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19 de noviembre de 2010

El sínodo del cadáver

El Papa Esteban VI exhumó los restos de su predecesor, el Papa Formoso, al que juzgó por perjurio -y otras ofensas- y fue considerado culpable.

El Papa Formoso rigió los designios de la iglesia católica desde el año 891 hasta su muerte en el año 896. Durante su pontificado, se produjeron a su alrededor las habituales tramas, engaños y todo tipo de actos por parte de los nobles de la época.

Formoso se creó gran cantidad de amigos… pero aún más enemigos, que le seguirían hasta la tumba.

Le sucedió en el trono Bonifacio VI, que murió de gota apenas 15 días después. Y tras él… llego Esteban VI que impulsó la realización de un juicio sumarísimo al antiguo Papa, que no le había apoyado en vida.

Formoso fue acusado de dejarse elegir obispo de Roma estando a la cabeza de otra diócesis -debido a que había una ley canónica que prohibía a los obispos a trasladarse de una diócesis a otra-. Su elección, por tanto, fue declarada inválida, como inválidas fueron consideradas todas las ordenaciones que confirió durante su reinado.

Con este juicio Esteban quiso ponerse a resguardo de que lanzaran contra él una acusación análoga, puesto que también él era obispo de otra sede cuando fue elegido para la de Roma: al anular las acciones de Formoso, este nombramiento quedaba invalidado.

Como es evidente, el cadáver de Formoso asistió en completo silencio a las acusaciones, insultos y gritos que le lanzaba su sucesor. Eso sí, aquellos que le juzgaron tuvieron la “deferencia” de situar a su lado a un diácono –que aguantaba como podía las arcadas producidas por el hedor de la descomposición– para que le representara, a modo de moderno “abogado de oficio”.

Finalmente Formoso –como era previsible– fue declarado culpable y, no contentos con el escarnio al que le habían sometido después de muerto, le cortaron los tres dedos que utilizaba para bendecir y le arrastraron por el palacio. Después tiraron su cuerpo a una fosa común. Finalmente Esteban, aún no contento con lo que había hecho, volvió a exigir su exhumación y Formoso acabó en las aguas del Tíber.

Pero quizá el peor castigo, más grave que las vejaciones a un cadáver que, después de todo, ni sentía ni padecía, fue la aplicación a Formoso de la llamada Damnatio memoriae, una práctica que ya se practicaba en la antigua Roma y que consistía, ni más ni menos, que en borrar cualquier vestigio histórico del que lo sufría. En definitiva, el receptor de tal castigo y sus acciones eran borrados de la Historia, como si nunca hubieran existido.

Meses después de la celebración del Concilio Cadavérico o Sínodo del cadáver, una multitud descontrolada –sabiamente aprovechada y dirigida por los partidarios y defensores del papa Formoso– atraparon al pontífice y le llevaron a prisión.

Poco después Esteban VI, quien un día se había atrevido a profanar la tumba de su antecesor, moría asesinado en prisión –por estrangulamiento– en agosto de 897.

La Iglesia Católica no reconoce oficialmente el Sínodo del Cadáver aunque sí ha llegado a admitir que ha habido Papas que no han sido precisamente modelos de santidad: asesinos, licenciosos o papas que han sucedido a sus propios padres en el trono papal.

Fuente:
Pepoladas - El sínodo del cadáver

5 comentarios:

  1. Evidentemente las religiones no hacen bueno ni malo a nadie. Este es un ejemplo más. De todas formas, hay que ser salvaje o estar como una regadera para hacer lo que hizo este sádico.
    Un saludo.

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  2. una práctica que se practicaba?????

    que buena redacción!

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    1. Menos mal que te tenemos a ti para darnos lecciones de redacción, si no qué sería de nosotros.

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  3. El Papa que lo volvió a exhumar fue Sergio III no Esteban por segunda vez.

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