Según todos los indicios, Goswintha nació en el seno de una familia de la aristocracia visigótica hacia los años 525 o 530, es decir, cuando el Reino de los godos de España se encontraba bajo la égida de gobernantes ostrogodos llegados de Italia: un período que se inició en 510 con la regencia de Teodorico el Grande durante la minoría de edad de su nieto, el rey visigodo Amalarico, y que no concluiría hasta la muerte en 549 de Theudiselo, el último monarca de procedencia ostrogoda que tuvo el Reino visigodo español.
La joven Goswintha hizo una “buena boda”, quizá entre los años 545 y 548: casó con Atanagildo, un magnate de la más encumbrada nobleza visigoda, el grupo social que, tras el asesinato de Theudiselo, reivindicó para los suyos el derecho a reinar sobre los godos de España. Agila fue entonces elegido rey, pero apenas habían transcurrido tres años cuando Atanagildo, el esposo de Goswintha, encabezó un levantamiento contra el monarca.
El mediodía de la Península Ibérica era, a mediados del siglo VI, el foro principal de los acontecimientos públicos del momento. Sevilla era entonces una gran ciudad en la que tenían su residencia muchas familias de la aristocracia católica hispano-romana. La rebelión de Atanagildo desembocó en una guerra civil entre sus partidarios y los fieles al rey Agila. Atanagildo solicitó la ayuda del emperador oriental Justiniano, empeñado entonces en su lucha por la reconstrucción de la antigua unidad imperial romana. El basileus de Constantinopla no se hizo rogar demasiado y envió una expedición de soldados bizantinos, que desembarcaron en las costas del sudeste de la Península. Al cabo de tres años de guerra intestina, los godos, temerosos de que los imperiales se aprovecharan de su discordia para apoderarse de España, asesinaron a Agila y reconocieron todos a Atanagildo como su único monarca.
Atanagildo puede ser considerado como el fundador de la monarquía toledana. Decidió trasladar el centro de gravedad, situado hasta entonces en los valles del Guadalquivir, al corazón geográfico de la Península. La elección por Atanagildo de Toledo como capital parece la mejor decisión para un Reino visigodo que tenía como solar y horizonte vital la Península Ibérica, con el apéndice tramontano de la Galia Narbonense.
El rey y su esposa, Goswintha, tenían dos hijas, Gailswintha y Brunekhilda, nacidas seguramente hacia la mitad del siglo VI, y que en los últimos años del reinado de su padre habían llegado ya a la edad núbil. En la más joven de las dos, en Brunekhilda, puso sus ojos el rey Sigiberto I de Austrasia.
Pero la tragedia que iba a herir muy pronto a Goswintha y a su esposo tendría por víctima a su otra hija, Gailswintha. Uno de los hermanos de Sigiberto era rey de Neustria, Chilperico, de conducta muy desarreglada y que tenía, no una, sino varias mujeres o concubinas. Chilperico envió una embajada a Toledo para pedir la mano de Gailswintha, comprometiéndose a despachar a las demás mujeres, con tal de recibir una esposa que fuera hija de reyes, y por lo tanto adecuada a su propia condición real. La demanda fue aceptada y Gailswintha emprendió viaje hacia Neustria, un viaje que estaba destinado a ser camino fatal hacia la muerte.
En el año 568 poco después de la muerte de su hija, falleció en Toledo el rey Atanagildo sin dejar sucesión masculina. La desaparición del monarca abrió uno de los momentos históricos más oscuros de la historia visigoda. Cinco meses estuvo vacante el trono, y al cabo de tan largo interregno fue designado como rey Leovigildo, quien para asentarse en el poder necesitaba una poderosa alianza con Toledo. Lo solucionó casándose con Goswintha que seguía manteniéndose como reina de los visigodos.
Pero nuevos problemas se avecinaban, los visigodos empezaban adoptar la cultura y la religión romana, todo un signo de modernidad en la época y Goswintha y los suyos, de religión arriana, veían peligrar sus privilegios y condición social.
Hermenegildo, hijo de Leovigildo, se casó con la nieta de Goswintha, católica. La conversión al catolicismo de Hermenegildo le hizo revelarse contra su padre y nombrarse rey de los territorios del mediodía. Se iniciaba una guerra que duró cinco años y en la que se impuso Leovigildo.
Pero el bando católico iba ganando terreno y Goswintha volvía a quedarse viuda, Leovigildo moría en la batalla. Su hijastro Recaredo iba a ser el nuevo rey, pero mostraba ideales católicos y suponía un peligro para sus intereses así que le obligó a reconocerla como madre, dotándola de poder para dirigir determinados aspectos políticos del reino.
Recaredo y la cúpula política se convirtieron al catolicismo. Goswintha empezó a planear todo tipo de conspiraciones pero el bando arriano había perdido fuerza e influencia. Siendo anciana urdió un malévolo plan, junto con el poderoso obispo arriano Uldida, para acabar con su hijastro. Uno de sus partidarios la traicionó y descubrió la conjura. Nada más se supo de ella.
Fuentes:
- Historia del reino visigodo español – José Orlandis
- Mujeres
Qué tiempos más tormentosos el de los primeros reyes godos. Y en tiempos de la protagonista de tu artículo el que peor acabo, Hermenegildo, probablemente muerto por orden de su padre. No sé si sería demasiado osado decir que está fue la primera, o una de las primeras, guerras de religión.
ResponderEliminarUn saludo.
Impresionante esta entrada. Yo, como español que conozco y amo Lima se me ponen klos pelos de punta. Conozco El Callao y el maremoto debió de ser tela. Algo más al sur la costa es de barrancos muy altos y seguro que que no llegarían las olas.
ResponderEliminarLo de las fuertes lluvias, es como si los dioses quisiesen castigar mucho, pues ni los más viejos de la localidad se acuerdadn de ellos, en ese desierto costero. Si ves un plano de Lima verás que la vigila el Cerro de San Cristóbal, seguro que allá correrían muchos.
Buena entrada. Saludos.