22 de octubre de 2010

Los sarcófagos egipcios

Todo egipcio, fuese o no de familia real, deseaba tener asegurado el tránsito al más allá. Durante el Imperio Antiguo los sarcófagos y los ataúdes eran primordialmente las moradas de los difuntos. Se les daba, por lo general, forma rectangular, e incluso pintaban falsas puertas sobre las tapaderas para imitar el aspecto de la fachada de un palacio. Las losas eran tan pesadas que se alzaban y colocaban por medio de sogas. En muchas de ellas pueden observarse los agujeros practicados a tal fin.

Por lo general sellaban los sarcófagos mediante una capa delgada de cemento alrededor de los bordes. La decoración era sumaria y se limitaba a remedar la residencia terrenal del difunto. Entre un sarcófago y un ataúd no hay otra diferencia que el material empleado en su construcción, y que el segundo encaja dentro del primero, éste de piedra, aquél de madera. El nombre egipcio del recipiente exterior de piedra era neb-ankh, “señor de la vida”, ya que su función consistía en proteger el ataúd colocado dentro.
El nombre griego sarcófago tiene un rentintín irónico, puesto que significa “devorador de carne”, lo que alude al hecho de que los tallados en piedra caliza causaban una reacción química con el cadáver y lo consumían. Un ejemplo interesante de este tipo de sarcófago es el que se halla en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, perteneciente a una sacerdotisa llamada Henhenet, que vivió durante la XI Dinastía. A parte del detalle inusual de estar compuesto por seis losas de piedra que ajustan entre sí, la decoración es muy sencilla y la inscripción que puede verse en él hace constar que el rey consagró una ofrenda al dios Anubis a fin de proveer al viático de Henhenet.

Sarcófago de Henhenet
El sarcófago de Seti I, un faraón del Imperio Nuevo, nos proporciona un ejemplo más rico. Descubierto en 1815 y trasladado a Londres, mide casi tres metros de longitud y tiene numerosos textos, tanto exteriores como interiores, que describen el tránsito del dios solar por las doce horas nocturnas.

Sarcófago de Seti I
Los ataúdes de madera usados durante el Imperio Medio fueron de forma rectangular y, en algunas épocas, provistos de abundante decoración exterior e interior. Esta última suele imitar las pinturas murales de los mausoleos, con representaciones del difunto sentado ante la colección de ofrendas, éstas pintadas con mucho realismo, lo que confiere gran importancia histórica a tales ataúdes por cuanto aparecen las joyas, los recipientes, los alimentos y los enseres, y todo ello da idea de cómo era la vida cotidiana en el antiguo Egipto.

Un rasgo común en los ataúdes del Imperio Medio era el doble ojo udjat. Se pintaban dos Ojos de Horus en la parte exterior del ataúd para que el difunto pudiera mirar por ellos hacia fuera. Y es curioso que aparezcan en la pared del ataúd destinada a quedar orientada hacia oriente, y no en la opuesta, teniendo en cuenta que el mundo de los difuntos se situaba hacia occidente. Lo cual demuestra que los egipcios no pensaban exclusivamente en el mundo de los muertos, puesto que deseaban seguir manteniendo el contacto con el de los vivos.

Doble ojo udjat, pintado en un sarcófago de madera
Se invocaba a los dioses para asegurar la protección del ataúd y de su contenido. Todo lo que se colocaba dentro del ataúd tenía su lugar destinado y dictado por el ritual religioso. La tapadera del ataúd recibía el nombre de cielo. Lógicamente, su protección se confiaba a Nut, la diosa de los cielos.


Fuente:
Los misterios del Antiguo Egipto - Bob Brier

Información relacionada:
- Discovery Channel. La muerte egipcia
- elmundo.es. Fotografías de sarcófagos


2 comentarios :

  1. Nuestras relaciones con el más allá son complicadas y muy variadas. Las diferentes culturas y religiones han rendido culto a sus dioses, que les esperan, de forma muy distinta. La egipcia, desde luego, parece una de las civilizaciones que más pensó en el más allá. El tamaño de sus monumentos funerarios así lo demuestran. Me ha llamado la atención el detalle del sarcófago con los ojos pintados en el exterior, quizá como una resistencia a irse del todo. Un saludo.

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