8 de marzo de 2011

La paciencia de Edison

Cuando Thomas Alva Edison (1847-1931) inventó la bombilla, no le salió a la primera, sino que realizó más de mil intentos, hasta el punto de que uno de los discípulos que colaboraba con él en el taller le preguntó si no se desanimaba ante tantos fracasos. Y aquí entra la cuestión de la percepción del error, porque Edison respondió: "¿Fracasos? No sé de qué me hablas. En cada descubrimiento me enteré de un motivo por el cual una bombilla no funcionaba. Ahora ya sé mil maneras de no hacer una bombilla".

Pero va mas allá la paciencia del inventor mas prolífico de la historia - se le atribuyen mas de 1300 patentes- , porque cuando tenía 32 años, durante ochocientos días y ochocientas noches y apoyado por sus colaboradores, tuvo la paciencia de ensayar con seis mil fibras diferentes: vegetales, minerales, animales y incluso humanas, puesto que probó hasta con un pelo de la barba rojiza de uno de sus colaboradores.

Al fin, el 21 de octubre de 1879 Edison realizó la primera demostración pública de la bombilla incandescente ante tres mil personas reunidas en Menlo Park (California). Esa primera bombilla lució durante 48 horas ininterrumpidamente.


Fuente:
¿SQ?

7 de marzo de 2011

Castillo de Las Seguras


El castillo de Las Seguras se encuentra en un lugar llamado Las Seguras, en el término municipal de Cáceres.

Es una construcción en su mayor parte moderna, efectuada en el primer cuarto del siglo XX aprovechando una antigua casa fortificada. Lo auténticamente primitivo es la torre medieval que se alza en una esquina, fechada a finales del siglo XV, a la que se fueron añadiendo otras construcciones a lo largo del XVI configurándose una casa fuerte propiedad de la familia de los Ovando, concretamente figuraba a nombre de Pedro de Ovando a comienzos de esa centuria.

La torre es de forma prismática, con sección cuadrada. La planta baja está cubierta por una bóveda de cañón y la principal por una bóveda de arita, y ambas cuentan con accesos independientes en sus respectivos niveles, lo que aseguraba su posibilidad de aislamiento y por lo tanto su capacidad defensiva. La planta superior sirve de ubicación de la escalera que sube hasta la terraza. En este nivel superior se potencia la defensa con dos matacanes y con el almenaje que se adelanta sobre canecillos que permiten la disposición de un voladizo muy característico en estas torres de finales del siglo XV, que también se puede ver en la ciudad de Cáceres, como en la torre de las Cigüeñas construida por Diego de Ovando.


Se encuentra en buen estado de conservación, aunque transformado y muy restaurado. En torno al año 1929 la antigua casa fue reformada profundamente, y se configuró con el aspecto de pseudo castillo medieval, con todo tipo de recursos tradicionales: torres, almenas, troneras, garitas, portadas, y ventanas aunque los recercos de algunos vanos y varios blasones (cor un variado repertorio) parecen de acarreo, sin que podamos saber su lugar de origen.

Actualmente es de propiedad privada y alberga una casa rural.



Fuente:
Castillosnet

4 de marzo de 2011

La tragedia amorosa de Pedro I de Portugal

Entre 1325 y 1357 el reino de Portugal pertenecía al rey Alfonso IV, y se hallaba envuelto en las luchas por el poder con los reyes de Castilla y Aragón. Cuando Pedro alcanzó edad suficiente para contraer matrimonio, se convino en desposarlo con la infanta de Castilla, doña Constanza, y obtener así alguna ventaja de esta alianza de sangre. Quiso el infante don Pedro a doña Constanza con obligaciones de marido, mas no con caricias de amante. Y la razón fue que se había enamorado de una dama de compañía de la propia infanta, llamada Inés de Castro, "milagro de hermosura en aquel siglo".

En 1345 murió doña Constanza, y el infante don Pedro quiso regularizar su situación con doña Inés, que ya le había dado cuatro hijos. Cuenta el cronista que ya algunos lo llamaban "El Casto", pues nunca se le conoció otra mujer, ni tuvo hijos fuera de este matrimonio, cosa harto frecuente entre las castas nobles, y más en los reyes, que prodigaban a la sazón bastardos por todo el reino y se cocían en la promiscuidad de sus amoríos, especialmente siendo aún jóvenes. Sin embargo, su padre Alfonso tenía planes, y pensó en casar a su hijo con otra princesa. Pero don Pedro no sólo lo desobedeció, sino que secretamente se casó con doña Inés. Aunque el secreto no lo fue tanto; pronto se supo en la corte, y las lenguas desatadas esparcieron la noticia por todo el reino.

Irritado don Alfonso por tal contratiempo, no vaciló en decretar la muerte de la esposa de su hijo, y encargó a tres cortesanos que se trasladasen a Coimbra, donde moraba doña Inés, y la asesinasen. Los miserables no se detuvieron ni siquiera en presencia de las criaturas, y degollaron a la madre delante de sus propios ojos.

Mal calculó la reacción de su hijo el cruel rey Alfonso. Don Pedro, con ira imposible de medir, se alzó en armas contra su padre, sin tregua ni cuartel. El reino se dividió entre los partidarios de uno y del otro. Y el joven contrincante luchaba al frente de sus tropas como un endemoniado. Relataban sus soldados que ofrecía el pecho a todas las espadas y recorría las planicies erizadas de lanzas como si atravesase un campo de lirios. Algunos contaban que bajo el casco se cubría el rostro con un velo oscuro de gasa para que nadie pudiese adivinar que lloraba de dolor y rabia en el fragor de las batallas. Mas a pesar de lo cruento de los embates, la lucha no se definió hasta que el rey Alfonso murió de viejo.

Don Pedro lo sucedió por derecho, entonces, finalmente; y lo primero que hizo fue buscar a los asesinos de su esposa. Sus pesquisas le indicaron que los criminales habían huido a Castilla, donde entonces reinaba el rey Pedro, conocido por unos como "El Cruel" y por otros como "El Justiciero", que no dudó en entregarle a su tocayo a dos de los monstruos, puesto que el tercero logró huir hacia las tierras del hermano bastardo y enemigo del rey Pedro de Castilla, Enrique de Trastámara.
Pero al menos en los dos que atrapó vengó el rey portugués su saña, pues aún estando vivos les hizo sacar los corazones, a uno por el pecho, y al otro por las espaldas, y después mandó quemarlos.

No contento con esto, quiso también castigar de algún modo a aquella misma corte que despreció a su esposa. Hizo desenterrar a doña Inés, trasladó el cadáver a Lisboa y lo sentó en un trono junto al suyo; luego ordenó que todos los cortesanos desfilasen ante ella y de rodillas besasen su mano, como reina. Y más aún. El mismo tributo reclamó del pueblo en el tránsito del cuerpo desde Lisboa a Alcobaça, en cuyo monasterio hizo labrar don Pedro dos tumbas: una para él y otra para doña Inés. Las tumbas están encaradas una frente a la otra de tal forma que, como dijo el propio don Pedro, "el día del juicio final, cuando resuciten los cuerpos y se incorporen, lo primero que verán los ojos de ambos será el rostro del ser amado".


Fuente:
Curiosidades de la Historia

3 de marzo de 2011

El Panteón de Agripa


En el año 27 a.C. Agripa levantó un Panteón que fue destruido por un incendio en el año 80 d. C. Adriano mandó construir, sobre los cimientos del templo arrasado por el fuego, y en nombre de Agripa, un nuevo templo de cuyo proyecto se encargó el gran arquitecto del siglo I Apolodoro de Damasco.
El templo esta formado por un gran pórtico clásico y una enorme cella cilíndrica. El pórtico cuenta con dieciséis columnas monolíticas realizadas en granito egipcio y mármol blanco en las basas, que dividen el espacio en tres naves.

El Panteón hizo época: con la luz de su óculo cenital, de 8,92 m de diámetro, consagró para siempre en arquitectura aquella luz apacible y difusa del atrio de la casa itálica ancestral, que acendraba su encanto en las horas de los crepúsculos. Su efecto tranquilizante recibe el apoyo de una singular armonía de proporciones, que el visitante percibe aun sin saber el secreto. Cuando se le dice que la altura a que la cúpula se encuentra es exactamente la misma que el diámetro de la rotonda (43,30 metros) empieza a percatarse de que tenían razón los griegos al considerar que el secreto de la belleza sensible estaba en el número.


El pesado casquete de la cúpula descansa en el muro cilíndrico de la rotonda, de seis metros de espesor y que encierra todo un festoneado de bóvedas y de arcos de ladrillo que trasladan el peso del hormigón, de la masa muraria, a los puntos de mayor resistencia. El muro, a su vez, está sostenido por un anillo de cimentación de 7,30 m. de espesor, que después de hecho hubo de ser incrementado, como los muros hubieron de ser entibados, por el este y por el sur, con edificios anejos, aún en vida de Adriano. Las tres líneas de imposta, visibles por el exterior del cilindro, delimitan los tres sectores superpuestos que constituyen el verdadero muro, y en ellos los materiales de relleno se van aligerando de abajo a arriba. La distribución de las cargas permite que en el interior del cilindro puedan abrirse ocho nichos, uno ocupado por la puerta y los otros siete en alternancia de rectángulos y semicírculos, éstos en los extremos de los ejes y aquellos de las diagonales. Dos columnas, de pavonazzetto en los nichos semicirculares y de giallo antico en los rectangulares, cierran los respectivos vanos.

De cada una de las paredes de los macizos intermedios, revestidas de mármoles incrustados, de una fastuosa policromía, sobresalen edículas rematadas por frontones triangulares o de segmento de círculo. Entre este sector bajo el muro, y el arranque aparente de la cúpula, corría un ático con ventanas, que experimentó una sensible transformación en el siglo XVIII. Hace unos años se restableció, en un tramo de dos ventanas, el dispositivo original, conocido por dibujos, en el que las ventanas, cerradas por celosías, estaban separadas por cuatro pilastrillas que rellenaban el tramo intermedio. Cada ventana se encontraba en la vertical del eje del nicho o de la edícula correspondiente. Libres del entresuelo que hoy los cubre, los nichos llegaban entonces hasta cerca del arranque de la cúpula y recibían la luz indirecta que se filtraba por las ventanas. La pared era, pues, antiguamente mucho más diáfana que lo ha sido después, merced a esas ventanas superpuestas al zócalo de la franja intermedia.

Todo ello no pasaba de ser una fachada, bella e ingeniosamente concebida, con la doble función de ocultar todo el sistema de apoyos que mantenía en pie el edificio y de no romper con la tradición de la arquitectura arquitrabada: las columnas, las pilastras, las cornisas, todo, por superfluo que fuese (como superfluas son, pues nada sostienen, las hermosas columnas corintias de los vanos de los nichos) significaba continuidad y respeto al brillante pasado de la arquitectura, sobre todo de la flavia.



Fuentes:
- Arqhys
- Artehistoria

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