6 de noviembre de 2009
Hernán Cortés y el tesoro de Tenochtitlan
Entre las diversas expediciones que Hernán Cortés inició en la vasta y en su momento desconocida América, se encuentra la llegada a Tenochtitlan, la capital de los “mexicas”, también conocidos como aztecas. Allí el 8 de noviembre de 1519, Cortés, acompañado de su ejército y el apoyo de unos 3.000 tlaxcaltecas, se encontró con Moctezuma II, quien creyó que los españoles eran enviados del dios que vendría del Este y, por lo tanto, los recibió con el respeto que ello merecía.
En los días siguientes Cortés y los soldados visitaron los palacios y templos de la gran capital azteca, así como el gran cú (templo) de la ciudad gemela del imperio, Tlatelolco y su mercado, sin saber que se encontrarían mientras residían en el templo, con una gran sorpresa.
Los españoles habían decidido que era tiempo de tener una capilla propia y ante esta necesidad pidieron permiso a Moctezuma para erigirla en su alojamiento. Mientras se llevaban a cabo las tareas de construcción, un soldado que era carpintero notó en una pared la existencia de una puerta tapiada y encalada de pocos días. Recordaron entonces que se rumoreaba que en aquellos aposentos tenía depositados Moctezuma los tesoros que había ido reuniendo su padre Axayácatl.
Sin tiempo que perder, y tras derribar la puerta de la recamara e ingresar Cortés y algunos capitanes, hallaron el enorme tesoro confirmando sus dudas y sabiendo que tal descubrimiento les podía costar la vida. Llegaba la hora de tomar rápidas precauciones. Cuatro capitanes y doce soldados se presentaron a Cortés para hacerle presente la conveniencia de prender al emperador manteniéndole como rehén, para que respondiera con su vida ante un inminente ataque por parte de los aztecas.
De momento esta acción fue anulada, pero los hechos cambiaron su curso cuando los mexicas atacaron a un grupo de españoles en las cercanías de la Villa Rica de la Vera Cruz y se dieron cuenta de que no eran semidioses, debido a la ineficacia de las armas de fuego, y que podían ser vencidos.
Cortés no tenía alternativa. El disfraz de dios tras el que se ocultaba ya no servía y, por ende, era hora de usar la violencia. Moctezuma fue tomado como rehén amenazado de muerte inmediata y apaciguó a su guardia diciendo que se encontraba con los españoles por propia voluntad. De esta manera, todos los enseres del emperador azteca fueron robados y trasladados, y aquellos soldados mexicas que habían asesinado a soldados españoles en el conflicto de Vera Cruz fueron sentenciados a morir en la hoguera.
Finalmente, Cortés consiguió que Moctezuma se declararse vasallo del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Carlos V, y así logró salvar su vida.
(Fuente consultada: Historia General - Jeremías Rodríguez)
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Ese imperio no tenía nada que envidiar a los egipcios o babilonios
ResponderEliminarInteresante entrada. No sabía de estos hechos con tanta precisión. Todos las conquistas imperialistas urden tramas para intentar someter tal o cual territorio con las menores bajas posibles y asestar golpes rápidos. El mismo método de Pizarro con el Inca.
ResponderEliminarSaludos
Decidido: los españoles de entonces estaban hechos de otra pasta. No entiendo cómo barcos enteros marchaban hacia lo desconocido, ni tampoco cómo unos pocos hombres eran capaces de conquistar imperios enteros. Los hombres barbudos venidos de donde nace el sol debían infundir verdadero pánico entre los indígenas.
ResponderEliminarUn saludo