Carlos Martel |
Carlomagno |
La consolidación de la fuerza carolingia y la creación de solidaridad entre la élite del reino fue posible por el liderazgo guerrero que los gobernantes carolingios ofrecían. Replegaron las fuerzas francas contra amenazas exteriores como las que representaban los frisios, sajones, ávaros y árabes en el siglo VIII y los vikingos y magiares en los siglos IX y X. Aunque tales incursiones y evasiones trastornaban bastante la vida política de las distintas regiones del Imperio, tuvieron en ella un impacto poco duradero como entidad cultural o territorial. La extensión de la educación y la cultura carolingia, la fundación de nuevos obispados y nuevos monasterios y la creación de estructuras francas y cristianas para la vida social y política fueron logros importantes y perdurables. El personal de estos obispados y monasterios, además de los magnates laicos destacados, desempeñó un papel decisivo en el reino, tanto en sus propias instituciones como en las asambleas convocadas por el soberano.
Pipino III |
La protección del papado se convirtió en un cometido cada vez más urgente. En el año 754, el rey carolingio Pipino III se había convertido en el protector de la Santa Sede. Este era un papel que aumentaba tanto el prestigio del rey, al menos a los ojos de su familia, como su legitimidad. La relación culminó en la coronación de Carlomagno como emperador por el papa León III en Roma el día de Navidad del año 800. Era un cargo que comportaba el gobierno del norte de Italia y la protección de Roma. Hasta bien entrado el siglo X, uno de los gobernadores carolingios ostentaba el título de emperador y era al menos nominalmente el superior de sus hermanos, primos y sobrinos. La coronación imperial tenía de este modo un gran significado simbólico con efecto real, si bien en la práctica limitado, aunque cuando se otorgó por primera vez en el año 800 pareció simplemente un título adicional evocador de la sólida herencia romana de los francos. Desde luego, por lo que a Carlomagno se refiere, no afectó en lo más mínimo a su poder real. No obstante, la relación así creada entre los gobernadores occidentales y el papado había de tener ramificaciones y repercusiones a lo largo de toda la Edad Media, especialmente una vez que el papado empezó a acusar las consecuencias del oficio, autoridad e ideología papal respecto del poder secular desde el año 1050 en adelante.
Fuente:
La alta Edad Media: Europa, 400-1000 - Rosamond McKitterick
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