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30 de septiembre de 2010

La Edad de Oro de la piratería

Para sus admiradores, los piratas son bandidos llenos de romanticismo: sujetos temibles, dispuestos a forjarse una vida fuera del alcance de la ley y el gobierno, liberados del trabajo y de las limitaciones sociales para lanzarse en pos de la riqueza, la alegría y la aventura. Han pasado tres siglos desde que aquellos piratas desaparecieron de los mares, pero siguen siendo héroes populares, con una legión de admiradores. Han servido como modelo a varios personajes de la ficción literaria -el capitán Hook, el capitán Blood y Jack Sparrow- y evocan, de forma casi mágica, el caminar por la plancha, los mapas del tesoro y los arcones de oro y joyas preciosas.

La Edad Dorada de la piratería no duró más de diez años, de 1715 a 1725, y fue liderada por una camarilla de entre veinte y treinta comodoros piratas, a los que servían unos pocos centenares de individuos. Prácticamente todos los capitanes se conocían entre ellos, puesto que habían servido codo a codo a bordo de los mercantes u otros navíos piratas, o sus caminos se habían cruzado en la sede común de todos ellos: la malograda colonia británica de las Bahamas.
Aunque la mayoría de estos piratas eran ingleses o irlandeses, hubo también muchos escoceses, franceses y africanos, además de unos pocos de otras nacionalidades: holandeses, daneses, suecos y nativos americanos.
Pese a las diferencias de nacionalidad, raza, religión e incluso de lengua, forjaron una cultura colectiva. Cuando se encontraban en el mar, no era infrecuente que los navíos piratas aunaran fuerzas y acudieran unos en ayuda de otros, aun cuando una tripulación estuviera constituida sobre todo por franceses y en la otra predominasen sus enemigos tradicionales, los ingleses.

Gobernaban los barcos de forma democrática, escogiendo y deponiendo a los capitanes por votación popular, compartiendo el botín a partes iguales y tomando las decisiones más importantes en una asamblea abierta; todo ello en marcado contraste con los regímenes dictatoriales propios de otros barcos. En una época en la que el común de las gentes del mar no recibía ninguna clase de protección social, los piratas de las Bahamas ofrecían a sus tripulaciones indemnizaciones o pensiones por invalidez.

Los piratas han existido durante mucho tiempo. Los hubo en la Grecia antigua y el Imperio romano, en la Europa medieval y en la China de la dinastía Qing. Incluso en la actualidad hay piratas que asedian las rutas de navegación marítima.

En sentido estricto, son distintos de los corsarios: individuos que en época de guerra desvalijaban las naves enemigas con el permiso de sus gobiernos. Algunos tomaron a sir Francis Drake y a sir Henry Morgan como piratas, pero es un error: en realidad se trataba de corsarios, que llevaron a cabo sus expolios contando con el pleno respaldo de sus soberanos. William Dampier fue un corsario, igual que la mayoría de los bucaneros
Sir Francis Drake
ingleses de finales del siglo XVII. Incluso William Kidd, de infausta memoria, fue un corsario de alta cuna, convertido a la piratería por accidente.

A bordo de los barcos mercantes, el descontento era tan grande que, por lo general, cuando los piratas apresaban uno de estos buques, una parte de la tripulación se unía con entusiasmo a las filas de forajidos. Incluso la Royal Navy, la Marina Real, era vulnerable. Cuando el HMS Phoenix se enfrentó a los piratas en su guarida de las Bahamas en 1718, vio desertar a buena parte de la tripulación de la fragata, que se escabulló al abrigo de la noche para servir bajo la bandera pirata. En realidad, los piratas pudieron expandirse en gran medida gracias a las deserciones de los marineros, con abandonos directamente proporcionales a la brutalidad en el trato recibido, tanto en la marina mercante como en la armada.

Henry Morgan
Pero no todos los piratas eran marinos descontentos. Los esclavos fugitivos emigraron a la república pirata en gran número, cuando se corrió la voz de que los piratas que atacaban embarcaciones de esclavos inducían a muchos de los sometidos a participar como iguales en sus tripulaciones. En el momento álgido de la Edad de Oro, no era extraños que los esclavos fugitivos sumaran una cuarta parte, si no más, de la tripulación de un barco pirata. Varios mulatos llegaron a convertirse en capitanes piratas hechos y derechos. Este espacio de libertad suponía una verdadera amenaza para las colonias de plantaciones esclavistas en los alrededores de las Bahamas. Las bandas piratas de las Bahamas gozaron de un éxito prodigioso. En su momento de apogeo lograron cortar las comunicaciones entre Gran Bretaña, Francia y España y sus imperios en el Nuevo Mundo, al bloquear las rutas comerciales, dificultar el suministro de esclavos a las plantaciones de azúcar de América y las Antillas, y perturbar, además, la corriente de información entre los continentes.

William Kidd
Las autoridades pintaron a los piratas como monstruos crueles y peligrosos, violadores y asesinos que mataban a los hombres por capricho y torturaban a los niños por placer, y en ocasiones era así. Sin embargo, buena parte de aquellas historias eran exageradas de forma deliberada, para influir sobre una opinión pública escéptica con el poder.
Para disgusto de propietarios de barcos y plantaciones en las Américas, muchos colonialistas corrientes veían a los piratas como héroes populares.


Fuente:
La república de los piratas: la verdadera historia de los piratas del Caribe - Colin Woodard

4 comentarios:

  1. Hola!, estaba viendo cosas de historia, ya que estoy empezando a hacer un blog de una historia fantástica medieval(si querés visitarlo sino, no xD da igual) y me encontré con tu blog, que esta muy bueno. Aunque la historia me aburre como materia del cole siempre me gustó la época de piratas, cruzadas, roma y todo lo antiguo xDD, me gustó en especial esta entrada de piratas que es interesantísima, y bueno chau, voy a estar atento para ver cuando publicás, me suscribo

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  2. perdón quise decir que lo sigo nose si seguir o suscribir sea lo mismo en blogger(estoy acostumbrado al youtube)saludos nuevamente

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  3. Gracias, Cronista de las Tinieblas. Nos leemos.

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