No fueron monedas de curso legal, ya que no las emitió un estado o un monarca, pero si nos atenemos al largo periodo de tiempo durante el que circularon -desde finales de la Edad Media hasta bien entrado el siglo XX- las pellofas o plomos, unas pequeñas fichas metálicas utilizadas en muchas comunidades religiosas de Cataluña, Valencia y Mallorca, las podemos considerar las emisiones que más han perdurado en el tiempo.
Las pellofas servían para pagar a los miembros de las comunidades su participación o asistencia a los actos litúrgicos. Desde cantar en el coro hasta asistir a procesiones, misas de difuntos o de fiesta mayor, decir plegarias para acabar con las numerosas plagas que hacían peligrar las cosechas, oficiar bodas, entierros o aniversarios y un largo etcétera. Eran un incentivo para los no siempre voluntariosos religiosos.
Según documentación existente, para recibir estas pellofas y dar por buena la asistencia, era necesario participar en el oficio de forma activa, cantando y celebrando. El administrador de la comunidad, cuando liquidaba las mensualidades a los religiosos, las cambiaba por moneda de curso legal.
La mayoría de estas pequeñas piezas son redondas como las monedas pero también las hay cuadradas, en forma de escudo y ovaladas, y su tamaño va desde un centímetro y medio hasta los tres centímetros. Muy pocas llevan impresa la fecha en la que fueron emitidas.
Mallorca es el único sitio donde se acuñaron siempre en plomo mediante moldes, obteniendo piezas más gruesas, mientras que el resto se elaboraron por acuñación a martillo a partir de matrices de hierro sobre láminas de metal, generalmente latón.
Hasta la desamortización del siglo XIX casi todos los pueblos y ciudades contaban con un centro religioso importante en el que se pagaba con pellofas a sacerdotes y presbíteros, por lo que no es extraño que estas piezas acabaran circulando fuera de los templos.
Fuente:
* http://cat.elpais.com/cat/2015/08/23/catalunya/1440352585_580572.html
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