7 de octubre de 2012

Assur (Francisco Narla)

Año del Señor 968. Atraídos por las riquezas de los reinos cristianos de la península ibérica, una flota de terribles guerreros nórdicos amenaza la floreciente Compostela, baluarte dela Iglesiay la corona. A su paso solo queda desolación. Y a medida que remontan los ríos con sus rápidos drekar, buscando su presa, tras ellos dejan aldeas devastadas y cenizas humeantes. Como Outeiro, el pequeño pueblo en el que vive Assur, un muchacho al que, después de la trágica muerte de sus padres, no le queda otra opción que refugiarse en la esperanza de reencontrar a sus hermanos, capturados por los terribles invasores.

Gutier de León, infanzón del conde Gonzalo Sánchez, se cruza en el camino del joven y lo acoge bajo su tutela. Así conoce a Jesse ben Benjamín, un bondadoso médico judío, y a Weland, un mercenario normando al servicio de los cristianos. Junto a ellos, Assur aprende todo lo necesario para encarar su destino: adquiere conocimientos de la ciencia de su tiempo y se adentra en el arte de la guerra. Sin embargo, cuando intenta rescatar a su hermano, en la gran batalla que se libra en el estrecho de Adóbrica contra los invasores norteños, es apresado y arrastrado hasta las heladas tierras de sus enemigos, donde tendrá que hacer uso de toda su voluntad y coraje para conseguir escapar.

Como esclavo fugado, Assur sobrevivirá convertido en ballenero, y la fortuna lo esquivará hasta que, como recompensa a una increíble hazaña, consigue enrolarse a bordo del navío que capitanea el renombrado Leif Eiriksson, hijo del fundador de las colonias de Groenland. Junto a él, Assur viajará hasta Vinland, la desconocida tierra de poniente, y habrá de sobrevivir a los más inesperados peligros. Assur será traicionado, sufrirá los más crudos inviernos, luchará por el amor de una mujer, se enfrentará a enemigos desconocidos, y buscará incansablemente a sus hermanos desaparecidos, pero, por encima de todo, mantendrá viva una única esperanza: el regreso.

1 comentario :

  1. Mala fama tenían esas gentes. Los lugareños corrían despavoridos cuando veían las afiladas proas de los drakars, con esos mascarones amenazantes.
    Parece mentira que hoy sean el ejemplo de educación y buenos modales en Europa.
    Un saludo.

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