba siendo hora de sentar la cabeza, después de que sus coqueteos político-eróticos con Svend Barba Partida, rey de Dinamarca, no dieran los frutos apetecidos. Bueno, en realidad sí que generaron algo sólido: una rolliza niña llamada Estrid Astrid Margaretha Svendsdottar, que vino al mundo en el 992.

Para demostrar sus buenas intenciones, Olaf dio a Sigrid un valiosísimo anillo de oro macizo que se arrancó de la puerta del templo de Hlathir, una de las muchas deidades escandinavas. Sigrid, mujer práctica, no se inquietó en absoluto por la procedencia del costoso aro. Para ella carecía de importancia que Olaf, convertido al cristianismo en el transcurso de una expedición pirática a Inglaterra, se hubiera vuelto un fanático que repartiera su tiempo entre la destrucción de los templos de los viejos dioses y la conversión a fustazos de sus súbditos.

No obstante, la previsora Sigrid mandó examinar el regalo y descubrió indignada que se trataba de una burda falsificación. No estaba hecho de oro macizo, sino de cobre con un fino baño de oro. La reina, furiosa por el insulto, afirmó que perdonaba la incorrecta conducta del novio, a condición de que el noruego no intentase engañarla de nuevo en el futuro.
Los novios se entrevistaron de nuevo para arreglar los detalles de la boda y entonces estalló una violenta discusión. Olaf pretendía que Sigrid se convirtiera también al cristianismo, a lo que ésta se negó.
El rey Olaf se enfadó mucho y dijo apasionadamente: “¿Por qué desearía casarme contigo, vieja endurecida, perra del infierno?” Y luego le golpeó el rostro con un ramo que tenía en las manos, que arrancó de un rosal, y se fue.
(King Olaf Trygvason's saga)
La ultrajada mujer, ni lloró ni sufrió un ataque de histeria. Únicamente murmuró: “Algún día morirás por esto”. Y así ocurrió. Sigrid la Soberbia se casó al fin con su antiguo amante, Svend Barba Partida de Dinamarca, que había enviudado recientemente, y comenzó a rumiar la desgracia de Olaf.

El danés resultó ser bastante más inteligente que su amigo noruego Olaf Tryggvason. Él también era cristiano, pero tolerante. Por otra parte, conocía bastante bien el carácter de la Soberbia y sabía cómo tratarla. Aguantaba sus arrebatos de ira con estoicismo, porque era la madre de un aliado tan poderoso como el rey de Suecia.

Finalmente, los intereses del danés coincidieron con los apasionados odios de su dama. La obsesión evangelizadora de Olaf, unida a lo despótico de su carácter, le habían granjeado muchos enemigos, y los noruegos paganos se sublevaron al fin guiados por un noble local. Barba Partida y su hijastro intervinieron de inmediato en favor de los rebeldes.

El conflicto se decidió en la batalla naval de Svold. La flota noruega, encabezada por la Serpiente larga, el gigantesco drakkar de Olaf, fue derrotada por completo, y el rey se suicidó.
La pagana Sigrid, que participó en la lucha como un soldado más, obtuvo su venganza, aunque parcial ya que Olaf prefirió suicidarse e ir de cabeza al infierno, antes que afrontar el terrible destino que le esperaba como vencido.


Fuentes:
- Las mujeres piratas: aventuras y leyendas del mar – Henry Musnik
- Mujeres piratas – Germán Vázquez


5 comentarios :

  1. Madre mia, que drasticos eran los vikingos con eso de que la esposa se suicidara junto al cadaver del esposo. Nunca terminó de convencerme eso, no señor.
    Y menuda forma de cortejar tenían, jiji. Eran un poco brutos. Lo de la falsificación estuvo muy feo, ademas.
    Creo que hizo bien en suicidarse el tal Olaf.

    Feliz tarde, madame

    Bisous

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  2. Ciertamente sorprende que estos vikingos llevaran sus creencias hasta el final de sus consecuencias. Me ha gustado mucho esta historia, muchas gracias :-))

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  3. Una mujer de "armas tomar", de carácter, soberbia e insufrible. Había que ser un santo varón para aguantar a tamaña fiera. Ahora que el tal Olaf era un impresentable, chulo y bravucón, que terminó mal sus días.
    Un saludo.

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  4. Alcohol y fuego, qué manera más drástica de quitarse los moscones de encima. Un saludo.

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  5. jajaj que mujer, por lo menos seguía sus ideales. Me gustó mucho esta entrada. Saludoss

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