Desde época arcaica la prostitución estuvo presente en Grecia pero los rasgos más importantes que se conocen sobre las prácticas sexuales datan de la época clásica.
Las ciudades costeras tuvieron un sinnúmero de prostíbulos que saciaban las necesidades de los marinos que llegaban a los puertos. Atenas se convirtió en una ciudad muy atractiva para dichas prácticas. El Estado, por su parte, era el que controlaba y regulaba los prostíbulos donde trabajaban las esclavas.
La fidelidad del varón en la Grecia clásica respecto a su esposa radicaba en respetar la condición de mujer legítima tal como se estipuló en la promesa de matrimonio. No obstante, las otras mujeres con las que el marido podía intimar fuera del hogar conyugal eran: con la compañera de reuniones sociales que poseía una gran belleza y presencia física además de contar con una gran intelectualidad -hetaira-; la concubina -pallaké- a la que no se consideraba como ciudadana de pleno derecho; la profesional del sexo o prostituta libre -porné- que debía pagar unos impuestos al Estado por su actividad; y, por último, las esclavas que tenían que vestir con atuendos especiales para identificarse, pasado un tiempo podían comprar su libertad por medio de un préstamo.
Estas cuatro clases de mujeres no atentaban contra la posición de la esposa legítima y madre. La esposa, por el contrario, debía ser totalmente fiel. El incumplimiento de esta cláusula podía costarle su posición en el hogar conyugal.
El varón rico podía tener relaciones con una esclava doméstica y darle hijos que eran reconocidos legalmente. Además, podía disfrutar con las hetairas, que tomaban parte en los banquetes -simposion- que se celebraban solo para hombres en la zona destinada a los hombres -andros-, lejos del área reservada para la mujer. Esta reunión constaba de dos partes: la primera consistía en la cena propiamente dicha; y la segunda era una especie de sobremesa de larga duración durante la cual se consumía la bebida, normalmente vino rebajado con agua, en la que los comensales realizaban una ofrenda al dios Dionisos. La fiesta se amenizaba con música, espectáculos y bailes realizados por las hetairas (las únicas mujeres que tenían permitida la entrada). Los esclavos servían a los invitados la comida, que se disponía en una mesa baja.
La homosexualidad era conocida en la Antigua Grecia. Las relaciones se realizaban entre un adulto -erastes- y un joven -eromenos-. A pesar de que la sociedad cultivaba el valor varonil era, por otra parte, tolerante y complaciente con esta práctica sexual.
El amor por los jóvenes estaba considerado en los círculos cultos y aristocráticos como una forma de educación necesaria para los jóvenes griegos. En el registro arqueológico han quedado pinturas reflejadas en recipientes cerámicos, donde se dibujaban numerosas escenas de cortejo entre los adolescentes y los adultos masculinos.
La poetisa Safo, del siglo VII a.C., que procedía de una familia aristocrática de la isla de Lesbos, dedicó su actividad a la iniciación de las doncellas en el secreto y deberes de la sexualidad femenina. Dicha iniciación se realizó a través de la experiencia homosexual, que inspiró muchos de sus poemas como el Himno a Afrodita y Epitalamios, entre otros.
Fuente:
Mediterráneo: Fenicia, Grecia y Roma – Pilar Pardo Mata
A pesar de la permisividad y de los escarceos eróticos entre hombres, eran tremendamente machistas los griegos. No hay más que echar un vistazo a su mitología.
ResponderEliminarUn saludo.
Buenísima y divertida entrada; muy útila para Cultura Clásica. Saludos desde ArteTorreherberos.
ResponderEliminar¡Qué empeño en hacer que las esposas legítimas se aburrieran! Saludos cordiales.
ResponderEliminarEs por estos casos y otros aún anteriores por los que la prostitución es conocida como la profesión más antigua del mundo.
ResponderEliminarUn saludo