1 de junio de 2009
Rasputín y su muerte
Gregori Efimovich (Pokróvskoie, Rusia, 1872 - San Petersburgo, 1916) era monje, aventurero y cortesano ruso. De origen campesino y sin ninguna formación, Rasputín adquiririó pronto gran popularidad por su vida licenciosa y su fama de taumaturgo. Se le consideraba un místico y se le atribuía el poder de curar enfermedades y predecir el futuro.
Nada se conocería de él a no ser porque creyéndose con poderes especiales logró curar al zarevich Alexis Nikolaiévich de la hemofilia, cosa que no había logrado ninguno de los médicos llegados al palacio de San Petersburgo. A partir de entonces Rasputín se convertiría en el protegido de la emperatriz Alexandra Fiódorovna. Se especula con la posibilidad de que consiguiera aliviar su dolencia mediante hipnosis; en cualquier caso, la mejoría del heredero le granjeó la confianza de la zarina y también la de Nicolás II, fuertemente influido por la zarina.
Investido de un inmenso poder, Rasputín designó a muchos altos funcionarios del gobierno, aunque ninguno fue competente. A principios de la Primera Guerra Mundial, Rusia atravesaba un momento crítico. El zar Nicolás II asumió el mando del ejército y Rasputín se hizo con el control absoluto del gobierno. Su profunda influencia en la corte imperial escandalizaba a la opinión pública; además, su comportamiento le daba mala reputación y sus orgías eran bien conocidas por el pueblo, que lo designaba con el sobrenombre de El Monje Loco.
Los biógrafos no dejan de pintarlo como un verdadero monstruo diabólico, capaz de ejercer una dictadura feroz, completamente despiadado y concentrado en romper la barrera de cuanto pecado capital hubiera. Ya sea desde los banquetes espectaculares que terminaban en grandes orgías o desde la toma de decisiones de gobierno, todos sus actos eran revestidos de un halo místico que obturaba cualquier oposición. Su mirada penetrante, su estampa la de guerrero bravo, su rostro anguloso y su barba oscura, hacia imaginar una fuerza extraña detrás de aquel simple hombre.
Existían sectores de la aristocracia cuyo mayor deseo era la desaparición de Rasputín. Algunos lo habían intentado con tal suerte que muchos llegaron a pensar que aquel ser era inmortal. Si hay algo que ha llamado siempre la atención, ha sido la muerte de Rasputín. Según las declaraciones del protagonista principal de la jornada del 28 de diciembre de 1916 (“Como maté a Rasputin”), las últimas horas del aparentemente inmortal Rasputín fueron de esta manera:
El príncipe Yusupov y un grupo de hombres habían preparado lo que sería la trampa para cazar a la bestia. En el sótano del palacio de Yusupov se un banquete para Rasputín. Tanto la bebida como la comida tenían la cantidad de cianuro necesaria como para matar a un batallón. Raputín y Yusupov hablaron animadamente durante bastante tiempo.
El tiempo corría y el hombre de confianza de los zares no probaba bocado de los tentadores dulces espolvoreados con veneno, ni bebía nada de todo lo que Yusupov le ofrecía. Cuando los nervios de Yusupov estaban por quebrarse, Rasputín aceptó una copa de vino de Crimea y comenzó a devorar los dulces. Yusupov, no podía creer lo que estaba viendo, el hombre aquel había ingerido la cantidad de veneno suficiente como para voltear a un regimiento. Más tarde el invitado pidió beber Madera y se rehusó a que le cambien el vaso. El príncipe quiso persuadirlo que no era de buen bebedor mezclar bebidas, sin embargo Rasputín negó el cambio. De nada le sirvió, el Madera también estaba envenenado.
Debilitado por el veneno, Rasputín ya parecía reconocer lo que estaba pasando. Yusupov tomó un arma y le disparó al corazón. Al oír el estampido, los hombres de arriba, Purichkevich, el doctor Sukhotin y el gran conde Demetri Pavlovich, corrieron escaleras abajo. La bala le había atravesado el corazón. Ahora restaba la segunda fase del plan: deshacerse del cuerpo.
Yusupov se acercó al cuerpo y lo sacudió para verificar su estado. En ese instante Rasputín se puso de pie: roja de sangre su blusa de seda, espuma en la boca y los ojos desorbitados de odio. Yusupov logró escapar y llamar a Purichkevich para informarlo de que la bestia se resistía a morir. Mientras tanto, Rasputín, alcanzó una puerta secreta y logró salir a un patio interno. Los perseguidores encontraron al "teóricamente" muerto en el patio y le dispararon hasta que cayó sobre un montículo de nieve. Yusupov, para estar seguro, lo aporreó hasta cansarse con una cachiporra. Finalmente, entre todos lo envolvieron en una lona y lo tiraron al río. Eran cerca de las cinco de la madrugada de aquel 29 de diciembre de 1916 y Rasputín, ahora sí, había muerto.
Pero días más tarde, encontraron el cadáver en el río y el resultado de la autopsia fue que había muerto ahogado.
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Yo creo que este era un caradura de tomo y lomo. Se lo supo montar bien, eh?
ResponderEliminarPor cierto, Azahara, cuando tengas un ratillo necesito hablar contigo que te tengo que contar una cosa del blog.
ResponderEliminarApasionante entrada, madame. Fue un personaje de lo mas intrigante, y ya lo creo que se lo supo montar bien. La verdad que podia resultar de lo mas convincente para la mentalidad aun tan supersticiosa de la epoca y del ambiente en que se movia.
ResponderEliminarBisous
Por supuesto, un caradura que supo jugar sus cartas... Hay que reconocer que su mirada en las fotos impone. Gran entrada.
ResponderEliminarA mi me parece un personaje de lo más siniestro. No me hubiera gustado encontrarme con él por nada del mundo. Un Maquiavelo de pacotilla, porque por lo menos el italiano tenía estilo...No me extraña que la nobleza rusa quisiera desacerse de él. Pero ¿qué vería la zarina?. Porque de guapo y agradable poco.
ResponderEliminarSaludos
La verdad es que miedo da un rato, te lo encuentras por la noche en el portal de tu casa y sales por patas...
ResponderEliminarCarmen, no sé qué le vería la zarina, pero se ve que todas las mujeres de la aristocracia estaban locas por él y montaba unas orgías tremendas con ellas, y se ve que encima las trataba mal!
Fue un asesinato escalofriante. El personaje ya de por sí inspira miedo, pero debió ser un horror el acabar con él. Y es que matar siempre es una rebaja moral. Muy interesante. Saludos cordiales.
ResponderEliminarÉxcelente relato de las ultimas horas de este ¿hombre?. Siempre ha tenido un misterio cautivante para mí desde que supe de él. ¿Seguirá ejeciendo su magnetisomo através de los siglos y después de muerto?
ResponderEliminarOs saluda
Doña Guiomar de Ulloa
Mesdames Kassiopea y Azahara, tienen un regalo que aguarda en mi blog a ser recogido.
ResponderEliminarBisous
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
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ResponderEliminarEste hombre era inmortal, al final después de todo aun murió ahogado! increíble.
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