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15 de noviembre de 2018

El callejón de las estatuas espeluznantes

Los investigadores han descubierto un pasadizo de 750 años lleno de estatuas espeluznantes enmascaradas en la antigua ciudad abandonada de Chan Chan en Perú.


Según Newsweek, el Ministerio de Cultura del país dice que se cree que estas 19 estatuas son de la civilización peruana precolombina conocida como el imperio Chimú. Este imperio operó entre 900 y 1470 d.C., después de lo cual los incas conquistaron la ciudad.

Los ídolos de madera estaban cubiertos con máscaras de arcilla y el corredor en el que se encontraban se extendía 100 pies de largo. Cada una de las estatuas mide 27 pulgadas de alto y parece tener un cetro en una mano y lo que parece un escudo en otra. Se sospecha que cada una de las estatuas representa un carácter antropomórfico diferente.

"Es un descubrimiento importante por su antigüedad y por la calidad de su decoración", dijo Patricia Balbuena, miembro del ministerio.

"Suponemos que son guardianes", dijo el arqueólogo Henry Gayoso Rullier en el periódico peruano El Comercio . "Podrían pertenecer a la etapa intermedia de Chan Chan, entre 1100 y 1300 d.C., y estaríamos hablando de las esculturas más antiguas que se conocen en este sitio".

Según la UNESCO , la ciudad de Chan Chan era la ciudad más grande de América precolombina. Antes de que fuera conquistada por los incas, se cree que Chan Chan era el hogar de unas 60.000 personas que vivían en unos 10.000 edificios. Esto lo convierte en uno de los complejos de adobe más grandes del mundo que se haya descubierto.

Pero después de ser conquistada, la ciudad comenzó a declinar y a caer en ruinas. La excavación de las ruinas de Chan Chan comenzó en 2017 y se espera que continúe hasta mayo de 2020.


Fuente:

* https://allthatsinteresting.com/ancient-masks-chan-chan-peru


6 de octubre de 2018

Las momias más antiguas

En el árido desierto de Atacama, un grupo de pescadores, cazadores y recolectores convirtieron a sus muertos en obras de arte durante más de 3.500 años (entre el 6000 y el 1500 antes de Cristo). Tenían unos extraordinarios conocimientos de anatomía, química y biología, y lo hicieron 2.000 años antes que los egipcios. La civilización chinchorro, que habitó la costa entre la parte sur de Ilo, en Perú, y norte de Antofagasta, en Chile, no legó grandes edificios ni novedosos métodos de cultivo, pero sus momias —conservadas gracias a avanzadas técnicas de embalsamamiento— cuentan hoy al mundo contemporáneo cómo se vivía entonces, por qué momificaban a sus muertos y cómo lo hacían.


“Conservaban los cuerpos con propósitos mágico-rituales”, explica Sergio Medina, antropólogo y director de extensión de la Universidad de Tarapacá. “Y el medio ambiente natural aquí [caracterizado por la salinidad y aridez del desierto] es perfecto para preservar las momias durante miles de años”. Las primeras fueron descubiertas en esta zona en 1917, en la concurrida playa chilena de Chinchorro, por el arqueólogo alemán Max Uhle. En ese momento no se contaba con la tecnología del carbono-14 para datarlas y erróneamente se calculó su antigüedad en 2.000 años cuando era mucho mayor.

Los chinchorro fueron hábiles taxidermistas. Los vestigios se han encontrado sobre todo en las regiones de Arica y Parinacota, conocidas por su sol y playas, frutas exuberantes y una costa rocosa que sigue una línea extensa del océano Pacífico. Sus técnicas incluían la extracción de órganos, el corte de miembros, descueramiento, destazamiento de vísceras y el relleno de cavidades corporales. Después rearmaban los cuerpos para darles una existencia eterna. La mirada de los expertos intenta reconstruir el proceso de momificación para tratar de responder las preguntas centrales: ¿cuánto tiempo pasaba desde el momento de la muerte hasta el proceso de momificación?, ¿quiénes dentro del grupo tenían los conocimientos necesarios para estos procedimientos?, ¿cómo se explicaban la muerte?, ¿qué lugar daban al cuerpo muerto en su sistema de vida?

Hasta el momento han sido estudiadas 208 momias y se ha descubierto que las técnicas de embalsamamiento variaron a lo largo del tiempo y se fueron simplificando en las etapas tardías. Las primeras fueron momias naturales, que se formaban por el propio desecamiento del cadáver, facilitado por las características físicas del terreno. Más adelante comenzaron a intervenir en los cuerpos.

Al cuerpo le cortaban la cabeza y las extremidades, partes que luego eran expuestas al sol. A continuación, los órganos eran extraídos a través de incisiones, el cuerpo era despojado de la carne y las vísceras, y así quedaba un esqueleto limpio y seco. Por último, se extraía el cuero cabelludo y la piel del rostro, e intervenían el cráneo para sacarle el cerebro, en cuyo lugar, una vez seco, ponían cenizas, tierras, arcillas y pelos de animal. Para darle rigidez, se deslizaban maderos puntiagudos debajo de la dermis y las cavidades eran rellenadas. Luego se modelaba el rostro, ataban los miembros con varas y al final se pintaba y se le ponía vestimenta de tejido vegetal.


Fuente:
* https://elpais.com/elpais/2018/10/01/eps/1538404415_892915.html


24 de septiembre de 2017

El esclavo que veía a Dios

Nat Turner
El esclavismo en los estados sureños de Estados Unidos se ha visto generalmente como un régimen brutal e inhumano, pero a la vez aparentemente estable donde los amos de las plantaciones lo tenían todo controlado. En realidad, los esclavos negros nunca se resignaron totalmente a su suerte y llevaron a cabo toda clase de actos de resistencia, incluso violenta. Antes de la guerra de Secesión (1861-1865) se produjeron varios intentos de rebelión esclava, como los de Gabriel Prosser en 1800 y Denmark Vesey en 1822. Pero sin duda la mayor revuelta esclava fue la que se produjo en 1831 en el condado de Southampton, en Virginia, liderada por un esclavo de 31 años llamado Nathaniel Nat Turner.

Sobre este episodio existe una fuente de gran valor: un panfleto de 24 páginas en el que el abogado Thomas R. Gray recogió las confesiones de Nat Turner antes de que fuera juzgado y ejecutado por su alzamiento. Gray no era un testimonio imparcial, como se ve en su presentación: "Mientras en apariencia se respiraba un aire de calma y paz en aquella sociedad, un funesto fanático [Nat Turner] revolvía en las profundidades oscuras de su mente atroces y sanguinarios planes para asesinar indiscriminadamente a los blancos". Sin embargo, una declaración final certificaba que el reo reconocía la veracidad de lo expuesto.

"Confesiones" de Nat Turner.
Thomas R. Gray
Nat Turner nació en la plantación de Benjamin Turner, en el condado de Southampton (Virginia), el 2 de octubre de 1800. Su madre, Nancy, una esclava llegada de África que inculcó a su hijo las ansias de libertad desde la infancia, estuvo a punto de matar a su vástago después del parto para evitarle una triste vida de siervo. De su boca oyó Nat por primera vez lo que se esperaba de él: ser un profeta. Esta creencia empezó a forjarse a los "tres o cuatro años", cuando Nat comenzó a relatar sucesos del pasado; "Dios me había enseñado cosas que habían ocurrido antes de mi nacimiento", declararía.

Turner aprendió a leer y a escribir con facilidad. Para asombro de su familia, un día cogió un libro que le mostraron para que dejara de llorar y empezó a deletrear los nombres de los objetos que aparecían entre sus páginas. El gusto por la lectura y los fuertes sentimientos religiosos que demostró desde temprana edad le llevaron a convertirse en predicador en la plantación. Obsesivo lector de la Biblia y practicante de ayunos para fortalecer el espíritu, a los 21 años Turner empezó a tener visiones y a pensar que Dios se dirigía a él con signos y voces, como hizo con los profetas de la Biblia, anunciándole su próxima emancipación.

En su corta vida, Nat Turner tuvo varios amos. A la muerte de Benjamin Turner en 1809 pasó a manos de su hijo, Samuel. Al morir éste en 1822, se convirtió en propiedad de su viuda, Elizabeth, y un año después, del nuevo esposo de ésta, Thomas Moore. En el momento de la rebelión, Nat era esclavo de Joseph Travis, con quien se había casado la segunda esposa de Moore después de enviudar. Sobre las relaciones que mantuvo con sus amos tenemos tan sólo un testimonio, según el cual en una ocasión Nat recibió una paliza "por decir que los negros debían ser libres y que lo serían un día u otro".

El carácter iluminado de Turner no dejó de acentuarse y, sintiéndose acompañado por el Espíritu Santo, fue testigo de diversos milagros que se materializaron en brillantes luces en el firmamento. Tras fervientes rezos, "mientras trabajaba en el campo", descubrió "gotas de sangre sobre el maíz como si fuera escarcha caída del cielo", y vio en "las hojas de los árboles del bosque unos caracteres jeroglíficos y números en forma de hombres en actitudes diferentes, retratados en sangre". Estos últimos representaban a los espíritus negros y blancos que había visto luchando en una visión anterior. La revelación definitiva la tuvo tras el eclipse de sol del 11 de febrero de 1831, que interpretó como la señal de Dios, que no podía ser desoída, para la rebelión.

En la medianoche del 22 de agosto, Turner y su grupo iniciaron la que sería la revuelta más cruenta que conocería el Sur esclavista, aunque, por la falta de disciplina y medios, estaba irremediablemente condenada al fracaso. Él y sus cuatro seguidores empezaron matando a hachazos a los miembros de la familia Travis mientras dormían. A continuación, emprendieron una correría por el condado de Southampton que los llevó a saquear 16 casas más y a matar a todos los blancos que encontraban. Al mismo tiempo fueron liberando a esclavos que se unieron a la revuelta. Cuando la milicia puso fin al alzamiento, los insurrectos llegaban casi al medio centenar y habían acabado con la vida de unos sesenta blancos, entre hombres, mujeres y niños.

Viñeta de la época en referencia a la masacre perpetrada por Nat Turner

Tras dos días de pánico, las represalias por parte de la población blanca no se hicieron esperar. Casi doscientos negros fueron asesinados como venganza. Turner, que había huido a los bosques, fue capturado nueve semanas después, el 30 de octubre, por el granjero Benjamin Phipps, que lo descubrió escondido en una zanja. El prófugo fue acusado de incitación a la rebeldía y participación en la insurrección, y, tras ser juzgado, el 5 de noviembre fue sentenciado a la horca. Antes de ser ejecutado, se le preguntó si no se arrepentía de las atrocidades que había cometido. Por última vez en su vida, Turner volvió a hacer gala de su convencimiento de ser un enviado de Dios, y respondió: "¿Acaso no fue Nuestro Señor crucificado?".

El 11 de noviembre, el líder rebelde fue ahorcado junto a otros 16 esclavos. A su cadáver, sin embargo, se le deparó un destino diferente del dispensado a sus correligionarios. Su cabeza cortada se exhibió como una curiosidad y su cuerpo fue desollado con el fin de utilizar la piel para fabricar bolsas y monederos. Las partes del tronco y extremidades que no se reservaron para extraer la grasa se trocearon y conservaron como recuerdos macabros. Lo poco que quedó fue enterrado con la misma solemnidad que los restos de un animal dañino. Con este trato, el Sur dejaba constancia del castigo ejemplar que merecía el negro rebelde.

La verdad sobre quién fue Turner y cuáles fueron sus verdaderos motivos para rebelarse contra el régimen esclavista aparece troceada desde el primer momento, como su cuerpo. El relato de Gray en Las confesiones de Nat Turner tiene una profunda carga ideológica. Al convertir a Turner en "el Gran Bandido", el líder de una "feroz banda" que suplica por su vida al ser apresado sin oponer resistencia, el autor niega la existencia de una relación entre la revuelta y otros movimientos y personajes contemporáneos comprometidos con la resistencia antiesclavista.

De igual manera, la historiografía oficial norteamericana presentó la rebelión como el acto aislado y excepcional de un demente, una lucha melodramática en la que la actuación del villano quedaba privada de cualquier significado político.

Los afroamericanos, en cambio, conservaron un recuerdo positivo de Nat Turner, al que llamaron Ol' Prophet Nat, Viejo Profeta Nat. Historiadores afroamericanos rehicieron la dignidad de Turner y los demás insurrectos.


Fuentes:
* Carme Manuel, Universidad de Valencia. Historia National Geographic núm. 161, pág. 22-25
* https://www.theatlantic.com/national/archive/2013/08/on-this-day-in-1831-a-bloody-uprising-in-the-virginia-countryside/278905
* http://www.history.com/topics/black-history/nat-turner


19 de octubre de 2015

La matanza de Cholula

La matanza de Cholula ocurrió el 18 de octubre de 1519 cuando se enfrentaron las fuerzas de Hernán Cortés junto con sus aliados los tlaxcaltecas y totonacas contra la población de la ciudad de Cholula durante su marcha hacia la ciudad de Tenochtitlan.

Según algunos cronistas, se debió a una acción preventiva contra el ataque que planeaban los cholultecas junto a los mexicas dentro de la ciudad. El resultado de la matanza fue de cerca de 6.000 cholultecas muertos en menos de seis horas, en su mayoría población civil. Después de la masacre, los cholultecas abandonaron su alianza con los mexicas y tuvieron que aliarse al ejército de Cortés para no ser exterminados completamente.

Antes de dirigirse hacia Tenochtitlan, Cortés llegó a Cholula,ciudad tributaria y aliada de los mexicas con una población de 30.000 habitantes. Una comitiva de cholultecas dirigida por los capitanes Tlaquiach y Ttalchiac, salió al encuentro del ejército de Cortés siendo recibidos y hospedados 400 españoles y 400 totonacas dentro de la ciudad. Durante dos días el trato para los recién llegados fue hospitalario; poco después, las autoridades cholultecas comenzaron a evadir a Cortés y sus capitanes, ya que habían recibido en forma secreta instrucciones de Moctezuma para realizar una emboscada y aniquilar a los españoles. Una anciana confió a una intérprete de Cortés lo que ocurría y ésta a su vez puso sobre aviso al propio Cortés.

A la mañana siguiente el conquistador, anticipándose, capturó a los líderes cholultecas. Con una señal prevista mandó a su ejército realizar un ataque preventivo, provocando la llamada matanza de Cholula. Más de 5.000 hombres murieron en menos de cinco horas bajo el acero de las espadas españolas y la furia incontrolable de sus aliados tlaxcaltecas y totonacas. También se dio la orden de incendiar casas y templos. A pesar de haber sido una acción preventiva, muchas de las víctimas fueron civiles que se encontraban desarmados. Pocos guerreros ofrecieron resistencia reaccionando después de las dos primeras horas del sorpresivo ataque. Se sospechaba de 20.000 guerreros mexicas acampados en las inmediaciones de la ciudad para reforzar la emboscada. Sin embargo, estos nunca aparecieron. Tras la victoria, los españoles se apoderaron del oro y las joyas, mientras que los aliados indígenas tomaron sal y algodón. El contingente español, tlaxcalteca y totonaca permaneció en Cholula durante catorce días. Los cholultecas que habían sido tributarios de los mexicas, fueron sometidos y en la derrota terminaron aliándose a las fuerzas de Cortés.


Fuentes:
* http://luanamores.blogspot.com.es/2011/09/matanza-de-cholula-matanza-de-cholula.html
* http://www.historiacultural.com/2015/09/matanza-de-cholula.html


2 de junio de 2015

El mundo espiritual de los indios americanos

El hecho de que América estuviera poblada por seres humanos supuso una sacudida para la potente religión de los europeos del siglo XV. La curiosidad desbordó a los círculos intelectuales y surgieron muchas preguntas: ¿Quiénes eran aquellas personas? ¿Pensaban? ¿Tenían sentimientos, tenían leyes? ¿Cómo y cuándo habían llegado esas gentes hasta donde nadie estuviera hasta entonces?

Los primeros informes sobre los taínos del Caribe, redactados por el propio Colón, los describían como unos salvajes inocentes y generosos que desconocían la malicia y la vergüenza de la desnudez. La Iglesia se conmovió con la posibilidad de llevar el Evangelio a esas almas vírgenes, pero los taínos sólo eran el primero de los miles de pueblos distintos que poblaban el Nuevo Mundo. Desde los esquimales de Alaska a los aztecas mexicanos, desde los mohicanos a los sioux, América era el reino de la variedad. Los diferentes pueblos americanos tenían sus dioses ancestrales y sus conceptos metafísicos y cosmológicos, sus preceptos, sus sacerdotes y sus ritos.

Como principio general, los nativos norteamericanos situaban a los dioses en el cielo, y en esto no se diferenciaban de los noruegos, asirios, celtas, judíos, griegos o cristianos. Los indios de Illinois, por ejemplo, sacrificaban y comían ritualmente perros porque estaban convencidos de que el Creador era un enorme perro que estaba en el cielo. Entre los pueblos de las praderas, los términos para aludir a dios (el que está encima, el más alto) eran sorprendentemente análogos a los que se usaron en Israel para Yaveh o en Noruega para Odín. La idea de base también lo era: el dios supremo era, para todos ellos, el amo o el rey de los cielos.

Los pieles rojas de las grandes praderas lo llamaban Gran Manitú, lo cual no es un nombre sino una definición equivalente a Gran Espíritu, porque entendían que entre los espíritus había uno diferente y superior a los demás. Por debajo del Gran Manitú, el cielo y la Tierra estaban poblados por una gran multitud de otros manitúes o espíritus inferiores. Las religiones norteamericanas eran animistas, una condición que compartían con las subsaharianas, las asiáticas y las australianas, entre otras. El animismo deriva de la idea de que cuanto nos rodea posee un espíritu propio, incluyendo lo que parece inanimado, como el río, la montaña o el viento. Estos espíritus interactúan a su vez con el espíritu humano, individual o colectivamente, de maneras muy distintas.

Para orientarse en ese ámbito desconocido es necesaria la ayuda de hombres expertos (brujos, chamanes, morabitos...) capaces de interpretar esas relaciones por sus señales y orientar a la tribu respecto a los designios de dichos espíritus. Consecuencia de esta manera de ver el mundo es el totemismo. El piel roja no se sentía el ser más perfecto de la Creación. Sabía muy bien que la lechuza veía mejor que él o que el pez nadaba mejor. El espíritu de esos animales era por tanto superior al suyo en esas habilidades, de modo que aquellos grupos humanos que destacaban en alguna de ellas quedaban identificados por los demás con el animal respectivo, que se reconocía como un tótem.

Los totems eran representados como altos postes de madera tallados y pintados con fantásticas mezclas de animales, que tuvieron un elevado sentido místico entre los nativos. Eran sus espíritus favorables, sus protectores. Pero el totemismo no se reducía a unos cuantos símbolos, sino que implicaba además un conjunto muy sofisticado de reglas de conducta, obligaciones y prohibiciones absolutas, lo que hoy conocemos como tabúes. La vulneración de esas reglas por cualquier miembro de la tribu era motivo suficiente para su segregación o, incluso, para su sacrificio.


Para granjearse el apoyo de los espíritus, se usaban amuletos que protegían y aportaban suerte a su poseedor. Tampoco esta fórmula religiosa fue originalmente americana. Los europeos llevaban cruces o medallas colgadas al cuello de la misma forma que los nativos llevaban garras de halcón o dientes de oso. Entre los apaches se usaban fetiches elaborados con la madera de un árbol sobre el que había caído un rayo. Los pueblos sioux usaban testas de búfalo con las que sus jefes se cubrían ceremonialmente la cabeza. Y para los hidatsas el gran fetiche consistía en un sobrero hecho con una tira de piel sacada del lomo de un lobo seguida por su cola.

La mayor parte de las religiones tenían su propia manera de concebir el origen del mundo y algunas de ellas eran francamente pintorescas. Los indios zuñi afirmaban que el Gran Manitú fecundó al mar hundiéndose en él, lo que produjo una espuma verdusca de la que nació la Tierra, que tras ser cubierta por el cielo dio paso a la generación de la vida. Los muskhogines decían que al principio sólo había agua, hasta que dos palomas que volaban sin rumbo observaron que de la superficie de las aguas sobresalía una pequeña hoja de hierba. Era el principio de la Tierra, que subía a la superficie y que terminó imponiéndose a las aguas. En cuanto a los sioux, creían que en épocas muy antiguas habían vivido en un recinto subterráneo próximo a un lago, y que descubrieron el mundo exterior siguiendo las raíces de una enorme parra, por las que la mitad de ellos lograron alcanzar la superficie antes de que el pie de una mujer monstruosa aplastara la planta. A los que llegaron arriba el nuevo mundo les gustó mucho más que el subsuelo, así que decidieron quedarse.

Más allá de estas caprichosas creencias, la espiritualidad de los nativos americanos estaba guiada por la pertenencia del individuo a la naturaleza, entendida esta última como un gran organismo armónico del que el ser humano era sólo una parte más, nunca superior a las otras.

Como es natural, todas estas creencias estaban tuteladas por hombres que ejercían el papel de sacerdotes en sus ceremonias, las cuales solían incluir cánticos sagrados y bailes rituales. El animismo y las estrictas reglas totémicas formaban un entramado de creencias que requería de especialistas para interpretar las señales espirituales. Estos chamanes eran una mezcla de filósofos, sacerdotes, médicos y profetas. Parece ser que conocían y practicaban el hipnotismo, y eran especialistas en hierbas y remedios. Diferenciaban las estrellas y podían realizar horóscopos. Por regla general no vivían con el grupo sino apartados a cierta distancia, y llegaban a ser chamanes por herencia de sus padres, por inclinación natural o como resultado de ciertos sueños. Sin embargo, entre los cherokees existía la costumbre de hacer chamán o ayudante de chamán al séptimo hijo de cada familia.

Como curanderos usaban masajes, cánticos y sahumerios. Eran ellos los encargados de preparar las pipas o calumets en las ceremonias de reconciliación. Lo que en ellas fumaban era tabaco, de acuerdo a los cronistas y antropólogos del siglo XIX. Pero otro testigo del siglo XVI, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, parece que apunta a otro tipo de hierbas cuando escribe: "En toda aquella tierra se emborrachan con un humo, y dan cuanto tienen por él".


Fuente:
Alberto Porlan. El mundo y sus espíritus - Muy Historia nº 57

25 de abril de 2015

La conquista de Guatemala

El 6 de diciembre de 1523 y por orden de Cortés, el conquistador Pedro de Alvarado sale de México para conquistar los confines más meridionales. Los territorios habitados por los mayas comprendían extensas regiones cubiertas de selva tropical, muy difíciles de penetrar. En la expedición participaron grupos de indígenas amigos, convertidos en auxiliares de los 300 hombres que acompañaban a Alvarado.

Guatemala estaba habitada por muchos grupos indígenas. Los reyes Quichés habían intentado unir a todos los grupos por la fuerza, sin conseguirlo. Los mayas se enfrentaron a los españoles divididos entre sí. El primer combate tuvo lugar a orillas del Río Tilapa. Fue una batalla sangrienta, el ejército español era poderoso, poseía caballería y armas de fuego, pero los indígenas eran valientes, grandes arqueros y expertos en la lucha cuerpo a cuerpo. A Alvarado y sus hombres les costó vencerlos.

Después de su primera victoria, Alvarado y su ejército se dirigieron a Zapotitlán, donde se libraron encarnizadas batallas. La ciudad cayó finalmente en poder de los invasores. Continuaron su avance hacia Xelajú, en Quetzaltenango, pero en el camino se encontraron con tropas indígenas comandadas por el principe Azumanché, pariente de Tecún Umán. Se produjo una batalla en las faldas del volcán Santa María en la que murieron muchísimos guerreros, hasta el punto de que las aguas del río Olintepeque se tiñeron de sangre. Desde entonces los nativos llamaron al río Xequijel, que quiere decir "río de sangre". En esta batalla perdió la vida el príncipe Azumanché.

El mando del ejército Quiché pasó a manos de Tecún Umán, que se enfrentó a los invasores en las llanuras de Quetzaltenango. Fue un duro combate en el que se luchó cuerpo a cuerpo. En esta sangrienta batalla murió heroicamente Tecún Umán y los mayas fueron vencidos.

Estatua de Tecún Umán en Quetzaltenango
Después de la muerte de Tecún Umán, los reyes Quichés Oxib Quej y Belejeb Tzii intentaron engañar a los españoles, instándoles a trasladarse a Gumarcaaj, su capital. Desde el principio, los castellanos sospecharon que el propósito de los reyes mayas era atraerlos a la ciudad para quemarlos en ella. Alvarado mostró desconfianza y decidió acampar en unos llanos de las afueras en lugar de instalarse en la capital. A pesar de la insistencia de los reyes, el conquistador se negó a entrar y a su vez los invitó a su campamento. Alvarado tomó prisioneros a los reyes Quichés, los acusó de traición y los mandó quemar vivos. También ordenó incendiar la ciudad de Gumarcaaj.

Los reyes cakchiqueles Belejep-Qat y Cahi-Imox al saber de la derrota de los Quichés, recibieron a Alvarado en la ciudad de Iximché con toda clase de atenciones y le pidieron que los ayudara a combatir a sus enemigos los Tzutujiles. Estos vivían a orillas del lago de Atitlán, su capital era Chitinamit y su rey Tepepul. Alvarado aceptó gustosamente y envió mensajes a los tzutujiles ordenándoles que se rindieran, pero éstos se negaron dando muerte a los emisarios. Entonces Alvarado decidió someterlos por la fuerza, se puso al frente de su ejército y atacó la ciudad. Los tzutujiles se resistieron, pero terminaron sometiéndose al dominio español.

Desde la ciudad de Iximché los conquistadores emprendieron un ataque contra Izquintepeque (actualmente Escuintla), en la que resultaron victoriosos. Continuaron hacia el este a lo largo de la costa sur de Guatemala, entrando en lo que hoy es conocido como Guazacapán. En varios pueblos no hubo enfrentamiento ya que los españoles eran recibidos en paz, aunque luego los indígenas dejaban sus pueblos y huían hacia las montañas. Al llegar a Pasaco, los españoles fueron recibidos por un ejército desafiante al cual derrotaron con facilidad. Siguieron la expedición hasta cruzar el Río Paz, penetrando en lo que actualmente es El Salvador. En Acajutla, sostuvieron una batalla en la cual Alvarado resultó herido en una pierna quedando cojo para el resto de su vida. De Acajutla se dirigieron a Tucuxcalco, y de allí a Miguaclán (que encontraron despoblado), luego a Atehúan (Ateos), y finalmente llegaron a Cuscatlán, donde fueron bien recibidos al principio, pero debido a los abusos de los españoles, los indígenas terminaron por huir hacia las montañas, de donde Alvarado ya no los pudo hacer bajar.

De regreso a Iximché el 21 de julio de 1524, el conquistador procedió a fundar una villa, la que después se convirtió en ciudad con el nombre de Santiago. Poco tiempo después de la fundación de Santiago se desintegra la alianza entre los españoles y los cakchiqueles, por el mal trato que éstos últimos recibían de los conquistadores. Los cakchiqueles estuvieron a punto de vencer a los conquistadores, ya que estaban militarmente bien organizados. Esta fue una de las rebeliones más importantes de la conquista. Después de cinco años de tenaz resistencia, finalmente se rindieron y muchos de ellos fueron hechos prisioneros. Según los "Anales de los Cakchiqueles", el rey Belejep-Qat pasó sus últimos días lavando oro en los ríos. Con esto terminó el poderío de los Cakchiqueles y se consumó la conquista de Guatemala.

Tecún Umán: ¿Personaje Legendario o Histórico?

En un decreto legislativo de 1960, Tecún Umán fue oficialmente nombrado “héroe nacional” en Guatemala. Aunque en aquella época se creía en la historicidad del personaje, posteriores historiadores guatemaltecos la han puesto en duda.


Fuentes:
- deGuate.com
- http://www.angelfire.com/ar/guatemala/conquista.html
- http://www7.uc.cl/sw_educ/historia/conquista/parte2/html/h41.html
- Sajcabajá. Muerte y resurrección de un pueblo de Guatemala - Jean Piel, ed. Centro de estudios mexicanos y centroamericanos. 1997.

22 de enero de 2015

El Imperio Comanche (II)

Las mujeres comanches se encargaban de las tareas domésticas y de cuidar a los niños, una labor en la que también colaboraban los ancianos. Cuendo moría algún guerrero todos lloraban la pérdida, pero eran las mujeres las que se hacían cortes a lo largo de los brazos con sus dagas. Ellas eran las encargadas de cuidar los caballos, el bien más valioso de los comanches, y las que tenían que ensillarlos y desensillarlos. También curtían las pieles, preparaban la carne y transportaban los enseres más valiosos. Gracias a los equinos, los guerreros adquirían esposas y libraban batallas.

Cuando cazaban bisontes, ellas eran las que llevaban los rifles y cualquier utensilio que necesitaran los guerreros que iban a caballo. Tras la muerte del animal, las mujeres lo desollaban, cortaban la carne en trozos y transportaban todo al campamento. Para el hombre era indigno poner su mano sobre el bisonte caído. De los bisontes aprovechaban todo: carne, piel, vísceras, sebo y huesos. Sólo cazaban cuando era estrictamente necesario y nunca lo hacían por diversión. Tampoco abatían animales preñados, ya que eran conscientes de la importancia que tenía la preservación de especies. Era una sociedad que hoy día podríamos considerar machista y ecologista. Los comanches tomaban los recursos que les brindaba la naturaleza, pero sólo utilizaban lo que realmente necesitaban.

Antes de que concluyera la década de 1730, los comanches habían acumulado caballos suficientes para proporcionar monturas a todos sus guerreros. Realizaron migraciones estacionales en función de la disponibilidad de bisontes, pasto para los caballos, madera y agua. 

Aquella expansión convirtió a los comanches en una superpotencia que ocupaba un territorio de más de 400.000 kilómetros cuadrados. La necesidad de ensanchar su economía de caballos y bisontes les había llevado a las praderas en torno a 1700. Setenta años después, en 1770, esa misma necesidad les llevó a las llanuras de Texas. Todo su mundo giraba en torno a su capacidad para sustentar el aumento de sus ya abultadas manadas de caballos, y fue este imperativo el que los atrajo hacia la Texas española.

Cuerno Verde
Aquel territorio estaba salpicado de misiones, asentamientos y ranchos civiles mal defendidos, lo que lo convertía en un objetivo para los guerreros comanches. En 1779, el gobernador español de Nuevo México, Juan Bautista de Anza, reunió un ejército que incluía indígenas para enfrentarse al jefe comanche Cuerno Verde, cuyos guerreros atacaban los asentamientos coloniales. Anza tendió una trampa a Cuerno Verde y el jefe comanche y una treintena de sus guerreros fueron abatidos. Aquella pírrica victoria fue tan sólo una escaramuza más en la permanente guerra que enfrentaba a la Corona española y a los comanches, una guerra larvada que heredó México cuando se independizó en 1821.

Los comanches lograron explotar más a fondo que otras tribus las inmensas reservas bioenergéticas almacenadas en las manadas de bisontes. Al reinventarse a sí mismos como cazadores a caballo, dependieron totalmente de una única fuente de alimento, el bisonte, que les proporcionaba una acelerada ingesta de calorías, lo que facilitó el crecimiento demográfico de su pueblo.

El final de su imperio comenzó el mismo día que Estados Unidos derrotó a México. En 1848 ambos países firmaron el tratado de Guadalupe Hidalgo, por el que México cedió a Washington los territorios de California, Nevada, Nuevo México, Utah y Texas, y partes de Arizona, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma. Por aquellos años el presidente estadounidense James Monroe esbozó la política expansionista de su país y los planes de exclusión de las tribus nativas.

Una de las razones por la que los comanches tomaban cautivos era para incrementar su población. En general eran varones de entre 4 y 10 años, lo que facilitaba su integración en la tribu. En el caso de las mujeres, su captura respondía a la necesidad de nuevas féminas para llevar a cabo las tareas domésticas y el cuidado de los caballos. 

Quanah Parker
Destaca el caso de la estadounidense Cynthia Ann Parker, que siendo niña fue secuestrada por los comanches. Se casó con el jefe Peta Nocona y tuvo tres hijos. Años después fue liberada, pero ella se sentía una más de la nación comanche. Uno de sus hijos, el guerrero Quanah Parker, se convirtió en una pesadilla para la caballería estadounidense en las batallas que se sucedieron en la frontera de Texas. Los comanches se sentían furiosos con los cazadores blancos, que estaban masacrando las manadas de bisontes. Sabían que el exterminio de su animal sagrado sería el ocaso de su pueblo. En 1874 los comanches que encabezaba Quanah Parker se aliaron con indios kiowas, cheyennes y arapahoes para asaltar Adobe Walls, un antiguo puesto comercial ubicado al norte de Texas. Aunque apenas infligieron bajas a los blancos, el ataque fue un revulsivo que puso en pie de guerra a los nativos de las praderas. Desde Texas a Colorado las tribus se levantaron en armas. El gobernador les amenazó con la persecución hasta la muerte si no se avenían a presentarse en las reservas.

Quanah comprendió finalmente que seguir luchando era el suicidio para su pueblo. Se entregó en Fort Sill el 2 de junio de 1875. Él y sus guerreros fueron los últimos comanches que vivieron en libertad en las praderas meridionales de Texas. Su derrota fue el símbolo del triste final de las tribus indígenas en Estados Unidos.


Fuente:
Guillermo Soto. El Imperio Comanche. Amos y señores de las llanuras - Muy Historia nº 57

Más información:
Batalla de Cuerno Verde
Quanah Parker
American Indian Tribal Affiliation Study (en inglés)

18 de enero de 2015

El Imperio Comanche (I)

Guerrero comanche
En los albores del siglo XVIII los comanches eran cazadores recolectores que vivían en la frontera septentrional del reino español de Nuevo México. Se expandieron por el suroeste de los actuales Estados Unidos y crearon un imperio que controlaba una enorme red comercial, de Canadá a Ciudad de México. Influyeron a sus vecinos, aterrorizaron a los belicosos apaches e impusieron sus reglas de juego a los colonos.

Los comanches fueron un pueblo poderoso que tuvo en jaque a las potencias europeas que se atrevieron a enfrentarse a ellos. Entre 1750 y 1850 fueron el pueblo dominante en aquel vasto territorio, donde difundieron su lengua y su cultura. Extrajeron recursos y mano de obra de sus vecinos apaches y euroamericanos mediante el robo, el secuestro y los impuestos. De forma vertiginosa, se convirtieron en “los señores de las llanuras meridionales”.

Sus orígenes hay que buscarlos en la tribu de los shoshones, que se asentaba en las montañas de Utah. A finales del siglo XVII se escindieron en dos facciones. Una de ellas se dirigió hacia el sur y desapareció varios años de los registros arqueológicos, hasta que reapareció a principios del siglo XVIII en los documentos españoles con el nombre de comanches.

Se cree que el motivo de la migración de los shoshones al sur pudo ser su deseo de acceder a los caballos, que acababan de empezar a propagarse en gran número hacia el norte desde el territorio español de Nuevo México. Los comanches empezaron a adquirirlos en torno a 1690, y en pocos años prosperaron gracias a su repentina capacidad para desplazarse, cazar y guerrear.

En aquel tiempo los comanches formaron una alianza política y militar con la tribu ute, que reportó ventajas estratégicas a ambos grupos. En la década de 1710, tan sólo una generación después de haber conseguido los primeros caballos, los comanches iniciaron incursiones en el norte de Nuevo México. Los ute llevaban comerciando en este territorio desde la década de 1680 y habían acumulado suficientes armas y utensilios de metal de origen español para entregar algunos a sus aliados. Aquel regalo de los ute hizo que los comanches pasaran de la Edad de Piedra a la del Hierro en un abrir y cerrar de ojos. También con la ayuda de los ute los comanches se incorporaron al comercio de esclavos, una práctica consolidada en Nuevo México y estimulada por las ambigüedades del sistema legal y colonial que imponía el imperio español.

Antes de entrar en batalla, los “señores de las llanuras” pintaban sus caballos con franjas rojas, negras y blancas, y teñían sus propios cuerpos de rojo para mostrar al enemigo una imagen aterradora. Los jefes de las partidas de guerra utilizaban tocados o penachos de plumas de águila, y algunos de los guerreros más intrépidos se cubrían la cabeza con un gorro hecho con un escalpe de búfalo, que iba adornado también con plumas e incluía los cuernos del animal.

Ranchería comanche (George Catlin)
Los comanches vivían en rancherías, que estaban compuestas en torno a unas 200 tiendas (tipis), cuya población podía ser de unos 600 habitantes. Podían albergar cerca de 2.000 caballos, su bien más preciado. Pero tantos animales acababan rápidamente con los pastos, razón por la cual las rancherías se trasladaban de un lugar a otro cada diez o quince días. La familia, compuesta por un guerrero, esposa e hijos, vivía en una tienda hecha de piel de bisonte. Cada ranchería tenía dos jefes, uno de paz para redimir cuestiones tribales y otro que trataba los asuntos bélicos. Vestían con pantalones y taparrabos de piel curtida y se armaban con lanzas, flechas y rifles. El chimal (escudo) era elaborado con cuero muy grueso y en el centro llevaba un amuleto que los protegía de heridas y otros males. Los guerreros eran aquellos hombres capaces de asistir al combate. Durante interminables horas, alrededor de una gran fogata, los comanches practicaban danzas. También celebraban una ceremonia de paz en la que sacrificaban un caballo, que era depositado en un hoyo junto a algunas armas de los bandos enfrentados. Se tomaban muy en serio los tratados de paz, razón por la que las autoridades coloniales los trataban como un bloque social y cultural.

Continuará


Fuente:
Guillermo Soto. El Imperio Comanche. Amos y señores de las llanuras - Muy Historia nº 57

Más información:
El Imperio Comanche. Pekka Hamalainen (libro). Ed. Península, 2011.

23 de noviembre de 2014

La auténtica Pocahontas

Nació en 1595 y fue la hija mayor de Wahunsonacook, jefe de la tribu powhatan, cuyos poblados se ubicaban en los territorios del actual Estado de Virginia.

Al poco de llegar los blancos a sus tierras, un grupo de indios secuestró a uno de los colonos, llamado John Smith, a quien iban a ejecutar. Sin embargo, Pocahontas lo protegió con su cuerpo y consiguió que lo liberasen. Al menos, eso fue lo que contó Smith, aunque hay ciertas dudas sobre la verosimilitud de la historia. Lo que sí parece cierto es que los indios y la propia Pocahontas ofrecieron alimentos a los colonos para que pudieran sobrevivir. Cuando estos supieron que era hija de un jefe indio, la secuestraron para que su padre liberara a prisioneros ingleses. Wahunsonacook no accedió al canje y la joven india permaneció en la colonia, donde aprendió inglés y se casó con el viudo John Rolfe.

En 1616, los colonos decidieron enviar a Pocahontas al Reino Unido para demostrar la docilidad de los nativos y conseguir capital de nuevos inversores. La joven india murió un año después.


Fuente:
Muy Historia nº 57

1 de septiembre de 2012

Rituales aztecas dedicados a su patrón

La deidad patrona de los aztecas es Huitzilopochtli, dios de la guerra y símbolo del sol. Esta es una combinación letal: cada día, el joven guerrero utiliza la luz del sol para conducir a través del cielo a las criaturas de la oscuridad - las estrellas y la luna -.Todas las tardes muere y regresa al día siguiente, pero para eso necesita fuerza.

La necesidad de los aztecas para abastecer a Huitzilopochtli se complementa bien con sus propias ambiciones imperiales. Al extender su imperio, consiguen más cautivos para el sacrificio.

A medida que los sacrificios se hacen más frecuentes, existe una necesidad de guerrear cada vez mayor y los informes de las sangrientas ceremonias infunden terror en el enemigo.

Un templo en la cima de una gran pirámide de Tenochtitlán es el lugar de los sacrificios. Cuando la pirámide se amplía en 1487, la ceremonia de consagración implica tanto derramamiento de sangre que la línea de las víctimas se extiende lejos de la ciudad y la masacre dura cuatro días. El dios quiere corazones, que son arrancados de los cuerpos como ofrenda. Festivales y sacrificios son casi continuos en el año ceremonial azteca. Muchos otros dioses, además de Huitzilopochtli, obtienen su parte de las víctimas.

Cada febrero los niños son sacrificados a los dioses del maíz en las cimas de las montañas. En marzo los prisioneros luchan en combate hasta la muerte. Después los sacerdotes se visten con sus pieles. En abril otra diosa del maíz recibe su propio sacrificio. En junio hay sacrificios a la diosa de la sal. Y así continuamente.

Se ha calculado que la cosecha anual de víctimas, principalmente a Huitzilopochtli, se eleva de 10.000 al año a una cifra cercana a 50.000 poco antes de la llegada de los españoles.

Los dioses más importantes, aparte de Huitzilopochtli, son Tlaloc y Quetzalcóatl, dios de la fertilidad y las artes.


Fuente:
History World

Para saber más:
Suite101 - La verdad tras los sacrificios aztecas

16 de mayo de 2012

Norton I, Emperador de los Estados Unidos



Norton I

En todas las épocas y lugares ha habido personajes curiosos y excéntricos, y quizá uno de los más curiosos sea este hombre, que se autoproclamó Emperador de los Estados Unidos de América y Protector de México, con el nombre de Norton I.

Su Majestad el Emperador Norton I era un tipo de lo más curioso. Su nombre real, o al menos uno de los que utilizó, era Joshua Abraham Norton y, aparte de eso, poco se sabe acerca de sus orígenes. El Emperador, que vivía en San Francisco, había llegado a California como un aventurero más a mediados del siglo XIX, durante la fiebre del oro. Posiblemente nació en Inglaterra y, cuando falleció, en 1880, los cronistas calcularon que debía rondar entre los sesenta y cinco y los setenta años de edad.

De niño pasó un tiempo con su familia en Sudáfrica, donde su pades había emigrado hacia 1820. Sus parientes, próspera estirpe de comerciantes judíos, proporcionó como herencia a Norton una buena suma de dinero. Con los bolsillos llenos, decidió probar fortuna en América y, al principio, sus aventuras comerciales marcharon por buen camino. La avaricia hizo presa en sus deseos, especuló despiadadamente con el precio del arroz y terminó perdiendo casi todo su capital, hasta verse obligado a declarar la bancarrota de su sociedad tras perder diversos litigios presentados en su contra por sus socios.

Ahí está, posiblemente, el origen de su excentricidad. Alguien que había estado siempre en la cima, vivido de forma opulenta y acostumbrado a los tratos comerciales con diversos países, no podía quedarse quieto viendo cómo los días pasaban sin más. Por un tiempo desapareció, y nadie sabe a ciencia cierta dónde pudo vivir, hasta que reapareció repentinamente convertido en un extraño personaje. Envió cartas y artículos a diversos periódicos de San Francisco, quejándose del sistema de gobierno estadounidense, de su justicia y de los funcionarios del estado. Finalmente, presentó como la única solución a todos los males burocráticos del país una solución de lo más cómico. Proclamado a sí mismo como Emperador, llamó a representantes de todos los estados a reunirse en forma de nueva cámara de representantes en San Francisco. Sucedió en 17 de septiembre de 1859 y, al principio, tanto los periódicos como el público siguieron sus acciones con expectativa, como si se tratara de una obra de teatro. Norton I gritaba por doquier contra la corrupción, ordenaba movimientos de tropas y la abolición de las leyes anteriores así como la disolución del Congreso.

Norton I acuñó moneda, que nunca llegó a circular

Se inició así uno de los “reinados” más surrealistas de cuantos haya habido nunca. Con el paso del tiempo Norton I estableció todo tipo de leyes para gobernar su imperio y planeó la construcción de grandes infraestructuras. Mandó la construcción de un puente colgante precisamente en el mismo lugar sobre el que muchos años más tarde se levantaría el Golden Gate, redactó edictos de todo tipo y, para colmo, se nombró Protector de México, porque en su opinión los gobernantes de ese país eran incapaces de hace prosperar a su pueblo.

No se sabe si Norton I se tomaba en serio a sí mismo, puesto que su influencia no pasaba de las risas que solía levantar a su alrededor, pero la función duró bastante. Su personaje imperial tenía espacio asegurado en la prensa, muchos curiosos visitaban su Corte, que no era más que un viejo edificio de apartamentos de alquiler. Vestido con sus ropajes imperiales, paseaba por San Francisco acompañado de sus dos perros, siendo saludado, o insultado, por quienes con él se cruzaban. Pero lo que comenzó como una protesta esperpéntica fue dando paso a un personaje típico de la ciudad. Como si se tratara de una atracción de feria, llegaban gentes desde muy lejos a conocer al gran Emperador, los restaurantes le ofrecían comidas gratuitas, sobre todo porque su presencia animaba el ambiente.

Las críticas de Norton I fueron efectivas muchas veces, su ácido estilo a la hora de redactar sus artículos-leyes podían hacer daño a la credibilidad de personas o empresas, porque solía fijar el blanco de sus ataques en problemas que acuciaban a los habitantes de San Francisco, quienes lo adoptaron como si fuera parte del paisaje urbano. Fueron muchos los incidentes que protagonizó, como el instituir un impuesto a los tenderos de San Francisco para mantener la Corte. Apenas se trataba de unos centavos y, muchos de ellos, pagaron gustosos, con tal de que el “circo” se mantuviera. En medio de las calles pronunciaba discursos, gritaba indignado contra de las penurias de los trabajadores, mientras sus medallas brillaban al sol. En cierta ocasión, habiéndose dañado su imperial atuendo y ante sus insistentes quejas, las autoridades municipales le obsequiaron con nuevas ropas.

Tumba de Norton I
Norton I se carteó con grandes personajes de su época, acudió a recepciones y fiestas y hasta logró acuñar ficticio papel moneda con su efigie, unos billetes que hoy se han convertido en carísimos objetos de coleccionismo. En medio de la Guerra Civil ordenó el alto al fuego y la reconciliación de las partes, claro que, como no podía ser de otro modo, ni Lincoln ni Jefferson Davis le hicieron caso alguno.

Tras más de dos décadas de mandato, el Emperador Norton I falleció durante una vehemente exposición de sus ideas ante un público expectante. La ciudad lo consideró una gran pérdida e incluso hoy es recordado, pues aunque lunáticos hay muchos, personajes tan originales son escasos. Ciertamente, causaba risa, pero sus discursos solían ir más allá de lo meramente circense. Hoy, una tumba recuerda el paso de Norton I por el mundo bajo un epitafio de lo más directo: Emperador de los Estados Unidos y Protector de México.


Fuente:
Tecnología Obsoleta

Para saber más:
The Imperial Government of Norton I (en inglés)
Encyclopedia of San Francisco - Emperor Norton (en inglés)

15 de febrero de 2012

Aztecas, un imperio entre océanos

El Imperio azteca estaba implantado en el centro del actual México. Alcanzaba ambos océanos y abarcaba incluso parte de la actual Guatemala. Sumaba en torno al medio millón de kilómetros cuadrados y contenía una población estimada de unos veinte millones de habitantes. Lo formaba una alianza de tres ciudades-estado: Texcoco, Tlacopan y Tenochtitlan, esta última la más importante y poderosa.

Desde unos 250 años antes de la llegada de Cortés, el Imperio había ido expandiéndose, sometiendo a un violento vasallaje a unos cuarenta pueblos vecinos. Ello suponía recaudar tributos en forma de alimentos, minerales y esclavos.

Su gobierno constituía una teocracia. Se elegía al jefe supremo entre los nobles de los veinte clanes en que se dividía la sociedad. Esta figura sagrada recibía el nombre de Huey Tlatoani (la voz escogida) y era al mismo tiempo sumo sacerdote, principal poder político y general en jefe.

La economía se basaba en una productiva agricultura, aprovechando la abundante agua de la que disponían y la mano de obra esclava, y en el comercio, basado en el trueque.


La leyenda afirma que Tenochtitlan se fundó en 1318 o en 1325, según las distintas crónicas aztecas, sobre una pequeña isla en medio del lago Texcoco. La ciudad estaba unida a tierra firme por tres largas y anchas calzadas. Decenas de miles de canoas surcaban diariamente las aguas del lago y de los canales que se mezclaban con las calles, llevando toda clase de productos a los mercados. Con su ubicación y el control azteca de las aguas lacustres mediante diques y puentes, era muy fácil de defender.

Cortés comentó que Tenochtitlan era la ciudad más grande y maravillosa que había visto nunca. Según dijo, doblaba el tamaño de Sevilla, y destacó las elevadas pirámides y los palacios de su centro. Se considera que residían en ella entre cien y doscientas mil personas, aunque en los días de mercado los visitantes duplicaban la cifra fácilmente. Tras unirse a otros islotes cercanos, parece que alcanzó la superficie total de trece kilómetros cuadrados.


Fuente:
Juan Carlos Losada. Historia y vida nº 525

1 de octubre de 2011

La independencia de los EEUU

La transformación económica, social y política que se produjeron en Inglaterra durante el siglo XVI, favorecieron su expansión colonial en el siglo XVII. Además había grupo de hombres dispuestos a migrar para colonizar nuevos territorios y comenzar una nueva vida.

La reforma religiosa realizada por Enrique VIII había producido fuertes encuentros entre la corona y algunos sectores de la sociedad que se oponía a la religión anglicana y que preferían abandonar Inglaterra para practicar libremente su fe.

Fue una solución para muchos perseguidos por cuestiones religiosas en los primeros años del siglo XVII. Por otro lado hombres de negocio organizaron compañías colonizadoras para la explotación de diversos minerales y metales preciosos que creían que había. Por ejemplo las compañías de Londres y la de Plymounth con objeto de extraer oro en esta tierras.

Inglaterra instaló 13 colonias, siendo la primera la de Virginia, en honor a Isabel I, la "reina virgen". Estas eran pobres, no contaban con yacimientos de metales preciosos, ni con una población indígena densa y estable para mano de obra. Su población crecía lentamente y faltaban capitales para fomentar el crecimiento.
Después de la guerra de Inglaterra contra Francia, la corona quiso que las colonias le ayudasen a pagar la enorme deuda militar de alrededor de 150 millones de libras esterlinas. Con este objetivo el parlamento inglés estableció una serie de impuestos sobre el cuero, el azúcar, el papel y el té, que se importaba desde América.

Con estas medidas los colonos temieron que todas las libertades que habían disfrutado hasta el momento empezaban a venirse abajo de repente. También podía significar un revés importante para el comercio que los colonos desarrollaban. Viendo el cariz que estaban tomando los acontecimientos el parlamento británico decidió derogar la primera de las leyes, la de las Estampillas, pero al mismo tiempo intensificó la segunda, la de Alojamiento, enviando oficiales de aduanas a la ciudad de Boston para que recolectaran las cuotas. Los colonos no lo aceptaron y se negaron a obedecer a los ocupantes, por lo que éstos reaccionaron mandando soldados a Boston.

Los habitantes de 96 ciudades protestaron, ya que el Parlamento no los representaba frente a la corona, y por lo tanto no podía decidir por ellos y formaron la liga de no importación, ideada por Franklin.

Cuando en 1773 se aprobó la "Ley del Té", que beneficiaba a la Compañía Británica de las Indias Orientales, los americanos arrojaron al mar todas las cajas de té que llevaban tres barcos anclados en Boston. Éste fue el llamado "motín del té en Boston", y señala el primer acto de abierta rebeldía contra el Gobierno inglés.

Los colonos no cejaron en su empeño y en 1774 en Filadelfia organizaron un Congreso para evaluar el estado de la situación. Decidieron desobedecer las nuevas leyes británicas e intentar boicotear en lo posible el comercio, por lo que empezaron a buscar armas para defenderse de las posibles represalias. La respuesta, por supuesto, no se hizo esperar y el comienzo del conflicto se dio cuando en la localidad de Lexington fuerzas británicas se enfrentaron a unos setenta colonos. Alguno de los dos bandos hizo fuego por lo que la guerra ya estaba servida.
Inglaterra se obstinó que los colonos debían obedecer y estalló la guerra. Los colonos confiaron el mando a George Washington, y para pedir a Francia que interviniera mandaron a Franklin como embajador.

Unos años después de este hecho se organizó el segundo Congreso Continental, también en Filadelfia, con la intención de que hubiese un ejército y una marina controlados por una persona representativa de los colonos, nada más y nada menos que George Washington. Los siguientes pasos fueron el papel moneda y un principio de relaciones con otras potencias extranjeras, hasta que Thomas Jefferson redactó la llamada Declaración de independencia, en Virginia, que se aprobó en la fecha más importante hoy para los estadounidenses, el 4 de julio del año 1776.
El ejército de Washington carecía de todo, estaba desorganizado, sin armas, sin pólvora, sin ropas y sin provisiones. Solamente pudo adquirir una cosa con rapidez y voluntad: la disciplina. Pero carecía de los conocimientos tácticos de los bien organizados regimientos ingleses. Éstos, en cambio, no luchaban por su tierra y su moral era bastante baja.

En 1777 los americanos vencieron a los ingleses en la batalla de Saratoga. Entretanto había llegado un ejército francés, y España había mandado provisiones y armas procedentes de México y las Antillas. En el año 1781 unos 8.000 soldados británicos fueron rodeados en Yorktown (Virginia) por la alianza franco norteamericana bajo las órdenes de Washington. Los británicos pidieron la paz y en el tratado de París de 1783 se reconoció por fin la independencia de los Estados Unidos. Estaban cansados de lucha y de una guerra que no era popular, pues ambos pueblos eran demasiado afines y no existía odio real que justificara la matanza.

Líderes tan importantes como George Washington, Benjamin Franklin y James Madison pretendieron modificar algunos de los artículos de la Confederación, sin embargo fueron unos delegados los que tuvieron la idea de redactar una nueva legislación que dio como resultado la gran Constitución de los Estados Unidos de América que finalmente fue aceptada en 1788 tras muchas reuniones. Con esta declaración se separaron los tres poderes, el ejecutivo, legislativo y judicial, totalmente independientes entre sí, lo estados podían tomar decisiones propias, además se añadieron posteriormente un total de diez enmiendas con la intención de no fortalecer en demasía el poder central.

Se quería sobre todo dejar clara la libertad individual del hombre en cualquiera de los casos, y también otras como la libertad de prensa, de religión, de expresión etc. Otras de las enmiendas ya desarrollaban temas que en otros países europeos tardarían en llegar como el derecho de la mujer a votar, así como abolir completamente la esclavitud. Este texto constitucional ha quedado inamovible para la historia y se ha situado como el gran símbolo norteamericano, envidia del resto de las naciones.Para resistir las presiones de Inglaterra, los colonos hicieron alianzas con Francia y España, y en 1783 Inglaterra tuvo que desistir y reconocer la Independencia de Estados Unidos de América.

Terminada la guerra Washington fue elegido dos veces presidente de la república federal. Los Estados Unidos fueron el primer país independiente de América. Su ejemplo repercutió en el resto de las colonias española y portuguesa, pero también en Europa, ya que estimuló los sucesos que debían desembocar en la Revolución Francesa que estalló a fines del siglo XVIII.


Fuente:
Portalplanetasedna

Información relacionada:
Wikipedia: Declaración de Independencia de los Estados Unidos
Monografías.com: Guerra de la Independencia de los Estados Unidos

10 de septiembre de 2011

Las Guerras Pequot

El conflicto conocido como Guerras Pequot comenzó como una rencilla entre los indios pequot y los mohicanos en la zona del río Connecticut. En 1634, los pequot atacaron a un barco esclavista y mataron al capitán, John Stone, y a los otros siete tripulantes del barco. Para preservar la paz, el gobernador de Massachussets, John Endecott, decidió no tomar represalias contra los indios.

En 1636, los pequot atacaron otro barco en la isla Block, resultando muerto John Oldham, un comerciante de Nueva Inglaterra. Este crimen ya sí encontró respuesta por parte del hasta entonces pasivo gobernador, que envió tres barcos a destruir las dos aldeas pequot que se pensaba habían sido responsables.

En 1637, los pequot respondieron atacando Wethersfield, donde mataron a nueve personas y secuestraron a otras dos. Ese ataque provocó la ira de muchos colonos, que promovieron una acción combinada de todas las fuerzas de las milicias de Massachussets y Connecticut, acompañadas por varios cientos de indios narragansett y niantic. Estas fuerzas rodearon la principal fortificación de los pequot y mataron a más de 500 indios, contando hombres, mujeres y niños. Al terminar, quemaron la aldea y asesinaron a todos los que intentaron escapar.

Esta sangrienta guerra fue probablemente la primera masacre a gran escala y se oyeron ya las primeras voces criticando la excesiva brutalidad de las tropas milicianas. No obstante, a pesar de ella, las incursiones indias en territorios coloniales cesaron durante una generación.


Fuente:
Breve historia de los indios norteamericanos - Gregorio Doval

16 de julio de 2011

Las guerras floridas

Las Guerras Floridas (Xochiyaoyotl en náhuatl) eran la cacería divina del hombre mesoamericano hecha por el dios Sol.

Cuando los sacerdotes decían que el Sol y los dioses necesitaban más comida, más sacrificios, dos pueblos aztecas se enfrentaban una guerra florida solamente para contentar al Sol. En estas guerras, los dos pueblos aztecas mandarían sus caballeros a un campo sagrado para la batalla. Eran un poco como los torneos de la Edad Media en Europa, pero en este caso eran pueblos enteros los que se enfrentaban y con un resultado bien distinto.

Ellos interpretaban que iban al campo de batalla a recolectar flores (corazones) porque en la piedra de los sacrificios, a golpe de cuchillo del sacrificador, surgía la flor más preciosa, el corazón del hombre. De ahí el nombre de Guerras Floridas. Los corazones eran depositados en el cuauhxicalli, la jícara o vaso de águila, y a él descendía el guerrero celeste en forma de colibrí a libar la miel (la sangre) de aquella flor preciosa. Estas guerras representaban lo más sagrado de la religión del hombre mesoamericano: la cacería del hombre hecha por Dios.

Cuando un guerrero era hecho prisionero en las Guerras Floridas doblaba la rodilla y decía: "padre mío" al que lo capturaba, y éste exclamaba: "hijo mío". Se entendía que Dios mismo era quien lo capturaba. Morir en la piedra del sacrificio era el honor más grande que recibían el sacrificado y su familia, puesto que era deificado, de la misma manera que huir del sacrificio era una enorme deshonra.

Representación de las Guerras Floridas (Diego Rivera)

Según los cronistas las Guerras Floridas surgieron en tiempos de Moctezuma Ilhuicamina, que tomó posesión del trono azteca hacia el año 1438 y gobernó durante unos 30 años, pero quizá fueran una herencia dejada por los toltecas.

En tiempos de paz, los pueblos aztecas necesitaban víctimas para el sacrificio. Es por este motivo que acordaban entre ellos enfrentarse en las Guerras Floridas, ya que sólo podían realizarse sacrificios humanos con los prisioneros de guerra.

Debido al carácter sagrado de estas guerras el campo de batalla se convertía en un escenario donde los guerreros, nobles y plebeyos, acudían luciendo sus mejores galas.


Fuente:
Vidas de fuego

30 de junio de 2011

Machu Picchu, la ciudad perdida de los incas




El Machu Picchu es una misteriosa maravilla encaramada en una meseta de los Andes peruanos, a unos 500 metros por encima de un río. Allí, sin la ayuda de ruedas o de herramientas de hierro, los obreros incas construyeron una ciudad de piedra. Ese lugar es el mejor ejemplo de la ingeniería inca.

Los arquitectos construyeron más de 600 terrazas para evitar que la ciudad se deslizara por la montaña. Los ingenieros diseñaron un sistema de suministro de agua con una longitud de casi 1 km., y los albañiles erigieron templos en los que pueden verse los trabajos de mampostería más impresionantes del Nuevo Mundo.

Para los incas la arquitectura era especialmente importante. Los templos, construidos en los alrededores de la ciudad, están orientados para captar los rayos del sol naciente. La inclinación de los techos reflejan el Huayna Picchu, el monte que emerge tras ellos. Sin embargo, el Machu Picchu ha guardado muy bien sus secretos, ocultando durante más de 400 años su verdadero significado y finalidad.

Abandonado en el siglo XVI e invadido por la selva andina, se convirtió en un lugar perdido en el tiempo y fue olvidado incluso por la gente que lo construyó. Intacto durante siglos, Machu Picchu es una ventana al pasado, a través de la cual podemos conocer a quienes lo construyeron: los incas, una antigua civilización que creó el imperio más poderoso de Sudamérica.


En los tiempos en que Colón llegó al Nuevo Mundo, los incas controlaban todo el territorio que se extendía desde Colombia hasta Chile, un área mucho más grande que aquella controlada por los aztecas de México. Podría decirse que el imperio inca era la civilización más poderosa del Nuevo Mundo. Su dominio en Sudamérica empezó en 1438 cuando Pachacuti, un gran guerrero y líder, llegó al poder. Pero más allá de sus conquistas militares, Pachacuti inició un gran proyecto de construcción: ciudades, templos, grandes edificaciones y carreteras.

Durante siglos, Machu Picchu estuvo oculto al resto del mundo. Los conquistadores españoles nunca lo encontraron, y los diezmados incas que sabían dónde estaba acabaron olvidándolo.

Quienquiera que escogiera la ubicación de Machu Picchu, no pudo elegir un lugar más imponente. La ciudad está peligrosamente encaramada en una meseta entre los montes Huayna Picchu y Machu Picchu. Es una pendiente escarpada situada a unos 500 metros por encima del río. Diseñar y construir algo de tal magnitud en este remoto lugar fue una tarea monumental. Se necesitaron miles de trabajadores para despejar el lugar, poner los cimientos, construir terrazas y erigir las edificaciones.


La ciudad cuenta con unas 170 edificaciones, miles de escalones, varios templos y 16 fuentes. Los incas usaron cientos de miles de piedras para construir la ciudad, algunas enormes. Afortunadamente no tenían que ir muy lejos para encontrar los materiales de construcción, pues allí mismo existe una cantera. La calidad de la mampostería inca es legendaria. Las edificaciones muestran una precisión a la hora de encajar las piedras, que no tiene explicación. 500 años después, es imposible insertar la hoja de un cuchillo entre las piedras. Increíblemente, sin herramientas de hierro, los incas usaban rocas para tallar la roca.

Algunas de las rocas utilizadas en Machu Picchu pesan más de 20 toneladas. Las edificaciones más importantes dependían de que las rocas encajaran con precisión y de que su enorme peso las mantuviera en el sitio, pero hay pruebas de que en edificaciones menos importantes usaron argamasa hecha con una combinación de arcilla, tierra y pequeñas piedras.

Además del trabajo de mampostería de la ciudad, otra característica distintiva de Machu Picchu es el sistema de terrazas. Las terrazas tienen dos propósitos: proporcionaban un lugar para cultivar, y también evitaban que la ciudad se deslizara por la montaña. La construcción estratificada permitía que el agua de lluvia se filtrara suavemente a través de las terrazas. El principal cultivo era el maíz, junto a las patatas y los aguacates.

La ciudad estaba dividida en un sector agrícola y otro urbano. Los arquitectos incas diseñaron Machu Picchu para que estuviera en simbiosis con la naturaleza y muchos rasgos resaltan el paisaje. Los incas veneraban la naturaleza, la tierra para ellos estaba llena de un poder sagrado.


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