A partir de 1868, la Internacional vivió con preocupación la creciente tensión política y militar entre Francia y Alemania e hizo un llamamiento al movimiento obrero para que mostrara la clara oposición a la guerra. Pero el conflicto estalló en julio de 1870. Francia fue derrotada en la batalla de Sedán y el ejército alemán llegó a las puertas de París, lo cual provocó el hundimiento del imperio de Napoleón III, que quedó prisionero de Bismarck. Se formó en 1871 un gobierno encabezado por Thiers, de carácter conservador, que preparó la capitulación ante los alemanes. Las clases populares de París no aceptaron ni al nuevo gobierno, ni sus intenciones de capitular, y se produjo una insurrección popular. El gobierno tuvo que abandonar la ciudad y refugiarse en Versalles.
En este contexto de vacío de poder, y para organizar la defensa frente a los alemanes, se realizaron unas elecciones que llevaron a la constitución de la Comuna de París: un gobierno popular que respondía al ideal de una república democrática y social. La Comuna organizó la resistencia de París y emprendió un conjunto de reformas que se convirtieron en el referente para el movimiento obrero y democrático: nacionalización de los bienes del clero, reforma de la justicia, sustitución del ejército por milicias populares, abolición de la policía, entrega de las empresas abandonadas a cooperativas obreras y un proyecto de enseñanza laica y gratuita.
En mayo, las tropas de Versalles y los prusianos consiguieron tomar París. El bombardeo sobre la ciudad sería el 1 de mayo y el 21 la ocuparon definitivamente tras una semana de lucha. La represión fue durísima, con miles de fusilamientos, detenciones y deportaciones. El obrerismo francés quedó desarticulado y tardaría años en recuperarse.
El enfrentamiento ideológico entre Bakunin y Marx estaba incubando una crisis en el AIT, que la guerra franco-prusiana y la derrota de la Comuna precipitaron de forma irreversible. La participación de los internacionalistas en la Comuna de París había sido minoritaria, pero la AIT, acusada de instigar la insurrección, fue ilegalizada en la mayoría de países y sus miembros resultaron perseguidos.
La ruptura entre los dos sectores se formalizó en el Congreso de la Haya (1872), cuando la mayoría (marxista) ratificó la decisión de proceder a la formación de partidos obreros nacionales como nueva forma de organización propia del proletariado. Los bakuninistas no aceptaron la resolución, fueron expulsados y formaron una nueva organización: la Internacional Antiautoritaria, que perduró hasta 1881. La AIT oficial, muy debilitada, se trasladó a Nueva York, donde languideció hasta 1876, año en que se disolvió. Se había consolidado la primera gran escisión en el movimiento obrero entre marxistas y anarquistas.
En definitiva, aunque el número de sus adheridos fue reducido, la AIT ejerció esencialmente una influencia moral, por su carácter de tribuna de discusión pública de ideas sobre la emancipación de los obreros y por la elaboración de un programa común para todos los trabajadores. Además puso las bases para la creación futura de los partidos socialdemócratas.
Amiga Kassiopea, una entrada muy interesante y muy bien estructurada...siempre me han apasionado estos movimientos obreros de finales del XIX y la lucha anarquista.
ResponderEliminarSaludos.
Y fíjate en estos tiempos, en qué han quedado todos esos movimientos...
ResponderEliminarEstoy leyendome un libro que quizá os podría interesar. Se llama "La Comuna de París". Os dejo el enlace a google books, pero os recomiendo que lo compreis. Es de Lissagaray y está escrito en aquella época. http://books.google.es/books?id=6rWvM18jmD4C&printsec=frontcover&dq=comuna+de+paris&hl=en&ei=rgVUTOaDLJLesAa1y8XiAQ&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=3&ved=0CDMQ6AEwAg#v=onepage&q=comuna%20de%20paris&f=false
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