3 de febrero de 2009
III Guerra Servil: La guerra de los gladiadores
Los gladiadores romanos, cuyo nombre deriva de una antigua espada romana llamada “gladius”, eran en su mayor parte prisioneros de guerra, esclavos o condenados a muerte.
Pero en este sanguinario deporte también participaban hombres libres, atraídos por las elevadas recompensas y la búsqueda de gloria. Sin embargo, aquél que eligiese transformarse en gladiador era automáticamente considerado un “infame” para la ley.
Se supone que los espectáculos de gladiadores se originaron en las antiguas y lejanas ceremonias fúnebres etruscas, que involucraban sacrificios humanos para calmar la ira del Infierno y la inquietud de los muertos.
Los luchadores se sometían a un duro adiestramiento en las escuelas, donde se apelaba muchas veces a la tortura y al orden impuesto por el uso reiterado de castigos corporales con fuego y azotes.
La disciplina era dura, con reglas férreas y con penas severas, con el objetivo de convertir a los gladiadores romanos en verdaderas máquinas de lucha.
Uno de estos esclavos fue un tracio desertor del ejército de Roma, llamado Espartaco.
En el año 73 a.C., Espartaco organiza un motín y escapa junto a varios de sus compañeros, huyendo hacia el monte Vesubio. Debido a sus conocimientos militares logró reunir un ejército de más de 70.000 hombres, en su mayoría antiguos esclavos, ya que al conocerse la noticia de la rebelión muchos abandonaban a sus amos para unirse a este ejército.
Sobrevivían a base del pillaje contra las localidades más cercanas y el eco de sus correrías se difundió pronto. Espartaco repartía los botines equitativamente, lo que hizo que cada vez tuviera más seguidores.
Pronto se convirtieron en una molestia suficientemente importante, y fue enviada una unidad de 3.000 soldados al mando del aristócrata Apio Claudio Pulcer para detenerlos, pero Apio Claudio sufrió muchas bajas y los pocos que quedaron con vida tuvieron que huír.
Espartaco y los suyos intentaron ir a Sicilia, pero fueron traicionados por quienes debían entregarles las embarcaciones negociadas. Después de ésto el senado romano hace regresar a sus tropas combatientes en Hispania y en Grecia, las cuales sumadas al ejército de Craso se aproximaban a 120.000 soldados. Ésto hace que en el año 71 a.C. en la última batalla librada en Apulia sean derrotados Espartaco y sus hombres.
En esa batalla muere Espartaco junto con cerca de 60.000 hombres, ya no esclavos sino guerreros, hombres libres. Terminando así con el éjercito que hizo lo que no pudieron entonces los griegos ni cartagineses, poner en jaque al poderoso ejército romano.
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