La guerra del Peloponeso constituye seguramente el conflicto bélico más importante que se libró dentro del mundo griego, tanto por sus dimensiones, ya que implicó a la mayor parte del mundo griego en uno u otro bando, como por la violencia exhibida por ambos contendientes que alcanzó en muchos momentos cotas difícilmente superables. El conflicto se extendió a lo largo de casi 30 años, del 431 al 404 a.C., si bien hubo un tratado de paz tras los primeros diez años de guerra que no fue respetado en sus términos y abocó de nuevo a la reanudación completa de las hostilidades y al desastre final de Atenas, que hubo de capitular frente a sus enemigos.
La verdadera causa de la guerra, en opinión del historiador Tucídides, fue el temor suscitado entre los espartanos y sus aliados por el crecimiento imparable del imperio ateniense dentro del mundo griego. Atenas había empezado a extender sus miras hacia Occidente, estableciendo alianzas con diferentes ciudades. La escalada ateniense no podía quedar sin respuesta si Esparta deseaba continuar ejerciendo su papel hegemónico dentro de la Liga del Peloponeso, cuyo cimiento principal era precisamente la oposición a Atenas.
La responsabilidad ateniense parece también fuera de toda duda. A pesar de los enfrentamientos de carácter local que estaban teniendo lugar entre los miembros de ambos bandos en los últimos años de la década de los treinta y de que la guerra se había decretado casi por ambas partes, hubo una serie de negociaciones que demoraron todavía por un tiempo el estallido de las hostilidades generales.
El hecho de que el propio Pericles, partidario convencido del carácter ineluctable de la guerra, invite a los atenienses a no ceder ante las demandas espartanas con el argumento de que en ese caso éstas serían cada vez más exigentes parece indicar efectivamente que aquéllas fueron en algún momento razonables y podían haber sido aceptadas. Sin embargo, no eran estas las pretensiones de Pericles, que deseaba presentar a los espartanos como agresores y proseguir el conflicto hasta sus últimas consecuencias, seguro como estaba de la potencia de Atenas, que contaba con la fuerza de su poderosa flota y con el imponente sistema defensivo que unía a la ciudad con el puerto del Pireo conviertiendo todo el conjunto en una verdadera isla a salvo de los ataques del exterior.
Durante casi 30 años el mundo griego se dividió en dos campos irreconciliables. Del lado ateniense estaban casi todas las islas del Egeo y las ciudades jonias de Asia Menor. En el bando espartano militaban casi todo el Peloponeso y una buena parte de Beocia y del mundo griego de Occidente. Atenas, gobernada por una democracia de tipo radical, controlaba un verdadero imperio marítimo. Esparta se hallaba a la cabeza de una liga de estados que se hallaban sometidos a graves presiones internas a causa de los componentes étnicos heterogéneos que componían su población. Sin embargo, contaba con un excelente ejército de infantería que le daba la completa superioridad por tierra. La propia naturaleza militar del Estado espartano, convertido desde hacía ya tiempo en un auténtico campamento, había producido una generación de excelentes y disciplinados soldados que resultaban muy difíciles de batir en campo abierto.
La táctica de Pericles frente a la guerra fue la conservación a toda costa de su hegemonía marítima. Consciente de la superioridad espartana por tierra, hizo que la mayor parte de la población del Ática se concentrara tras las murallas de Atenas, que tenía asegurado el abastecimiento gracias a los largos muros que la unían con el Pireo.
El gran acontecimiento de los primeros años de guerra fue la propagación de una epidemia de peste en la ciudad de Atenas, que diezmó considerablemente su población y minó la moral de sus habitantes. El hacinamiento producido por la avalancha de gentes procedentes de todos los puntos del Ática fue uno de los factores que facilitaron la propagación de la epidemia. El propio Pericles fue una de sus muchas víctimas.
A los males causados por la peste se vinieron a sumar otros reveses en el terreno militar. Platea, una de las ciudades aliadas de Atenas, sucumbió ante Tebas sin que los atenienses pudiesen acudir en su ayuda y se produjo una nueva rebelión entre los aliados en la ciudad de Mitilene, en la isla de Lesbos. Atenas llevó a cabo una feroz represión y se puso así de manifiesto la naturaleza claramente imperialista de su dominio sobre sus aliados. Esparta, por otro lado, estableció una colonia al sur de Tesalia.
Esparta reforzó considerablemente sus posiciones con la ayuda financiera del rey persa Ciro. Pudo reconstruir de esta forma la flota, que bajo el mando de Lisandro consiguió la victoria decisiva en Egospótamos, en el 405. El imperio marítimo ateniense se hundió así de forma definitiva y la derrota final era ya sólo cuestión de tiempo. Esparta obligó a Atenas a demoler sus fortificaciones, especialmente los largos muros, y a renunciar a todas sus posesiones más allá del Ática. Con la entrega de su flota y su alianza forzada con Esparta, Atenas concluía un periodo de esplendor, que se había iniciado a finales de la época arcaica.
Fuente:
Historia de Grecia Antigua - Francisco Javier Gómez Espelosín
Estupendo resumen. ¡Gracias!
ResponderEliminarUna guerra civil entre hermanos griegos. El principio del fin de la espléndida civilización ateniense. Una pena.
ResponderEliminarFantástico, ¡gracias!
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