1 de enero de 2010

Las drogas en el Imperio Romano

El criterio de esta civilización en materia de drogas se calca del griego. La Lex Cornelia, único precepto general sobre el tema, vigente desde tiempos republicanos hasta la decadencia del Imperio dice: "Droga es una palabra indiferente, donde cabe tanto lo que sirve para matar como lo que sirve para curar, y los filtros de amor, pero esta ley sólo reprueba lo usado para matar a alguien". En tiempos de los césares no era infrecuente fumar marihuana en reuniones para "incitar a la hilaridad y el disfrute", costumbre que pudo venir tanto de la sociedad ateniense como de los celtas. Hay también un edicto del emperador Alejandro Severo, que como consecuencia de algunas intoxicaciones prohíbe usar datura estramonio y polvo de cantárida o mosca española en burdeles napolitanos. Sin embargo las plantas fundamentales de Roma fueron la adormidera y la vid. Dicen que siguiendo recomendaciones de Galeno, su médico, Marco Aurelio abría las mañanas con una porción de opio "grande como una haba de Egipto y desleído en vino tibio". Nerva, Trajano, Adriano, Séptimo Severo y Caracalla emplearon opio puro en terapia agónica y como eutanásico. Lo mismo hicieron incontables ciudadanos romanos, patricios y plebeyos, pues eso se consideraba una prueba de grandeza moral. En su "Materia" médica, Discórides describe el opio como algo que "quita totalmente el dolor, mitiga la tos, refrena los flujos estomacales y se aplica a quienes dormir no pueden". Por él -y por otros muchos escritores romanos- sabemos también que la demanda de esta droga excedía la oferta, siendo frecuente su adulteración. El opio fue durante el Imperio un bien de precio controlado, con el que no se permitía especular. En el año 301, un edicto de Diocleciano sobre precios fija el del modius castrense (una vasija con capacidad para 17,5 litros) en 150 denarios, cuantía módica teniendo en cuenta que el kilo de hachís (una mercancía de precio libre) cuesta entonces 80 denarios. Poco después, en el año 312, un censo revela que hay 793 tiendas dedicadas a vender el producto en la ciudad de Roma, y que su volumen de negocio representa el 15% de toda la recaudación fiscal. Con todo, este formidable consumo no crea problemas de orden público o privado. Aunque se cuenten por millones, los usuarios regulares de opio no existen ni como casos clínicos ni como marginados sociales. La costumbre de tomar esta droga no se distingue de cualquier otra costumbre -como madrugar o trasnochar-, y de ahí que no haya en latín expresión equivalente a "opiómano", si bien hay al menos una docena de palabras para designar al dipsómano o alcohólico. (Fuente consultada: www.culturaclasica.com - Manuel Aranda)

3 comentarios :

  1. Vaya, conocían todos los vicios ...

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  2. Muy interesante e ilustrativa la entrada. ¡Vaya con los romanos! No se privaban de nada.
    El consumo de sustancias estimulantes no acasionaba entonces problemas sociales porque no había narcos que hicieran grandes fortunas. Tampoco habría adulteraciones. La mayor que había en Roma era la que se daba con el vino, que se le añadía agua fría o caliente.
    Un saludo.

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  3. De Roma ha llegado hasta nuestros días todo, prácticamente.
    Y las drogas, imaginaba que también. En estado puro, sin adulterar y sin sintetizar, que es lo que se hace ahora, para mal.
    Interesante la entrada.
    Un saludo.

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